A propósito de la muerte del poeta chileno Nicanor Parra acaecida hace unos días a sus 103 años de edad, sus antipoemas y artefactos han vuelto a ponerse en boga y a ser citados en homenajes y reseñas hecha al escritor. Uno de sus artefactos más célebres: la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas, resulta ser quizás el más expresivo para leer la realidad actual de la política latinoamericana. Con lúcido sentido dialéctico Parra, provocador mordaz, sugiere dos significancias: la izquierda y la derecha, unidas entre sí, no serán vencidas, y/o, la izquierda y la derecha unidas, cada cual en su trinchera, jamás serán vencidas.
La metáfora parreana tiene la poética dualidad del doble sentido, pero la politica imposibilidad de ser real. La izquierda y la derecha al unirse son invencibles o la izquierda y la derecha unidas en sí mismas no serán vencidas. La primera lectura es históricamente inviable, la segunda ha sido históricamente improbable, porque tanto la izquierda como la derecha actuando unidas, pero por separado, han sido vencidas en más de una oportunidad. Los casos de Cuba en 1959 y de Chile en 1973, son buenos ejemplos históricos. En el caso cubano una derecha unida al imperialismo yanqui fue vencida bajo la forma de una insurrección popular armada en el proceso de la Revolución Cubana. En el caso chileno, una derecha unida al imperialismo yanqui derrotó en lo militar a una izquierda políticamente desunida, bajo la forma de un golpe de Estado.
Si se puede o no trazar hoy una línea divisoria de la sociedad entre izquierdas y derechas políticas, es una realidad cuestionable. La respuesta tiene diversas aristas. ¿No será que en la posmodernidad existen discursos que con diversa intención aluden a una supuesta muerte de las ideologías? Es el caso de las tesis de uno de sus inspiradores “el cuasifilósofo Francis Fukuyama, quien afirma que después de la confrontación Este-Oeste la lucha ideológica y la historia han llegado a su final con el triunfo de la democracia liberal”.
Con el supuesto fin de la historia, tesis enfilada en el mismo sentido de la muerte de las ideologías, se ha decretado la muerte de los grandes relatos, de la lucha de clases y de todo discurso que remita a los ideales que abrazan una utopía emancipatoria del ser humano. Se apuesta en esta época a un vacío epistemológico -bajo el predominio caprichoso de lo tecnológico-, una falacia sospechosa que fomenta el populismo y el pragmatismo de la política sin principios y con dudosos fines, propio del dogmatismo fundamentalista de derecha.
Sin embargo, la “quietud ideológica” no existe, pero ninguna ideología es eterna porque obedecen a un contexto histórico siempre cambiante. Se trata de identificar entonces en la realidad social, cómo una determinada ideología tiene destinatario y favorece o perjudica a alguien en concreto. En cambio, un pretencioso eclecticismo político boga por la negación y, en el peor de los casos, por la conciliación de clases donde tendría lugar una acomodaticia tercera vía centrista que concilia la falacia de una izquierda y una derecha unidas con traición a sus principios.
Si es históricamente viable hablar de izquierdas y derechas en la actualidad, es menester proclamar el urgente y necesario debate ideológico, con tesis y antítesis, en una confrontación de ideas y no solo de pasiones. ¿Cómo sobrellevar la pasión y la razón política? El ser político y aquel que dice no serlo, deberían -en su proselitismo, el primero, y en su apoliticismo, el segundo- tomar posiciones racionales y pasionales, es imposible separar ambas conductas. Amerita reconocer que no siempre hemos logrado sostener esa justa equidad de actitud y hemos caído provocados por oscuras pasiones. No obstante, primar lo racional y prevalecer lo pasional, es propio de una cabeza fría y de un corazón ardiente, tesis que el viejo Lenin dejó escrita en los albores de la legendaria revolución bolchevique.
El periodismo moderno, llamado a dar cuenta de una sociedad divida por la lucha de intereses de clase, se ennoblece al hacerlo desde el privilegio de la diversidad informativa. El contraste de fuentes y la pluralidad de opinión, siempre serán un baluarte de ese periodismo serio, profesional y necesario. A la luz del artefacto metafórico de Parra, ese periodismo debe ser el primero en derribar mitos creados por una fantasía desprovista de imaginación.