De acuerdo con la información, el Ministro de Trabajo dice que se trabaja en una propuesta para el cálculo del «salario básico» que tomará en cuenta variables como la rentabilidad de las empresas, el crecimiento económico proyectado, la inflación y la canasta básica que, según él, también lo señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT); y añadió: “Me da vergüenza que el salario básico sea materia de una negociación, es antitético”.
Debo recordar que esa es una vieja aspiración de las elites empresariales del Ecuador, que en los años 90 del siglo XX proponían que el salario de los trabajadores debía fijarse en función de la productividad de los mismos, la eficiencia en la empresa y el cumplimiento de metas productivas. Es la visión neotaylorista basada en la superexplotación de la fuerza de trabajo. Es también la típica visión neoliberal sobre el trabajo.
Además, para la OIT está claro que el «salario mínimo» debiera establecerse de acuerdo con las prácticas y condiciones nacionales, sobre dos bases: a) las necesidades de los trabajadores y de sus familias tomando en cuenta el nivel general de salarios en el país, el costo de vida, de las prestaciones de seguridad social y del nivel de vida relativo de otros grupos sociales; y b) los factores económicos, incluidos los requerimientos del desarrollo económico, los niveles de productividad y la conveniencia de alcanzar y mantener un alto nivel de empleo.
Pero también hay que contemplar que estamos hablando de América Latina, la región más inequitativa del mundo, y del Ecuador, un país que todavía ocupa uno de los primeros puestos en esa situación.
De manera que lo que se impone no es la pura «eficiencia productiva» que quieren los empresarios, sino la búsqueda de equidad y de buen vivir para nuestros trabajadores.
La negociación no es antiética. En Alemania, por ejemplo, la negociación es asunto obligatorio entre las empresas y los sindicatos. No sé si esto le dará vergüenza al ministro.
Si la política laboral del actual gobierno se inclina por los conceptos neoliberales y empresariales, se habrá perdido la visión social latinoamericana que viene desde décadas pasadas, porque ha sido fruto de avances y luchas por una sociedad mejor, en la cual los derechos de los trabajadores y su bienestar son los que tienen primacía. En el siglo XXI es necesario cambiar la conciencia colectiva y, ante todo, la empresarial, para que se entienda bien que el trabajador ecuatoriano y latinoamericano es un ser humano cuyas condiciones de vida, de bienestar y de progreso deben primar por sobre los simples intereses rentistas de los propietarios del capital y de la riqueza.