La Educación es la forma de ser de la paz. Afirmación promisoria y movilizadora que emerge del derecho de vivir en paz. Un sistema educativo actuando normalmente, es el mejor signo de paz para un país con vocación pacifista. Una convivencia en armonía debe conducirnos, a través de la educación y sus diversas expresiones y valores, por los caminos de la paz. En ese sentido, la paz también es una forma de ser de la educación, porque conduce a la estabilidad nacional.
En la hora aciaga que vivimos los ecuatorianos, la educación levanta una voz esperanzadora y rectora de la conducta social que amerita frente a las actuales amenazas del terrorismo. En una reflexión de profundis, Fander Falconí, ministro de educación, ha manifestado que un país inestable sucumbe al terrorismo. Y a renglón seguido, invoca a la permanencia de “un gobierno estable para enfrentar el peor enemigo que ha vivido el país en los últimos años”. Un gobierno que Falconí reclama “ser progresista por su compromiso social y para mantener el apoyo popular…el gobierno de los grandes acuerdos nacionales por el bien del Ecuador”.
Con clara vocación humanista, Falconí exige que “los derechos humanos y los derechos sociales deben ser respetados, en especial los derechos a la salud y a la educación, de la manera más amplia, sin retrocesos ni limitaciones. Tampoco se debe reducir la inversión social, pues de esta depende la supervivencia del Ecuador. No podemos descuidar a la niñez, que es un bien superior”.
En su rol conductor del proceso educativo, el ministro echa luces a la política laboral del país: “Queremos un sector productivo alineado con lo social, dispuesto a ofrecer trabajo digno con afiliación a cambio de un gran esfuerzo. La producción debe coordinarse dentro de grandes planes de complementación entre las diversas ramas productivas y con proyecciones futuras”. La estabilidad económica es identificada por Falconí, como el factor sine qua non para “generar trabajo productivo y mantener las posibilidades abiertas de salir adelante. Ya estamos curados de las cartas de intención del FMI que ayer priorizaron el pago de la deuda externa por encima de las necesidades de las personas”.
Y en su vocación democrática sugiere que “la crisis institucional tiene que resolverse con más democracia, con más participación popular en la toma de decisiones. No debe imponerse con personajes notables, ni de ayer ni de ahora. Tampoco sería aceptable la multiplicación de comisionados, basta con las instituciones actuales. Las instituciones tienen que generar credibilidad, y no erosionar más al país”. En esa línea de pensamiento, el ministro de la educación, hace un llamado a la unidad de las fuerzas sociales para la “creación de un nuevo sujeto político, comprometido con las grandes mayorías, pero alejado de los personalismos y del oportunismo. Queremos construir una organización política, con una orientación más práctica y con ideas renovadas”.
Y la invocación política de rigor, concluye con anhelos pacifistas y soberanos: “Queremos ser un país de paz, pero sin comprometer la soberanía del Ecuador. Nunca aceptaremos que nuestro país tenga un rumbo militarista, ni tener un nuevo plan Colombia en nuestro país. Ecuador, tierra de paz, vedada a los violentos. No renunciaremos a la construcción de la Patria Grande. Es nuestro sueño y nuestro deber integrarnos con nuestros vecinos sudamericanos….Unidos seremos invencibles”, concluyó Falconí.
Se ha dicho que Ecuador ama la vida, y por tanto, educa para el buen vivir. El Ministerio rector de la educación debe exigir a las otras instancias del Estado, todas las garantías para un ejercicio pedagógico en paz. La paz del país, debe ser la paz de las aulas. Ningún operativo policial, ninguna estratagema militar garantizará un proceso educativo en plena armonía de la paz, si el Estado no convierte la convivencia pacífica en una política pública y la armonía ciudadana, en política de Estado. Exigámoslo en la realidad.