Cuando los médicos juran invocando a Hipócrates lo hacen pensando en que entregan su vida por la vida de los demás. Al menos, esa idea ha primado respecto de la profesión médica. El llamado juramento hipocrático es una promesa pública que tiene un contenido de carácter ético que orienta al médico en la práctica de su oficio. Según la tradición, en su forma original regulaba las obligaciones hacia el maestro y su familia, hacia los discípulos, hacia los colegas y hacia los pacientes. En su versión moderna, el texto sustancialmente dice: En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.
¿Puede ser puesta en duda esa consagración? En principio, no. Salvo que una mala práctica médica señale lo contrario; y, aun así, habría que determinar en qué consistió y cuáles son las responsabilidades frente al procedimiento médico inadecuado.
Las declaraciones recientes del presidente Lenin Moreno, emitidas en la III Cumbre Mundial de Regiones Sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria Hambre Cero, que se realizó en Cuenca, el pasado viernes 27 de abril, desataron una polémica entre médicos y pacientes de cáncer. El Presidente de la República manifestó en su intervención que “en el mundo hay más médicos especialistas en cáncer, que pacientes”.
A renglón seguido, el Primer Mandatario emitió un juicio de valor, al manifestar que “cuando a ti te comunican que tienes cáncer, es posible que el único que se alegre sea el médico, perdónenme, no todos, pero en más de una ocasión, la palabra cáncer significa para una persona casi una catástrofe”. La intervención presidencial continuó con argumentos -se entiende en intención motivadora- para los pacientes de dicha enfermedad: “el cáncer no es tu enemigo, el cáncer es un amigo que te avisa: ve idiota, no sigas teniendo las mismas costumbres tóxicas, los mismos pensamientos tóxicos, las mismas emociones tóxicas, los mismos sentimientos tóxicos porque te vas a morir”. Como conclusión a sus argumentos, Moreno dijo que “el paciente de cáncer, cambia de vida, y el médico cambia de carro”.
Las reacciones no se han hecho esperar. El periodista Francisco Herrera Arauz ha calificado como “excesos verbales” del señor presidente, a quien “se le fueron las palabras y en un escenario equivocado”, al expresar términos que “resintieron a médicos y pacientes”, puesto que son “apresurados e impropios de un jefe de Estado”.
El presidente de la Fundación Jóvenes Contra el Cáncer, Gustavo Dávila, solicitó al mandatario que lo reciba con una delegación de pacientes oncológicos para exponer la realidad de su enfermedad, tratamientos y esfuerzos que se hacen para luchar por sus vidas. Dávila dio a conocer datos que se contraponen con las afirmaciones presidenciales: Acá hay menos de 10 pediatras oncólogos y menos de 10 psicólogas expertas en cáncer. ¿Cómo puede decir que hay más especialistas que pacientes?”. La fundación que dirige Dávila atiende a 1.207 pacientes de cáncer.
Nelly Valbuena, paciente oncológica y representante de la Liga del Cáncer de Seno, considera que el Jefe de Estado debe asumir el error en el que incurrió, pues sus declaraciones podrían afectar a los pacientes y a sus familiares. Nelly invitó al Jefe de Estado a que “visite la Unidad de Oncología del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) o de Solca y vea cuánta gente espera para ser atendida diariamente”. El Colegio de Médicos de Pichincha, en su perfil de Facebook, expresó su malestar por las palabras del Jefe de Estado: “Rechazamos categóricamente la declaraciones del Señor Presidente, que afecta la dignidad de los Médicos y exigimos las aclaraciones respectivas de manera urgente. No permitiremos que se dude de la dignidad el honor y la noble misión del médico ecuatoriano”.
Hasta ahora el presidente había dado muestra de entendimiento con la clase médica, pero sus declaraciones echan por tierra lo poco avanzado, dijo el doctor Ernesto Carrasco, Presidente de la Federación Médica Ecuatoriana, al tiempo que pidió al Presidente rectificación de sus afirmaciones. Ante estas alusiones, gremios como la Federación Médica Ecuatoriana (FME), Colegio de Médicos de Pichincha (CMP), Red de profesionales por la Salud, Asociación Ecuatoriana de Medicina Familiar y Comunitaria de la provincia del Guayas (Asecmefac Guayas) y Colectivo Salud En Movimiento, se han pronunciado al respecto: “Señor presidente, nos preocupa su discurso respecto de los médicos ecuatorianos y su relación estadística entre pacientes oncológicos y especialistas. Los médicos que trabajamos con vocación, no nos alegramos de la enfermedad, ni adquirimos vehículos anualmente”. En las últimas horas circula en redes sociales un llamado a “un paro de mandiles caídos”, convocado para este lunes por los galenos organizados.
El Presidente Moreno expresó en su cuenta de Twitter una disculpa por sus declaraciones, con el ánimo de bajar la intensidad de la crisis provocada por el suceso: “Siempre he manifestado que la crítica nos permite mejorar. Presento disculpas por mis desafortunadas declaraciones. Tengo un profundo respeto y cariño por la comunidad médica ecuatoriana”. Este sentimiento presidencial, sí que está sintonizado con el juramento hipocrático que otorga al médico la dignidad de su condición profesional.
Los medios informativos oficiales han silenciado el incidente del episodio presidencial. Este clima desinformativo causa un “desaliento anímico inducido por varios medios”, según manifestó en un reciente artículo la editorialista Carol Murillo. Según la analista, “la comunicación oficial si existe -atada a los medios privados- con una estrategia de goteo y manejo de las subjetividades a partir de la perplejidad y el descreimiento social”. La política no puede ser desplazada por el goteo de noticias parciales y escándalos semanales, por decir lo menos, concluye Murillo.
No hay mal que por bien no venga. Esta es una propicia oportunidad para que la gobernanza regrese la mirada al pueblo. Es indispensable pensar el Ecuador “desde abajo”, -dice la Murillo- y tiene razón. Volver a ese sentido de la vida cotidiana y humilde, y ponernos en los zapatos del hombre y mujer de la calle que está sin trabajo, del paciente terminal que no tiene seguridad social, del que desespera en las antesalas de los hospitales públicos, del hogar de la madre más humilde, del escolar sin recursos suficientes para estudiar, del pasajero del bus atestado de gente, en fin, de aquel que sufre y que no nos concede el lujo de equivocarnos. Ahí pervive el otro Ecuador. Aquel que en su esperanza y abandono, nos obliga a sentir recio y pensar recio.