Hágase la luz.. y la luz bañe los cerros, dice el verso de una canción de la agrupación chilena Los Jaivas. Este imperativo adoptado desde las voces de las deidades y proclamado verso del Pregón para Iluminarse, en ritmo de rock andino, bien sirve para el arranque reflexivo del documental Luz de América, de Diego Arteaga. El largo metraje indaga acerca de cómo ha influido e influye la luz en el continente americano, a partir de la relación existencial que establecieron nuestras culturas aborígenes con el sol. Fuente de luz el sol, y fuente de vida INTI, fue divinizado por los pueblos amerindios. No obstante, un violento proceso de transculturización de nuestros habitantes originarios con el advenedizo colonizador hispano, terminaron con esa relación mística entre el sol y los aborígenes de la región.
Octavio Paz hablaba sobre la desconexión mística-sensorial del dios Sol que sufrió Latinoamérica frente a la llegada del dios abstracto-invisible católico -dice Arteaga-, tratar de palpar en nuestra “oscura actualidad” aquella ruptura que se da en lo profundo del subconsciente latinoamericano, es lo que intento hacer con este documental. Esta ruptura, y por lo tanto anhelo de reunión (re-ligare), permanece inconsciente, muta durante nuestra historia, está dentro de todos. Intento mostrar el origen común del pensamiento y las civilizaciones andinas americanas, que es la luz en sí misma, viéndolo como metáfora histórica, mitológica y filosófica, manifiesta Arteaga.
Todo comienza en un periplo en busca de aquello que queda sobre el sentido originario de la luz, para un continente de opacidades políticas, sociales y económicas. La sinopsis del documental Luz de América resume que, a partir de la luz que cae sobre el patio de su casa en el día del equinoccio sin sombra, quiteño e inspirado en la Teoría de los colores de Goethe, Diego Arteaga nos lleva a varias ciudades y paisajes americanos para reflexionar acerca de la influencia que tiene la luz en el entendimiento de nuestro entorno.
El fraile chileno Camilo Henríquez bautizó a Quito como “Luz de América” luego de la masacre de los héroes independentistas de 1810. Este hecho desencadena en el filme una búsqueda poética en torno al símbolo de la luz como antorcha de libertad, fuente de conocimiento y metáfora del amor, “la palabra que hace vibrar el Universo”. En esa proyección argumental, el film propone una reflexión sobre la luz y cómo nos influye; y nos lleva a un viaje visual de imágenes, símbolos y teorías filosóficas, a través de un relato observacional por varias ciudades de América.
Paula Parrini es la productora general del documental Luz de América, un filme producido por Registro Aurora y Caleidoscopio Cine de Ecuador. Parrini tiene amplia trayectoria como productora de los filmes Qué tan lejos y En nombre de la hija, de Tania Hermida y de la película Cuando me toque a mí, de Víctor Arregui. El proyecto Luz de América se filmó y se investigó a la par, desde el año 2011. El rodaje fue realizado en 15 ciudades de América -la gran mayoría en Quito, en Valparaíso y Potosí; adicionalmente, para todas las tomas realizadas el día del equinoccio y solsticio en América. Trabajamos con fotógrafos corresponsales en Buenos Aires, Costa Rica, Nueva York, Patagonia, Caracas, Montevideo, Panamá, Brasilia, Toronto, La Habana, Cuzco y La Paz, señala Parrini.
El equipo técnico está integrado por Martín Jaramillo Serrano, Lucía Romero, Tomás Astudillo y Guillermo González Stambuk en el trabajo fotográfico y Andrés Galarza Mier, en el diseño de sonido. El documental registra bandas sonoras originales de Inti-Illimani, Estupendo, Juan Mullo, Iñaki Oñate, Lascivio Bohemia, Eduardo Zurita, Andrea Almeida y Ludwig Van Beethoven.
