Esta metáfora nos hace pensar en dos escenarios: un río que hace de frontera natural entre Ecuador y Colombia, en medio de una selva húmeda y ardiente. Corredor del tráfico de drogas y contrabando y violencia paramilitar y, ahora, blanco del terrorismo. Este caserío fronterizo llamado Mataje, -¿alusión a su condición violenta?- ahora frontera restringida, fue escenario -hace unos días- de una explosión provocada por un artefacto escondido en una caneca que contenía nitrato de sodio, diésel y metal. La trampa acabó con la vida de tres marinos -Luis Mosquera, Sergio Cedeño y Jairo Sandoval- y dejó dos heridos graves. Esta es la frontera caliente que nos hace pensar en un retorno a la inseguridad nacional.
Mataje fue construido hace una década y consta de una escuela y un centro médico. Entre el caserío se advierten algunos locales comerciales y de diversión que atienden a campesinos, agricultores, traficantes de mercancías y patrullas militares. La población es mestiza, pero de predominantes rasgos afrodescendientes. Alrededor del pueblo se extiende el verde interminable de la selva, bajo un hálito de calor sofocante.
Conocimos el lugar hace algunos años, haciendo reportajes para la televisión ecuatoriana. El historial de violencia de la zona, no es cosa reciente. En este sitio hay un playón a orillas del río, a dos kilómetros del puesto de asentamiento de la Marina, donde en febrero del 2001, narcotraficantes hicieron volar la camioneta del teniente político de San Lorenzo, Milton Guerrero, secuestrado y asesinado con su hija Paola. Junto a ellos murieron torturadas ocho personas vinculadas con las víctimas. En septiembre del 2003, en las calles Eloy Alfaro y José Garcés, casco central del cantón San Lorenzo, seis hombres asesinaron a dos ciudadanos colombianos, quienes recibieron más de 20 balazos cada uno. Ese mismo mes, cuatro muertos y una cantidad aún no determinada de personas desaparecidas, se presume que sean más de 20, son el balance parcial de una incursión armada ocurrida en la zona de frontera, muy cerca de la población de Mataje, en el límite con Colombia.
En la actualidad, el historial de violencia en Mataje se repite. En la zona operan seis grupos irregulares provenientes del departamento colombiano de Tumaco. En estos días su actividad es intensa debido a la cosecha de coca, producto que deben sacar de la frontera colombiana y exportarla desde costas ecuatorianas. Los grupos que operan en Tumaco -según versión de prensa- aplican la ley del metal: plata para los colaboradores, plomo para los opositores. Una sentencia aplicada, sin juicio, por las organizaciones narcotraficantes que dominan la zona. Este año en la frontera caliente han estallado tres aparatos explosivos. Un coche bomba en el destacamento policial en San Lorenzo, una bomba en el retén de la Marina en Borbón y otro explosivo en la carretera a Mataje.
La frontera caliente está más vigilada que de costumbre. Una información de prensa resume así las medidas de seguridad: Las Fuerzas Armadas, la Policía y el Municipio de San Lorenzo aplicarán desde hoy un plan para dar más seguridad a las parroquias de la línea de frontera. No se permitirá la entrada ni salida de ninguna persona desde las 22:00 hasta las 05:00. Esta acción incluye a Mataje, donde desde antes se realizan controles exhaustivos para vigilar a las personas y vehículos que circulan hacia el poblado. Otra medida es la suspensión de la libertad de asociación y de reunión, para lo cual se prohibió que bares, discotecas y otros centros de diversión atiendan más allá de las 22:00. Este trabajo está a cargo de los infantes de Marina, las 24 horas del día.
Más allá de la crónica militar, la situación de la frontera norte colombo ecuatoriana, nos obliga a reflexionar acerca del futuro de la región y del país en su conjunto. ¿Retornarán los días de inseguridad en la frontera, zona vulnerable y vulnerada tantas veces por las fuerzas paramilitares, guerrilleras y narcotraficantes? El gobierno ha prometido un plan de control riguroso, una investigación exhaustiva y un nuevo empoderamiento estatal en la región. Frías y drásticas decisiones anunciadas por las autoridades para bajar la intensidad a una frontera siempre caliente.