Acompañar, siempre será considerado un verbo amable. Una promesa amorosa y necesaria que resarce el sentido gregario del ser humano de estar integrado como parte de un colectivo, de no estar solo en el mundo. Sus sinónimos refuerzan esta idea: seguir, conducir, escoltar, agregarse, añadirse, unirse, juntarse, asociarse. De allí que una de las promesas mejores vistas en la actualidad, es cuando alguien ofrece “un valor agregado”, es decir, que su acción primaria viene acompañada de un plus.
Sentirse acompañado es una de las sensaciones más gratas del ser humano; el amor acompaña, la amistad acompaña, la solidaridad acompaña. Y la compañía empodera. Ese poder dado por el otro se suma a nuestra debilidad, transformándola en poder, y a nuestro propio poder, redoblándolo. El amor enseña, y ese aprendizaje es un acto de amor reciproco. Si a esa didáctica de los sentimientos agregamos el valor de hacernos mejores seres humanos, estamos hablando que amar y ser solidario son verbos que se conjugan en un acompañamiento de insospechadas y maravillosas consecuencias.
En educación, hablar de acompañamiento pedagógico resulta un insumo vital para los usuarios del sistema educativo. Dicho acompañamiento se convierte en una estratégica política pública de formación orientada a la mejora de las capacidades de los docentes, a través de un proceso de mentoría que se realiza en las propias aulas. Por demás está decir que la vida del sistema académico palpita o declina en el aula. Todo lo que ocurra allí, ocurre al sistema, y viceversa. Por esta razón -según el experto, Juan Samaniego-, “el programa Acompañamiento Pedagógico en Territorio (PAPT) del Mineduc prioriza escuelas que presentan bajos perfiles de rendimiento académico, así como problemáticas relacionadas con fracaso y rezago escolar y baja participación de familias en los procesos escolares”.
Ya en la práctica, un diagnóstico preliminar revela evidencias que hay que tomar en cuenta. Pese a los logros alcanzados en la educación en términos de cobertura, acceso, infraestructura e incremento de docentes, persisten problemas fundamentales de calidad e inclusión, algunos de ellos de carácter estructural, sobre los cuales es preciso intervenir para asegurar el derecho a una educación de calidad, según señala Samaniego.
Puesto en blanco y negro, el sistema evidencia “baja centralidad que se ofrece a los aprendizajes”, que se expresa en bajos aprendizajes y rendimientos académicos, cuyo mayor impacto radica en las limitadas capacidades de lectura y escritura. El rezago escolar es un fantasma que ronda el aula: una importante cantidad de niños, niñas y adolescentes abandonan la escuela porque perciben que no aprenden y, por tanto, carece de sentido avanzar. El “limitado número de asesores educativos”, unido a una “ausencia de visión de territorio y de los circuitos educativos como redes pedagógicas de apoyo y trabajo conjunto, constituyen los nudos críticos del sistema educativo. Por tanto, se colige que existen Distritos Educativos (unidad territorial) “sin capacidades pedagógicas para apoyar a las escuelas; preponderante peso de funciones administrativas”.
Esta herencia sistémica es abordada con realismo y decisión, manifiesta Juan Samaniego, y por ello, el programa plantea que los estudiantes de 1ro a 4to año de Educación General Básica alcancen una mejora de los aprendizajes de lectura y escritura y logren consolidar un nivel de rendimiento académico que les permitan afianzar el proceso escolar y superar con éxito las circunstancias que se vinculan con el fracaso y rezago escolar.
En esa línea de acción, el desarrollo de metodologías efectivas para el aprendizaje de la lectura y la escritura resulta de vital importancia, ya que provoca una “mejora general de aprendizajes” y una ostensible disminución de las “causas del fracaso y rezago escolar”. Al mismo tiempo, fortalece la “capacidad educadora de las familias” y la capacidad de las escuelas para emprender “procesos pedagógicos innovadores”.
Para alcanzar sus objetivos, la estrategia del PAPT consiste en implementar un sistema de mentoría en terreno para apoyar a los docentes de 1ro a 4to año de EGB. El mentor es un capacitador a domicilio, en este caso, al aula que llega a la escuela y trabaja junto al docente para realizar “en vivo” las demostraciones de métodos pertinentes. La formación de mentores se la realiza en talleres y asistencia en el desempeño en el aula, en un programa académico de 330 horas de duración, encargado a la Universidad Andina.
El programa avanza viento en popa. En su primera fase a nivel Sierra, desde septiembre de 2017, se aplicó en 189 escuelas abarcando 4.209 docente y 86.547 estudiantes. En un segunda fase en la Costa, desde abril del 2018, se espera aplicarlo en 720 escuelas, involucrando a 5.420 docentes y 162.600 estudiantes. En la tercera fase a nivel Sierra, desde septiembre del 2018, el programa será implementado en 284 escuelas, integrando a 6.000 docentes y 120.000 estudiantes.
La mentoría prioriza el desarrollo de metodologías para el aprendizaje de la lectura y la escritura. Samaniego señala que los docentes a cargo de 1ro a 4to año de EGB, aprenden la lectura y la escritura bajo “una metodología basada en el enfoque comunicativo-semántico que consta en la propuesta curricular MinEduc de 2010 y 2016”. La idea es que a los estudiantes les guste y se interesen por leer y escribir, se comuniquen oralmente, comprendan textos escritos y produzcan textos usando procesos para escribir. En este sentido, el acompañamiento pedagógico cuenta con otros programas de apoyo del MinEduc: Yo Leo y Nuestras Propias Historias, que fomentan el amor por la lectura y la pasión por escribir lo que nos ocurre cotidianamente a padres, estudiantes y profesores. A la fecha el programa es un éxito que exhibe ya varios miles de historias escritas en el seno del sistema educativo. Este apoyo, a cargo del escritor Luis Zúñiga, mentor de los afectos por la lectura y la escritura, confirma que el Ecuador escribe y lee en el seno de la familia.
Educar es un acto fecundo de amor. Aprender es el fruto de una semilla puesta en el corazón y en la mente de nuestro niños, niñas y adolescentes. Acompañarlos en esa tentativa infinita, es un gesto que nos compromete a todos.