Luz de América fue financiado con fondos del ICCA (Instituto de Cine y Creación Audiovisual del Ecuador) para Desarrollo de proyecto 2013 y para Producción y Post producción 2015. En su palmarés consta que el filme participó en el Doc Andino, Quito 2013, seleccionado para el Bolivia Lab, y ganó el Premio a Mejor Proyecto Documental Latinoamericano 2013 Bolivia Lab. Ha sido exhibido en los mercados Ventana Sur y Doc Buenos Aires 2015 y cuenta con el apoyo del Instituto Goethe de Ecuador.
El largometraje Luz de América será estrenado en Ecuador en el marco del Festival Internacional de Documentales Encuentros del Otro Cine, EDOC, mayo 2018. Las funciones programadas son: estreno, sábado 12 de mayo 19h00, sala Alfredo Pareja, CCE. Sala Ocho y Medio miércoles 16 a las 17h00 y sábado 19, a las 17h15. Los realizadores se han impuesto la tarea de hacer que el documental sea visto en otras latitudes y lograr buenos acuerdos de distribución para llegar a varias plataformas, además de festivales. Al momento se encuentran trabajando en una ruta de festivales, como Festival Internacional de Cine Valdivia, Festival de Cine de la Alturas, Festival de Biarritz, entre otros
Diego Arteaga es un joven realizador audiovisual ecuatoriano que posee experiencia desde diez años en la creación de cortometrajes y videos culturales. Realizó estudios de Montaje Cinematográfico en Italia y estudió Comunicación y Fotografía fija en Ecuador. Ha colaborado con las instituciones culturales más importantes de Ecuador, realizando registros audiovisuales, videos institucionales y piezas audiovisuales para museos y galerías. Ha trabajado como realizador, fotógrafo y editor en proyectos documentales para artistas y cineastas dentro y fuera del país. Ha colaborado como realizador con National Geographic, Telesur y Al Jazeera. Actualmente desarrolla proyectos para web y trabaja en un nuevo proyecto documental Masculino Femenino.
En medio del ajetreo de poner a punto Luz de América para el EDOC, lo sorprendemos, a través de una reveladora conversación telefónica.
¿Cuál es la primera corriente de sentimiento que te embarga luego de ver cristalizado un proyecto que duró algunos años?
Hay una satisfacción. Es un proceso largo, no necesariamente lineal, que ha ido mutando en el tiempo. La película habla de historia, fotografía, filosofía que van mezclándose.
¿Seguiste una hoja de ruta preestablecida o te diste tiempo para la improvisación?
No sé si sea un caso típico del cine nacional. La película es muy abierta, filmaba y paraba, hacia una investigación, empezaba a filmar otra vez. No sigue un proceso de preproducción, producción y postproducción. Hacer películas es una cosa super difícil y en el tercer mundo es mucho más.
¿El rodaje sigue un guión?
Si, yo tenía una serie de ideas de cosas que quería ver en una película, y lo que hice es básicamente reunir estas escenas, las escribí y armé un guion. De inicio fue como fotográfica, se trató de cachar cómo vive la gente que tiene el sol arriba vertical, que es la peor luz porque te tapa los ojos.
¿La película, es la mirada del fotógrafo o del periodista?
No tiene la estructura periodistica, lo que yo hago, no es tanto informar, sino más bien tratar de contar pedazos de cosas para que la gente entienda una totalidad de algo.
¿Estamos ante un ensayo cinematográfico?
Totalmente, es como el ensayo literario donde puedes poner poesía fotografía, investigaciones, se pueden mezclar muchas cosas y eso es lo que a mí me interesa del documental, esa es su gran fuerza, puede ir mutando y ser a ratos ficción, puede tener una puesta en escena y luego puede filmar la realidad con cosas que tu armes.
