Vivimos días de carnaval, del festín de la carne y sus instintos. Como puntualiza A. Ubidia, carnaval coincide con las lupercales, llamadas así porque aludían al momento en que los lobos (lupus, en latín) terminaban su largo ayuno. Parodiando estas fechas, luego del largo ayuno de su «década perdida», no es extraño que la derecha política ecuatoriana busque el desenfreno de sus instintos de clase y, acabado el ayuno de los lobos neoliberales, vaya con todo a por el gobierno y sus politicas públicas.
Vivimos tiempos de lujuria política con voraces apetitos. La orgia neoliberal del capitalismo salvaje quiere reinventarse en el poder. En el Ecuador del carnaval político, la derecha regresa por sus fueros a imponer sus designios, reclamando espacios, botando y sugiriendo ministros, desestabilizando, complotando, lisonjeando, soplándole la oreja hasta al propio presidente Lenin Moreno para que cambie de rumbo político, y/o se enfile en el rumbo de los intereses económicos de la derecha. Y en ese afán, los representantes partidocráticos recurren -metafóricamente- a todas las forma carnavalescas que conocen: ocultando su verdadero rostro trás la máscara de la demagogia, desfilando en la antesala del poder con ideologías semidesnudas que dejan ver sus entrañas, ebrios de ambición y figuretero político sus voceros practican patéticas comparsas mediáticas, su lobby político coctelero es el otro escenario donde también «trabajan» en sus propositos.
En su carnavalesca forma de hacer política, la derecha y sus conspicuos representantes de la banca, los administradores de las recién concedidas aduanas, los especuladores con los negocios energéticos, los agroexportadores de la miseria, los eternos alcaldes apernados en sus cargos y negociados edilicios, los asambleístas y damiselas del cabildeo, los viejos amigos de viejas jornadas políticas de ultraizquierda, quieren darnos un carnaval previo al paquetazo político y económico. Este “carnaval”, cuya etimología proviene del término italiano “carnevale”, y éste a su vez del latín “carnem levare”, que significa “quitar la carne” (carnem: carne – levare: quitar), simboliza el festín antes de la tragedia. Es decir, “días de un fiestón para aguantar los 40 de sufrimiento”, fruto de las políticas de restauración conservadora y de reacomodamiento del país, a imagen y semejanza de sus voraces intereses y en contra de los derechos populares que pretende imponer poniendo, previamente, toda la carne en el asador.
Todo lo que sirva a sus propósitos, vale en la agenda carnavalesca. Un tratado de libre comercio TLC -aun cuando los gringos no muestran voluntad real de firmarlo- entre EE.UU. y Ecuador; poner fin a los impuestos comerciales y de las rentas empresariales, dejar abierta la puerta tributaria por donde fuguen sus capitales vía paraísos fiscales, implantar la flexibilización para incrementar la explotación laboral, retornar a la tercerización para eludir responsabilidades de seguridad social de los trabajadores, recuperar y fortalecer los negocios bancarios, recambio de todos los vestigios burocráticos correístas, derogar las leyes de plusvalía y de comunicación; privatización de los servicios básicos como agua, luz y otros, privatización de ofertas estatales que actualmente son derechos constitucionales, como la gratuidad de la salud y de la educación, acabar con el IESS para inaugurar el perverso emporio de la privatización de la seguridad social estatal, como en Chile, entre otras “sugerencias” hechas al gobierno. El presidente Lenin Moreno tiene la última palabra en el reto que le plantea la derecha: gobernar para el puebl o sin él.