El ambiente es tenso. El niño de 11 años lleva dos horas y media haciendo deberes escolares en el comedor de su casa. El profesor de matemáticas le mandó a resolver diez “problemas” de fracciones, que se suman a la lectura que debe hacer del libro de biología sobre especies en peligro de extinción. A las seis de la tarde su cansancio y hastío es evidente. Al menos, ya logró escribir las 20 oraciones gramática que le encargó “la profe” de castellano. A estas horas, el niño casi desfallece. La tarde se diluye en un ambiente mortecino y entre gritos de la madre apurándolo a concluir sus “tareas” y la algarabía de sus amigos del barrio que lo llaman insistentemente a jugar en la calle, el niño solo quiere ir a dormir para olvidar un día insoportable.
Esta escena es autobiográfica. Tuvo lugar hace ya muchos años en otra ciudad de otro país. Sin embargo, cuando mi hija me dice que mi nieta Romina -de 12 años-, pasa hasta cuatro horas torturada haciendo los deberes de la escuela, pienso: nada cambia en el sistema educativo latinoamericano. Ni la historia, ni al geografía diversas marcan diferencias que nos confirmen que la “pedagogía” aplicada en las escuelas públicas y privadas, están orientadas a la realización -no solo la “formación”- armónica e integral de la niñez y la adolescencia.
Al cabo de algunas décadas veo en el Facebook un video en un portal llamado “Quiero ser maestro” en el que un sujeto de mediana edad, con pretensiones histriónicas, hace un monólogo que en resumidas líneas increpa a “las autoridades educativas” porque, según él, están promoviendo “la vagancia y creando una atmosfera de facilismo de nuestros estudiantes” y “perdiendo la autoridad del profesor que manda deberes a los alumnos”. El video proyecta una fuerte carga demagógica de quienes, amparados en el anonimato y con claros propósitos políticos, «argumentan» sin fundamentos técnicos, una situación que merece un tratamoiento en todo caso más, serio.
Con lujo de detalles el video se refiere a un acuerdo emitido por del Ministerio de Educación con fecha 3 de octubre del año 2016, aún vigente, que establece la normativa acerca de los deberes escolares enviados a domicilio en el sistema educativo ecuatoriano. En su parte medular, el documento al que el “actor” cómico hace alusión, señala que para los chicos de 2do, 3ro y 4to de Enseñanza Básica hacer deberes les debe tomar entre 30 a 40 minutos; a los de Educación Media de 40 a 60 minutos, a los de Educación Básica Superior de 60 a 80 minutos, y a los estudiantes de Bachiller General Unificado, máximo dos horas.
Adicionalmente al acuerdo ministerial, la institución educativa entregó a los maestros, a inicios del 2017, una guía para asignar correctamente, en cada área del conocimiento, deberes a los pequeños a quienes no se les debe mandar a investigar, sino a indagar, actividad más bien reservada para estudiantes de cursos superiores.
El Ministerio de Educación argumenta que “los deberes son importantes, porque desarrollan la autonomía, es decir la capacidad de que el estudiante decida cuándo y cómo organizar su tiempo de trabajo escolar en el hogar”. La experta Laura Barba, Directora de Mejoramiento Pedagógico, señala que “no debe haber una carga excesiva de trabajo, porque existe un tiempo que una persona ocupa para concentrarse de acuerdo a su edad. No se puede pedir a un niño de siete u ocho años que se concentre dos o tres horas, es imposible”. Un niño de seis años tiene un tiempo de concentración de 60 minutos máximo, lo ideal es 30 minutos, a partir de ese tiempo un deber obligado se convierte en suplicio. Esta teoría esta fundamentada en investigaciones pedagógicas y neurolingüísticas que demuestran que el nivel de concentración dependen de la edad de la persona y esos niveles son óptimos o negativos. Un niño se concentra activa y positivamente durante treinta minutos, los otros treinta minutos es bajo presión y exigencia lo que va en detrimento del aprendizaje, según los expertos.
Antes del acuerdo ministerial los momentos para desarrollar los deberes escolares en casa no estaban temporalizados. Con la disposición se determinó que las tareas ya no podían durar cuatro a cinco horas y se logró reducir en un 30% el tiempo asignado a esa actividad. Los deberes escolares a domicilió deben contribuir al aprendizaje, caso contrario no se cumple con el objetivo pedagógico.
Los especialistas educativos sostienen que los deberes excesivos generan problemáticas familiares, debido a que la rutina es que los padres regresan a casa de su jornada laboral a las 7 de la noche y obligan a sus hijos “a hacer los deberes”, el cansancio mental de padres e hijos genera conflictos familiares en un clima de exigencia que termina en castigos y violencia intrafamiliar. Laura Barba sostiene que “no existen mediciones anteriores” acerca de cuánto incrementan el aprendizaje de niños o adolescentes los deberes escolares. Se trata con frecuencia de una práctica docente fundamentada en el “infringir poder” a través de las calificaciones y las obligaciones: ¡si te portas mal, te mando más deberes!
Los deberes deben cumplir con algunos requisitos: cuando el deber está pensado “en relación al significado, que sea significativo para el estudiante sí tiene valor, si es repetitivo no, porque no deja ningún beneficio”, señala Laura. Una lectura sugerida al estudiante y que debe buscar y leer con placer, tiene otro sentido distinto que repetir, mecánicamente, ciertos contenidos informativos proporcionados por el profesor en el aula. La clase inversa -sostiene Barba- es aquella en que el estudiante llega a casa, revisa un material y llega al dia siguiente al colegio, o a la escuela, a discutirlo con sus profesores y compañeros; eso cambia la dinámica pedagógica, porque el estudiante busca el conocimiento y en la escuela le da forma, sentido y se ejercita. En esta metodología de clase inversa también se utilizan los deberes escolares, pero como el acercamiento al conocimiento.
Los deberes bien asignados y en tiempos pedagógicamente adecuados, contribuyen a desarrollar el buen uso del tiempo libre del estudiante. El deber no debe servir para hacer “un refuerzo” de conocimientos. Esa idea es falsa, sostienen los expertos, porque el estudiante no puede reforzar algo que no adquiere en el aula. Nunca el deber es un refuerzo, solo tienen como objetivo acercar al estudiante al conocimiento que, al dia siguiente, debe ser reforzado en el aula ayudado por el docente que es un “mediador” del conocimiento.
El solo nombre “deber” tiene una carga de significado negativo que genera un bloqueo en el estudiante, por eso es que se prefiere llamarlos trabajos autónomos o actividades de acercamiento al conocimiento. Si el estudiante busca la sabiduría sobre un tema, se cumple el propósito de dicha actividad, pero si se pretende “reforzar” lo que no se apredió en el aula, no tiene sentido. Laura Barba sostiene que el decreto ministerial “se cumple a medias” y que falta un mayor seguimiento a su aplicación en colegios fiscales y privados. Tarea doméstica para los padres: exigir que los planteles educativos donde estudian sus hijos, cumplan con los tiempos, pedagógicamente, adecuados para realizar los deberes escolares. Caso contrario, seguirán siendo una turtura para niños y adolescentes y con la propia complicidad familiar.