Por lo demás, es un cine autoral…
Creo que la gente lo tiene que decir, es una búsqueda personal de algo que te motiva. Para hacer una película necesitas tener una motivación muy grande. La búsqueda de contar las cosas que uno observa, o que se desarrollan durante el documental, es eso. Hay cosas que pasan, se trata de crear una sensación, es como hablar del infinito, no puedes hacer una imagen de eso tienes que tratar de metaforizar en imágenes estas cosas para tratar de llegar a eso. La película fue como una búsqueda, leí cosas desde astrofísica a la Divina Comedia y empecé a establecer relaciones. Lo que es un agujero negro es la descripción que hace Dante del infierno, es la misma cosa. Se trató de entablar relaciones entre cosas que son muy lejanas, pero que tienen algo de unión.
Octavio Paz hablaba sobre la desconexión mística-sensorial del dios Sol que sufrió Latinoamérica frente a la llegada del dios abstracto-invisible católico. Tu dices tratar de palpar en nuestra “oscura actualidad” aquella ruptura que se da en lo profundo del subconsciente latinoamericano. ¿Qué descubriste en ese intento?
Esta desconexión con lo místico, este proceso de racionalización que tenemos del que habla el texto de Octavio Paz, encontré como estados de luminosidad. La teoría del espejo de Lacan: cuando eres niño, la primera vez que ves a tu madre -y le ves a los ojos- es un momento en que esa visión conecta algo en tí y te dice: tú no estás solo en el mundo. Antes de eso, los niños no saben que hay otra gente, solo son parte de su madre; al ver sus ojos de la madre ahí recién nace la identidad. En la película trato de ver esa cosa de la identidad. Para verse uno, la luz es la base, somos objeto que rebota luz. Sin eso no hay nada.
En la visión ancestral hay dos relaciones de los pueblos aborígenes con el sol. Una utilitaria para periodizar las cosechas fijándose en la sombra producida por la luz del sol en el solsticio y en el equinoccio, o como una relación mística de deificación del sol en INTI.
Están íntimamente relacionadas. El sol es totalmente evidente, es el que sale en las mañanas, es como lo más racional. Es el dios por antonomasia, todas las civilizaciones tienen un dios sol. Hay una relación racional, utilitaria, porque existe una relación con la supervivencia.
¿Un dios abstracto, subjetivo?
Eso de subjetivar a Dios, porque hay una relación objetiva con el sol. De ahí te topas con un dios absolutamente lejano, inexistente, invisible que es el dios católico. Es como una ruptura, como empezar a creer en algo que ya no ves, porque antes que creías era el dios que veías.
La película indaga en esa relación del país con su geografía, en los hechos históricos que devienen en hechos políticos…
Es una forma de penetración cultural y de colonizar el pensamiento. Hay una escena de la iglesia de la compañía que fue hecha por indígenas y los arquitectos eran jesuitas. Los jesuitas eran lo que dominaban el pensamiento en América. La peli habla de esta relación geográfica del país, porque este país es tan influenciado por la geografía que tiene un nombre de accidente geográfico. Con la llegada de los geodésicos al país se produce una revolución cultural y de visión del mundo que hace que se produzca al grito de la independencia, es decir, un hecho científico se traduce en un hecho político. Ese hecho cambia la historia del país. Vinieron un año y se quedaron ocho, era ilustrados absolutos, entonces la película habla de la sabiduría del pensamiento que está presente en los jesuitas que dominaron la escena intelectual de América que se produjo en Quito hasta cuando llegaron los geodésicos y los curas entraron a segundo plano y eso produjo un cambio de visión de la ciudad que a la larga produjo los movimientos independentistas.
Luz de América fue seleccionada por el EDOC 2018 ¿en qué circunstancias?
Los EDOC no entrega un premio, -solo un premio del público-, es más una muestra que trae lo mejor de los documentales del mundo. No es una muestra competitiva, de por sí estar en la selección del festival creo que es bastante, porque es uno de los mejores festivales de América. Es el evento de documentales del año. Yo estoy expectante, quiero ver cómo recibe el público a la película y feliz de haberla terminado, verla entera y mostrarla a la gente.