La educación es la incubadora del ser nacional. Esta metáfora identifica en el proceso educativo al génesis de un modelo de sociedad, cuya misión pone de relieve valores por conservar o paradigmas por construir. Es a través de la educación que una sociedad promueve cambios o preservación social de manera concreta y perenne. Sin educación no hay construcción del sujeto social. Es en el proceso de enseñanza-aprendizaje que la educación concibe y propone la sociedad ideal que de manera real le interesa construir. Es la educación la que echa las bases de nuevos referentes culturales contenidos en valores y datos transmitidos en el aula. Todo lo que un Estado haga por la educación, redunda en el futuro de la sociedad civil como un quehacer que construye porvenir. La educación, por tanto, es herencia y legado, construcción y adopción de paradigmas culturales, científicos, artísticos, filosóficos, cotidianos, etc., que gestan el ser nacional.
Ecuador vive hoy un proceso de desconstrucción de paradigmas políticos y sociales, heredados de una década en la que el país se abocó a la realización de infraestructura industrial y civil, redistribución social de la riqueza proveniente de recursos naturales no renovables e implementación de planes de fomento económico solidarios. En este contexto, el sistema educativo no sintonizó necesariamente con esos cambios. Hoy el país reclama trasformaciones que sintonicen con las exigencias y desafíos de un Ecuador que requiere fortalecer su definición constitucional de país intercultural, plurinacional y unitario. Una sociedad que clama inclusión política, reactivación económica y justicia social. Una educación que “cierre las brechas” heredadas y restituya los derechos conculcados por el indolente soslayo de valores humanistas. En esa perspectiva, las autoridades educativas hoy se proponen un encuentro nacional por la educación, mediante un diálogo inclusivo, consultivo y resolutivo que arroje nuevas luces al proceso educacional. Según el ministro de Educación Fander Falconí “este gran acuerdo involucrará la participación de todos los actores que están dentro y fuera del sistema educativo”. El ministro de Educación presentó, en la Universidad Espiritu Santo de Guayaquil, los objetivos del Acuerdo Nacional por una educación Incluyente y de Calidad, cuya estructuración tomará cinco meses e iniciará el 12 de abril en Quito.
Henry Manzano, presidente del Consejo Nacional Consultivo de la Niñez y Adolescencia, aseguró que “la participación de los niños ayudará a mejorar la calidad de educación”. Ecuador necesita “una educación de calidad y una revalorización del docente”, señala un documento base de la convocatoria. El diálogo propuesto insinúa que “nuestra educación mejorará su calidad si incluye derechos, saberes ancestrales, aspectos ambientales, conexión con el trabajo, artes, agenda digital, acompañamiento pedagógico, innovaciones curriculares y evaluación como herramienta de retroalimentación. Pero no estaría completa si es que no se preocupara de generar una adecuada relación con la sociedad”. En esa perspectiva, la convocatoria insta a consolidar el proceso de acompañamiento pedagógico y el fortalecimiento de derechos para alcanzar la máxima calidad de la educación ecuatoriana.
El acuerdo sugerido se propone debatir cómo debe ser la nueva unidad educativa ecuatoriana. En esa idealización, busca definir una “infraestructura apropiada para el estudio -cómoda y segura-, así como pertinente al territorio”. La escuela que queremos necesita docentes motivados y capacitados, señala la propuesta, con relevancia de contenidos curriculares y comunicación estudiante/docente como dinámicas esenciales de una nueva unidad educativa. Entre los objetivos de la alianza, según el viceministro de educación Álvaro Sáenz, están “evidenciar los problemas del sistema educativo, fomentar la interculturalidad de la educación y lograr acuerdos sobre políticas, programas, acciones educativas y una articulación interinstitucional”.
La educación es concebida como un proceso de toda una vida. Para que la afirmación deje se ser solo un slogan, debe “tener engranajes alineados entre la primera infancia y la educación inicial, entre la educación inicial y la educación básica. La educación básica y el bachillerato deben engranar con el trabajo. El bachillerato también debe estar engranado a la educación superior: institutos técnicos y tecnológicos, escuelas politécnicas y universidades. La nueva unidad educativa que todos queremos debe ser práctica y crítica”, según versa la iniciativa.
Abelardo García, miembro de la Corporación Ecuatoriana para la Calidad de la Educación (Corpeducar), destacó la importancia de este diálogo porque se reconoce la presencia de los educadores particulares; “Durante 10 años estuvimos acostumbrados solo a la socialización. Hoy se nos invita a la construcción de este camino”. En esa línea de acción son valorados los acuerdos sobre políticas educativas, programas y acciones que emerjan del diálogo. Se trata en definitiva, de conectar la educación con la sociedad de manera incluyente, intercultural, para cumplir la promesa que se nos hizo el 24 de mayo: fortalecer la calidad, la cobertura y los derechos en el sistema educativo.
Milton Luna, representante del Contrato Social para la Educación, que agrupa a 18 organizaciones de la sociedad civil en Ecuador, señaló que “sí es posible llegar a consensos y que esos consensos deben estar alrededor de qué tipo de sociedad queremos para ver que clase de educación nos hace falta”
Un encuentro que revaloriza el diálogo, venido a menos en la sociedad ecuatoriana. Un acuerdo en la búsqueda de una educación que supere los esquemas pedagógicos repetitivos, memorísticos y mediocres. Un proceso de enseñanza que fomente la actitud crítica de los estudiantes, que al mismo tiempo los prepare para ser sujetos productivos.
El coordinador de la Red de Maestros Wilmer Santacruz señaló que ”la educación es la que crea la sociedad”. En ese sentido se requiere una educación que revalorice el rol del ser humano en una sociedad que reclama renovarse. Un encuentro nacional entre los actores del proceso educativo -estudiantes, docentes, padres, autoridades-, desde sus intereses cotidianos y concretos, que permita considerar sus derechos en las políticas públicas educativas.
Un esfuerzo conjunto que nos debe llevar por el camino de una educación incluyente y de calidad, que se proponga y posibilite trasformar las estructuras sociales. Revolucionándolas, en diversas formas de convivencia democrática, equidad y justicia social. Bases esenciales de la sociedad más humanista que todos anhelamos y que solo será posible gracias a una educación transformadora.