Una afirmación estereotípica dice que madre hay una sola. Una mentira que camufla la diversidad de una realidad oculta tras los mitos sobre la maternidad y que provocan un determinante mal entendido: la maternidad es la única opción de vida para la mujer. La vida enseña que existen tantas madres y formas disímiles de maternidad, según los rasgos culturales vigentes en una sociedad.
La sociedad ecuatoriana exhibe cifras embarazosas que muestran la no efectividad -cuando no el fracaso-, de politicas públicas sobre cultura de la sexualidad. En los últimos 10 años de revolución de los hábitos de vida del país, el incremento de partos de niñas de 10 a 14 años aumentó en un 78%, y de niñas entre 15 a 19 años en un 11%, según estadísticas del INEC.
Con esa cifra caliente, Ecuador ocupa el primer lugar en la región andina de embarazos adolescentes, siendo solo superado por Venezuela. Además, Ecuador es el tercer país de la región con la más alta tasa de embarazo adolescente, después de Nicaragua y República Dominicana, según el Plan Nacional de Salud Sexual y Reproductiva.
Las cifras por lo general en boca de los analistas y estadísticos, encubren las historias de vida reales. No es lo mismo pensar en Angélica, estudiantes de 12 años, embarazada, y madre de un menor al que debe cuidar cotidianamente, aun no habiéndolo deseado. Angelica es una de las madres -entre 10 y 19 años- que parieron a uno de los 413.318 nacidos vivos registrados entre los años 2009 y 2016 en Ecuador. Ella forma parte de las 12 de cada 100 adolescentes, que son madres en el país. Ella engrosa la cifra que muestra que 4 de cada 10 mujeres ecuatorianas tuvieron su primer hijo en la adolescencia. Frías estadísticas, casos, expedientes que camuflan el drama de Angélica; y que, de manera eufemística, nos remiten a un porcentaje revelador: 15% de los embarazos ocurren en menores de 20 años.
Cierto es que la sociedad ecuatoriana busca retrasar la maternidad prematura que provoca pérdida social y económica. Y lo ha hecho de diversas formas, estrategias conservadoras y otras más avanzadas, no obstante, como país debemos reconocer el fracaso, o la insuficiencia, de las tentativas implementadas.
El fracaso del Opus Dei
El gobierno anterior implementó el llamado Plan Familia. En su momento la Presidencia de la República encargó a Mónica Hernández, vinculada a círculos conservadores religiosos, liderar el plan “de estrategia intersectorial de prevención de embarazo adolescente”. El proyecto denominado ENIPLA, buscó imponer argumentos que invitaban a “retrasar” el embarazo en respuesta a lo que en ese entonces se denunció desde el gobierno como “una agenda abortista y de grupos gay”. Los resultados estadísticas de esa politica polémica indican que algunos rubros mejoraron entre 2009 y 2015, como “la fecundidad adolescente que cayó del 33,8% al 7,6%; sin embargo, la mortalidad materna adolescente aumentó del 39,3% al 46,7%”.
Estas cifras confirman que las politicas públicas de salud sexual y reproductiva, basadas en el derechos sexuales, son más eficaces que las “políticas de valores familiares”. Con el plan ENIPLA el Estado redujo su capacidad de atraer a los usuarios a servicios de planificación familiar, bajo el prejuicio de que impedir los embarazos “no es una idea bien vista por los sectores religiosos conservadores”.
La otra cara de la realidad
En Ecuador, la realidad se impone por sí misma. La maternidad adolescente provoca pérdida social y económica, porque disminuye las opciones de educación y las niñas quedan atrapadas en círculos de pobreza. La niña embarazada es candidata ideal a la pobreza. Su condición maternal prematura afecta a su familia, a la vulneración de sus derechos y a la desigualdad y equidad de género.
