El terminal aéreo de la ciudad de Guayaquil luce en calma. A esas horas el tráfico aéreo se hace menos intenso. En el área de aparcamiento de la pista está el avión de la compañía Latam. Todo parece transcurrir sin novedad y los dispositivos de seguridad no alertan de nada anormal. En un momento, dos adolescentes, Luis Miguel de 16 años y su primo Marco Vinicio de 17 años logran ingresar al compartimento del tren de aterrizaje de la nave, sin que ningún sistema de vigilancia lo impida.
Durante la maniobra de taxeo de la nave Latam, el comandante confirma a control su plan de vuelo con destino a los EE. UU, y el control de tierra autoriza para pushback y taxeo. Mientras esto pasa, los dos pilotos se encargan de realizar un checklist, verificando que todo en la cabina de mando y en los controles de la aeronave estén en sus parámetros correctos para lograr un despegue exitoso. El controlador le indica al piloto la altura de ascenso y la frecuencia de comunicación para pasar a control de la torre, quien finalmente es el que autoriza el despegue.
Se inicia el decolaje y la nave de Latam, rápidamente toma velocidad sobre la pista norte. Cuando alcanza su velocidad en la primera fase del despegue, la nave se eleva y las compuertas del tren de aterrizaje abren un espacio para retraer las ruedas del avión. En ese momento dos cuerpos humanos caen al vacío y se estrellan contra el asfaltó de la pista. La muerte cae del cielo y se lleva en sus brazos a los dos muchachos que ya no podrán vivir el sueño americano.
En esos instantes en que el avión prueba su sistema de frenos, potencia y sistemas de seguridad, nadie se enteró -dentro o fuera del avión- de la presencia de los dos polizontes en el sistema más sensible del avión: el tren de aterrizaje.
El tren de aterrizaje, es la parte de cualquier aeronave encargada de absorber la enegia cinética producida por el contacto entre la aeronave y la pista durante la fase de aterrizaje y despegue. La retracción y extensión del tren, y el mecanismo de cierre de las compuertas del tren de aterrizaje están controlados por una palanca de control. Al accionar la palanca las ruedas del tren se frenan, mientras que al mismo tiempo se abren las compuertas del avión.
¿Se puede sobrevivir en el tren de aterrizaje?
Los expertos afirman que lo primero que afronta un polizón en el compartimento del tren de aterrizaje es la alta temperatura generada por la fricción, así como la de ciertos fluidos hidráulicos, que pueden acarrear serias lesiones y quemaduras. A medida que el avión sube, esa temperatura desciende a niveles poco soportables. Se estima que a los 2o mil pies de altura, la temperatura es de -25 °C; a los 30 mil es de -45 °C; y a los 39 mil, prácticamente la altura a la que llegó el joven de las noticias, hay tan solo -62 °C. El viajero ilegal comienza a sentir los efectos de la disminución del oxígeno o hipoxia. De esta manera, baja la presión parcial del oxígeno, llegando a niveles inferiores a los que requiere el cerebro humano para mantenerse consciente y alerta.
Los médicos confirman que con la mezcla fatal de hipoxia y baja temperatura, el polizón corre el riesgo de sufrir síndrome de descompresión o embolia gaseosa a causa del nitrógeno. La única forma que el cuerpo humano tiene de sobrevivir a condiciones tan extremas es apagar el hipotálamo (parte del cerebro que regula nuestra temperatura) y bajar el ritmo metabólico del cuerpo de acuerdo a las exigencias ambientales, tal como sucede con algunos animales ectotérmicos. El organismo entra en estado de hibernación. Si el viaje no es demasiado largo, y el polizón sobrevive a estas condiciones extremas, sin daño cerebral o cardiovascular, a medida que el avión va llegando a destino y baja progresivamente de altitud, el cuerpo empieza a reoxigenarse y la temperatura irá en aumento.
De acuerdo a un estudio realizado por la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA, por sus siglas en inglés), entre 1947 y 1993, de las 105 personas que han intentado volar en el tren de aterrizaje de 94 vuelos distintos, 25 han sobrevivido. La mayoría de las personas que intentan esta hazaña caen del avión durante el despegue o mueren congeladas durante el vuelo.
La grande historia de Luis Miguel de 16 años y su primo Marco Vinicio, oriundos del Cañar, forma parte del drama de los migrantes ilegales que viajan a los EEUU en busca de mejores días. Las autoridades tienen que investigar cómo y porqué los dos jóvenes lograron abordar el avión sin ser pasajeros y sin ser descubiertos en el tren de aterrizaje.
Las preguntas de rigor: ¿Tiene todas las normas de seguridad a punto el aeropuerto de la ciudad de Guayaquil? ¿Será que los procedimientos a los que está obligado el personal de tierra y tripulación de las naves que operan en ese aeropuerto, se cumplen sin contratiempos? ¿Quién garantiza que en lugar de dos adolescentes polizontes, el día de mañana terroristas de cualquier color se infiltren en una nave para instalar un artefacto explosivo en una de las partes de la nave, como el tren de aterrizaje, sin que nadie lo detecte?.
Mientras las autoridades ensayan la respuesta, el célebre Doménico Mogduno nos dice en su canción Volare:
Entonces, de repente estaba siendo secuestrado por el viento
y empecé a volar en el cielo infinito.
Volare, oh oh
mientras que el mundo poco a poco desapareció
Cantando, la muerte también puede caer del cielo.