A diferencia de la suerte de la izquierda, la derecha unida jamás será vencida. Esta afirmación tiene asidero histórico en las diversas ocasiones en que la tendencia se enfrentó electoralmente unida; el 2013, o cuando lo hizo dividida el 2017 y fue derrotada. Esta vez, en la perspectiva del 2019 y 2021, años de elecciones secionales y presidenciales, representantes de las trincheras nebotistas y lassistas, afilan el lápiz para hacer cuentas electorales. El banquero Lasso anunció su candidatura a la Presidencia de la República. Mientras tanto, los socialcristianos y sus aliados consideran que primero deben pasar las elecciones seccionales para luego pedir al alcalde guayaquileño que sea el candidato.
En el terreno político, una dinámica gimnasia legislativa tiene lugar en la Asamblea Nacional, con ejercicios políticos de diversa laya. Bajo la figura de una «reestructuración parlamentaria», se mueven las frutas en el reordenamiento del poder, conforme una nueva correlación de fuerzas políticas. En ese avatar, la derecha se muestra desunida por diferencias que suelen ser de forma y de representatividad, pero a la hora de las decisiones de largo plazo, representan similares intereses clasistas.
La pugna por el “protagonismo opositor” que libran socialcristianos y la derecha bancocrática en la Asamblea Nacional, tiene expresión en rencillas de poca monta, cuando de fondo existen coincidencias estrategicas que los hace actuar de la mano en decisiones trascendentales, como el odio al correísmo. No obstante los compadres peleados por quítame esta pajas, se dicen de todo en el parlamento, y ambas tiendas políticas muy cercanas ideológicamente, protagonizan una áspera pelea en la Asamblea. CREO critica al PSC su apoyo a PAIS, concretamente en la elección de Elizabeth Cabezas como presidenta del Legislativo. Y Nebot no termina de «tragar» políticamente a Lasso.
Ya en el campo de lo cierto, la pugna tiene expresiones cotidianas en las redes y perfila a quién se presenta ante el electorado como la verdadera oposición al gobierno de Lenín Moreno. “Ayer ratifiqué cuán honrado me siento al saber que formo parte del grupo en donde está la voluntad de cambio, en donde está el futuro de mi país y mi ciudad”, escribió el asambleísta de CREO, Diego Salgado. El mensaje iba acompañado de una imagen en donde se colocaba a todas las organizaciones políticas en un extremo y a CREO en la oposición.
Lasso, en sus trasnochados insomnios de poder, no descarta la posibilidad de presentarse como candidato a la Alcaldía de Guayaquil. Pero lo piensa mejor y sopesa la contienda que lo llevaría a un enfrentamiento el próximo año con Cynthia Viteri o Doménica Tabacchi, delfinas de Nebot que también se perfila como firme postulante a la presidencia en el 2021. Este escenario nuevamente descola a moros y cristianos en el flanco de la derecha, tendencia en la cual tienen expresión ambiciones personales, apetitos de poder regionales y, por qué no decirlo, hasta preferencias del lider socialcristiano por una u otra candidata. La bancocracia por su parte, se mantiene a la expectativa del devenir electoral. Lasso sigue siendo su fuerza de reserva, aunque en esta coyuntura de transición del nuevo gobierno, está más interesada en recuperar sus negocios financieros -como el dinero electrónico, entre otros- que sentarse en la movediza silla de Carondelet.
Los socialcristianos, más orgánicos y duchos en materia de alianzas, mantienen tibias proximidades con el gobierno, en la perspectiva de moverse con flexibilidad, según sean las decisiones parlamentarias o futuros pactos que imponga el devenir electoral. No está demás recordar que la derecha tiene un fino instinto político de clase que no traiciona jamás: la derecha unida, jamás será vencida.
En el terreno económico, fuera del ámbito parlamentario, la política se hace con sentido más estratégico, menos inmediatista y la derecha ecuatoriana juega al titiritero tratando de mover los hijos del poder desde fuera del Palacio. Y en ese singular artilugio de la política, resulta más discreto mantener las apariencias y no aparecer con perfil alto, a la hora de la foto con los aliados. Una presión sutil, pero constante, ejerce la derecha al gobierno para que éste alinee sus políticas económicas públicas, sobre todo en lo laboral, a las expectativas del recetario neoliberal. Síntoma evidente es la salida del ministro Carlos De La Torre, de incómoda presencia para los representantes del sector empresarial. La presión sobre Raúl Ledesma, ministro del trabajo, formaría parte de ese intento derechista de gobernar sin gobierno, de influir desde la tramoya en temas tan sensibles como la “precarización y flexibilizacion laboral”, decisión ministerial que pasa por definir el monto del salario básico. Ledesma ha dicho que para decidir “tomará en cuenta variables como la rentabilidad de las empresas, el crecimiento económico proyectado, la inflación y la canasta básica. Segun Ledesma, también lo señala la Organización Internacional del Trabajo: “Me da vergüenza que el salario básico sea materia de una negociación, es antitético”.
La vieja aspiración de las elites empresariales del Ecuador, -escribe el historiador Juan Paz y Miño, en un análisis coyuntural- que en los años 90 del siglo XX proponían que el salario de los trabajadores debía fijarse en función de la productividad de los mismos, la eficiencia en la empresa y el cumplimiento de metas productivas, es una visión neotaylorista basada en la superexplotación de la fuerza de trabajo”.
Por los caminos de la derecha, el gobierno deberá decidir si toma la ruta junto al pueblo trabajador o en contra de sus intereses vitales. Paz y Miño enciende la alerta: “Si la política laboral del actual gobierno se inclina por los conceptos neoliberales y empresariales, se habrá perdido la visión social latinoamericana que viene desde décadas pasadas, porque ha sido fruto de avances y luchas por una sociedad mejor, en la cual los derechos de los trabajadores y su bienestar son los que tienen primacía. En el siglo XXI es necesario cambiar la conciencia colectiva y, ante todo, la empresarial, para que se entienda bien que el trabajador ecuatoriano y latinoamericano es un ser humano cuyas condiciones de vida, de bienestar y de progreso deben primar por sobre los simples intereses rentistas de los propietarios del capital y de la riqueza”.