Cuando Hegel asimiló el espíritu absoluto a una idea superior, hacía referencia a que cada época tiene un espíritu dominante que la caracteriza. El Espíritu Absoluto hegeliano de una época, trasciende los límites impuestos y alcanza toda la verdad bajo la forma de la razón. Ciertos personajes, pensaba Hegel, encarnan ese espíritu absoluto de su tiempo. Stephen Hawking, físico teórico recientemente fallecido a sus 76 años es, a no dudarlo, uno de aquellos seres hegelianos que regentan con su palabra y obra, una época.
Hawking legó a la humanidad saberes que, sea lo que fuere de verdad en la ciencia, éstos están contenidos de una manera mucho más alta y más libre de todas sus limitaciones. Convertido en “ícono de la cultura contemporánea, decidió utilizar su talento para tratar de aproximar al público en general a los grandes problemas del Universo: ¿Qué es? ¿Cómo nació? ¿Cuándo se va a acabar?” Junto a Roger Penrose, enunció que la Teoría de Relatividad general de Einstein “implicaba que el Universo deba tener un origen único, en el conocido Big Bang y, además, la necesidad de que existan estrellas tan poderosas y masivas, cuya gravedad no dejaba salir nada de ellos, ni siquiera la propia luz”.
Dedicado al estudio de esos gigantes estelares -conocidos como hoyos negros-, descubrió que éstos deberían emitir algo para no vulnerar la segunda ley de la termodinámica (entropía), lo que antes se pensaba imposible. Sus conclusiones afirman que éstos emitían un tipo de radiación conocida como la radiación Hawking. Su obra capital, Breve historia del tiempo, vendió más de diez millones de ejemplares en todo el mundo y eso es una auténtica hazaña para un texto de física. Popularizó conceptos cosmológicos y consiguió que personas que antes no se habían ocupado nunca de la ciencia descubrieran que la investigación es apasionante.
Él en sí mismo encarnó una evolución similar al objeto de su estudio: la humanidad que ve mutar sus potencialidades. Afectado por un mal degenerativo diagnosticado a sus 22 años de edad, su cuerpo perdió movilidad al punto de quedar recluido en una silla de ruedas. El pronóstico médico no le auguraba más de dos años de vida, pero lejos de derrumbarse decide vivir.
Al poco tiempo, no puede escribir y se comunica oralmente, dictando sus pensamientos. Finalmente, pierde el habla, atrapado en su cerebro, inventa un sistema digital para comunicarse, a través de una computadora que detecta los movimientos de sus ojos y mejillas, y emite su voz sintetizada. Esa transmutación de ser natural a una especie de robot humano, sincretiza el devenir de la humanidad en un universo esencialmente tecnológico, regido ya no por las ideas, sino por la capacidad vertiginosa de compilar información y transmitirla por medios electrónicos.
El espíritu de superación personal de Hawking -venciendo todas las dificultades físicas y espirituales-, es acaso uno de sus más potentes legados a la humanidad. Su postrer pensamiento encarna la vital necesidad del espíritu de nuestro tiempo: “Nunca renuncies a tu pasión. Recuerda siempre mirar arriba a las estrellas y no abajo a tus pies. El trabajo que se inspira en la pasión le da sentido y propósito a una vida que está vacía sin aquello. Si eres lo suficientemente afortunado para encontrar el amor, acuérdate de que está ahí y no lo malogres”.