Pudiera parecer un título excesivo, El Naufragio de la Humanidad, pero es una metáfora que primero es una realidad, luego verso, en el drama de una civilización que sucumbe a merced de sus propias corrientes internas de deshumanización.
Transitar las paginas del poemario de Kintto Lukas, es navegar aguas turbulentas. Insurrecta pasión, denuncia y dolor se agitan entre sus versos lúcidos, testimonio que da cuenta de los miles de hombres, mujeres y niños ahogados en los mares del mundo, transeúntes aventurados en busca de otro mundo, huyendo de la guerra, migrantes forzados, refugiados en la nada.
Naufragamos en el silencio indiferente, en la indolencia de no ver más allá de nuestra orilla personal, el sufrimiento ahogado de las víctimas en mares convertidos en tumbas que, de cuando en vez, arrojan el cadáver de un niño -Aylan Kurdi- a la playa. Un niño no se pone los mejores zapatos / para morir en el mar, / aunque el Mediterráneo, / de Algeciras a Estambul, / sea un cementerio, nos recuerda Kintto.
Pero los niños, no deciden naufragar,
zozobrar en una barca o terminar en una playa,
en la arena, boca abajo,
los niños no deciden morir en el mar.
La Vieja Europa, que siguió a Estados Unidos
en el naufragio de Libia primero y en el de Siria después
tendrá en sus entrañas
grabada para siempre la muerte de un niño,
de cientos, de miles de niños.
Surgida de guerras sin ataúdes,
esos atuendos innecesarios de la muerte,
la Vieja Europa conoce de cementerios
desde que se conoce a sí misma,
pero debería saber que Aylan Kurdi
es uno de los tantos que no eligieron naufragar.
Las islas de Grecia que la troika quiere vender
son ahora entrada al cementerio europeo
y hay niños en el mar
miles de luces en el mar.
Decía Serrat que el alma del Mediterráneo
es profunda y oscura,
y cuando lo decía, la humanidad ya había naufragado
pero no nos habíamos dado cuenta…
Ya no es ese pequeño cuerpo en la orilla, ahora es esos zapatos nuevos, esa muerte nueva surgida de guerras sin ataúdes / esos atuendos innecesarios de la muerte, ese niño es todos los niños que no deciden morir en el mar miles de luces en el mar dice el poeta, luces que están ahí para que nos demos cuenta de que la humanidad ya ha naufragado, comenta Claudia Magliano en la presentación del libro de Kintto Lucas.
Se equivocó el poeta, creyó que la palabra redime. En verdad, la humanidad ya naufragó deshumanizada.
Casi me equivoco al creer que las palabras nombran las cosas. ¿Qué van a nombrar? Solamente a un ingenuo, que no conoce Babel, se le puede ocurrir que las palabras nombren algo, persiste Kintto.
Y tras la duda subsiste la denuncia de un destino absurdo, acribillado por la ironía poética:
Qué bueno que Europa / restrinja la exportación / de botes y motores fuera de borda / a Libia. / Qué bueno que Europa sea tan humanitaria / y combata de una forma / comprometida / el tráfico de migrantes / y qué bueno que los europeos / no sean migrantes.
A salvo en la otra orilla, Europa, la humanidad, naufragan deshumanizadas ante el dolor del otro. De aquel que sucumbió en los mares del mundo, sin otras orillas que el perfil de una muerte absurda.
Al fin y al cabo…como dejó escrito el poeta, Las palabras son apenas sonidos pidiendo ayuda en medio del mar.
Fotografia L. Parrini. Fragmento del mural Naufragios, de Pavel Égüez