La nueva situación que hoy vive la frontera colombo ecuatoriana sería el resultado de cambios políticos y militares que han tenido lugar en la región, respecto de la dinámica existente entre el Estado y grupos irregulares, guerrilla, paramilitares y organizaciones de narcotráfico internacional. Según expertos en el tema, el recrudecimiento de la violencia en la frontera en el sector de Mataje, provincia ecuatoriana de Esmeraldas, es la expresión de acciones, cuya modalidad es “el estilo mexicano de secuestro para imponer el terror y despejar áreas para traficar drogas”. Se sabe que conducir droga y dinero en efectivo en grandes cantidades por territorio colombiano, implica movilizar a un alto contingente de personas a un elevado costo del producto. Hacerlo por el río Mataje vía Esmeraldas Ecuador-EEUU “resulta en 30% más barato”. El rio Mataje convertido en narcopista fluvial es el escenario de una negociación que se ha dado desde siempre entre productores colombianos y carteles compradores de droga mexicanos que, a su vez, distribuyen en Centro América y los EE.UU. para el consumidor final.
El cambio de estrategias estatal al firmar la paz con grupos guerrilleros de las FARC, generó más de una docena de fracciones disidentes que se niegan al proceso pacificador y desmovilización militar, porque su labor ya no es alcanzar el poder político por la vía armada, si no dedicarse al narcotráfico que es una de las actividades propias de la anterior alianza entre guerrilla y carteles criollos. A esto se suma el endémico abandono del Estado colombiano a su frontera sur lindante con Ecuador que, debido a los escenarios activos de la guerra de guerrilla, nunca contó con presencia militar estable en la zona limítrofe del departamento de Nariño. Mientras tanto, de lado ecuatoriano esa presencia también fue escasa, débil y pasiva desde hace seis décadas que dura el conflicto fronterizo.
El cambio en las estrategias y los cambios de autoridades civiles y militares generó una ruptura de los pactos existentes entre las partes involucradas -Estado, guerrilla, narcotráfico-, situación que hizo reaccionar a los carteles que decidieron asegurar el libre tráfico de drogas por la frontera colombo ecuatoriana imponiendo ahora la violencia persuasiva.
El periodista colombiano Herbin Hoyos, -en entrevista con Teleamazonas-, señaló que “Guacho es el vigilante de las rutas”, y hoy convertido en el principal extorsionador del Estado ecuatoriano por la vía del secuestro del equipo periodístico asesinado de diario El Comercio y ahora de dos “turistas” ecuatorianos, convertidos en rehenes de la negociación. La fracción Oliver Sinisterra que lidera Guacho, nace de la columna Daniel Aldana, miembro del estado mayor de las FARC, asesinado en una negociación de drogas en un hotel del vecino país. Guacho es la cara visible, pero hay un hombre mucho más poderoso llamado Fercho, que es el que está detrás de esto, señala Hoyos.
Hay una celada en la que erróneamente habría caído el gobierno ecuatoriano -según Hoyos- al “haberse dejado poner en el papel del negociador con buena fe, por desconocimiento, por considerar que su labor era asumir una condición humanitaria…Debieron decir no vamos a ceder y no tenemos nada que ver con los periodistas, hablen con la familia, hablen con el periódico”. El gobierno ecuatoriano, no es un negociador de secuestrados, es el más débil porque se tendría que someter al chantaje de los secuestradores, como a la presión de la sociedad y va a terminar rompiendo hasta la constitución por ceder al terrorismo, concluye Hoyos.
Una estrategia ausente
El panorama fronterizo demuestra la evidencia clara de la no existencia de estrategias estatales previas para enfrentar la crisis y, por el contrario, “hay una efectiva desprevención”, se pensó qué el conflicto no iba a pasar la frontera y se descuidó la región.
El problema actual se veía venir desde las negociaciones de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla. La amenaza de la disidencia nació durante los diálogos en Cuba, y hoy muestra el poder que han ganado estos grupos, “su expansión y nexos con el narcotráfico, criminalidad, reclutamiento forzoso y agresivo”. El tema ahora genera polémica por la lenta reacción del régimen ecuatoriano y colombiano para controlar estos grupos.
La organización Fundación Ideas para la Paz. señala una estadística alarmante: en los últimos 21 meses se dieron 147 acciones de las disidencias con una tendencia creciente desde mediados de 2016 y que tuvo picos de actividad armada importantes en abril y octubre de 2017 y febrero de 2018. Según el estudio, el 5% de esas acciones ocurrieron en Ecuador. En el lado colombiano tiene lugar el 82% de las acciones disidentes violentas en las localidades de Guaviare, Nariño, Cauca, Meta y Caquetá. En Nariño operan varios grupos de disidencias, además está el ELN o Resistencia Campesina, entre otros, que se disputan rutas o corredores para la operación del narcotráfico, en algunos casos han logrado el control social y político de las comunidades, señala el informe. Sus prácticas consisten en “la extorsión, el control sobre el narcotráfico y la oposición al programa de sustitución de cultivos ilícitos” dinámicas ilegales que impacta en Ecuador en las provincias de Esmeraldas y Carchi. El reclutamiento forzoso de jóvenes y niños campesinos, es la estrategia para engrosar las filas de un ejercito irregular de narcotraficantes y guerrilleros disidentes de alta movilidad en la zona.
Las investigaciones coinciden en señalar que la estrategia militar para controlar la zona “llego tarde” y las acciones sociales de los Estados de Colombia y Ecuador no llegan aun con politicas de electrificación rural, riego, vivienda salud, educación que son los componentes de la paz duradera en todo territorio que si permanece desatendido busca las formas ilegales de sobrevivir. El reto de los estados colombiano y ecuatoriano es grande: hacer la paz haciendo país. La paz es la forma de ser de una convivencia ciudadana protegida por el Estado. Atender las necesidades básicas de la región es hoy la primera prioridad estatal para poner fin a la frontera del olvido y -por tanto- al olvido de la vida en la frontera.