Julio Cortázar, gran cronopio sabio en asuntos del amor, dejó escrita una obra que habría que decir, fue un acto de pasión de principio a fin. Su profundo humanismo, sentido de justicia, dignidad humanas y desmitificación de los falsos sentimientos, así lo confirman. Oriundo de Bélgica, Cortázar fue profundamente latinoamericano con una anchura universal que le proporcionaba su vasta cultura y visión politica. Su sabiduría abarcó aspecto de la vida cotidiana, de la lucha revolucionaria y del amor como, motor de la historia de los hombres y mujeres de este mundo.
No en vano residió durante tres décadas en Paris, la llamada capital del amor, donde murió en 1984. En su vida amorosa existen tres mujeres que dieron cuenta de su existencia junto al escritor; con dos contrajo matrimonio y con la segunda pareja, convivió. A la muerte de Carol Dunlop en 1982, su segunda esposa, quedó sumido en una depresión, que cuidó, además de la leucemia, su primera esposa Aurora Bernárdez. Luego fue enterrado junto a Carol en la misma tumba en el cementerio de Montparnasse.
Acaso, estas tres mujeres inspiraron algunas de sus más célebres sentencias acerca del amor.
“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. Desmitificadora frase que devuelve todo el poder existencial al sentimiento del amor. Ajeno a la voluntad humana, para Cortázar el amor es la fuerza que supera la capacidad volitiva del hombre, ejerciendo sus designios con todo el poder de un influjo casi sobrenatural.
En otra ocasión, Cortázar asoció el imán de la atracción humana al poder de la palabra:
“Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo. Lo que me gusta de tu sexo es la boca. Lo que me gusta de tu boca es la lengua. Lo que me gusta de tu lengua es la palabra”. La literatura adviene triunfal como leiv motiv y la palabra es el elemento esencial de la comunicación amorosa.
Como corolario del poder del amor, Cortázar atribuye a esta pasión una función transformadora de la vida:
«Vení a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará”. Notable analogía del poder ontológico del acto amoroso sobre el hombre, hecho por el amor y para el amor.
Cortázar, el gran cronopio del amor, amerita ser leído y releído en el día de este sentimiento esencial.