Si consideramos que la edad promedio para el término de la escolaridad es de 17 años, en el país esa cifra se ve alterada por el embarazo adolescente en estudiantes del sistema educativo nacional. Ecuador -en 2015- registra 6.487 estudiantes (entre 15 y 19 años), que abandonaron sus estudios por embarazo. De esa cifra, 3.641 son de enseñanza básica y 2.846 de enseñanza media y bachillerato. Esta estadística se relaciona con los 316 millones de dólares proyectados por perdida de ingresos futuros, debido a la deserción escolar. En 2010 se registraron 61.405 nacidos vivos de madres adolescentes, y en el 2016 la cifra baja a 53.878, es decir, un 12,2% menos.
¿Cuánto cuesta a país el embarazo adolescentes? Según datos logrados en investigaciones nacionales, Ecuador invierte 14,3 millones por atención médica, controles y partos (aborto 3%, complicaciones 49%, partos vaginales 30%, cesáreas 17%) de niñas menores de 19 años. En 2015 los costos de la no prevención fueron de 331 millones de dólares. Esa cifra representa 17 veces más que los costos de prevención que ascienden a 27,6 millones. El país gasta cada año 67,8 millones en atención de embarazos no intencionados.
En la región, el 53% de latinos reclama educación sexual para prevenir embarazo adolescente no planificado. Ecuador ha implementado diversos métodos que requieren de evaluación y análisis de resultados. Uno de esos métodos “didácticos” consiste en hacer vivir a una adolescente “la experiencia de la maternidad”, cuidando robots que se comportan como seres vivos y registran la calidad de los cuidados recibidos. El muñeco llora por comida, llora por aseo, y llora por despertar a sus padres en la noche. El programa intenta demostrar cómo “disminuye calidad de vida dela madre por los desvelos invertidos en asear y alimentar al bebe”. Programa Bebe piénsalo bien supone invertir 35 dólares por robot, para pasar con el muñeco 3 días y 3 noches de cuidados maternales.
La vías posibles
El tema amerita arrancar de un principio básico: la maternidad no es la única opción de vida, la mujer tiene todo el derecho de disponer de su cuerpo y sus funciones orgánicas. Un primer paso es cambiar el chips del mito de la maternidad como la actividad más “sublime de la mujer”. Separar el sexo de la eventual maternidad, supone reconocer que la mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo, y uno de esos derechos es el control prenatal, el aborto legal y seguro y la no criminalización de las medidas de planificación familiar.
Se sabe que 2 de cada 3 embarazos no son deseados entre los adolescentes. Ante esta realidad no ha resultado suficiente repartir anticonceptivos, sin implementar estrategias de educación sexual y comunicación. En lo público se facilita el acceso a servicios de planificación, pero no se logra erradicar el alto índice de embarazos adolescentes. Desde el ámbito educativo, la complejidad del tema impone ensayar otras estrategias basadas en temáticas de género, educación sexual y reproductiva que pudieran introducirse en el aula de clases. El maestro debe contar con guías de apoyo curricular para abordar el tema de manera integral, con claros protocolos de actuación frente a la maternidad y paternidad responsables.
Para emprender la solución estructural es preciso reconocer las taras que lo impiden. Se debe superar los prejuicios conservadores de pseudo valores “familiares” moralizantes. Es necesario contemplar los enfoques de derechos adolescentes con sentido práctico y sin discrimen de ninguna naturaleza.
El Estado tiene la obligación constitucional de invertir en prevención del embarazo adolescente y satisfacer la demanda de planificación familiar. Es hora de implementar políticas enfocadas en la reducción del estigma, asegurar acceso a la atención oportuna y de calidad del embarazo adolescente y complicaciones obstétricas relacionadas con el aborto. A mayor criminalización, más abortos y complicaciones obstétricas. En términos técnicos los especialistas enfrentan el reto de mejorar guías y protocolos de atención a usuarias de servicios de salud sexual y reproductiva y las autoridades deberán también, mejorar el registro de abortos clandestinos, ilegales e inseguros.
El deber de una sociedad incluyente es proteger los derechos de adolescentes y jóvenes a tener control y decidir libre, y responsablemente, en asuntos relacionados con la salud sexual y salud reproductiva, proveerlos de educación integral para la sexualidad con programas de educación implementados desde la infancia. Acaso solo así Angélica deje de ser el número de una hipócrita estadística y sea vista como el ser humano que la sociedad debe proteger, como una promesa de vida.