Vivimos tiempos de indefención. Quienes están llamados a protegernos desde la institucionalidad del Estado, no lo hacen o lo hacen a medias. La población más vulnerable a la agresión y violencia de todo tipo, son los niños, niñas y adolescentes. Frente a delitos sexuales, ellos y ellas son el blanco más fácil que deja el oscuro estigma del abuso perpetrado en contra de su inocencia e integridad física.
Según la teoría psicológica, desarrollada por Freud, “cuando uno se es violentado, dependiendo de su fortaleza yoica, se presentan dos posibilidades: si las defensas son óptimas, el evento es arrojado de la conciencia y olvidada; pero, si las defensas fallan, entonces el acto es expedido al inconsciente y retorna por medio de síntomas y otros efectos. El evento per se, si se da el segundo caso, se conoce como trauma (del griego τραῦμα, herida). En situaciones de crisis, al sujeto se le presenta una imposibilidad de simbolizar el evento, se reprimirá, siendo arrojado al inconsciente, dando la posibilidad que la vivencia retorne; ya que, en un nivel inconsciente, el sujeto repite en vez de recordar ”
La víctima experimenta cambios en su vida personal, familiar, organizacional y/o comunitaria por la ruptura, por la lesión, por el trauma y los efectos que esto tiene depende de muchos factores. Pueden generar efectos psicosociales más duraderos deteriorando de manera importante la calidad de vida y en general el bienestar de las personas. Los especialistas identifican a nivel de sentimientos de la víctima, “el miedo, rabia, ansiedad, dificultad para centrar la atención, sensación de inseguridad, sensación de cansancio sin que una actividad física lo justifique, tristeza que dependiendo de la forma como se maneje o de la misma revictimización puede desembocar en depresión. Sentimientos que se presentan con mayor frecuencia son la rabia, la impotencia y la desesperanza”.
En cuanto a la conducta o comportamiento de la víctima, los psicólogos señalan que “se evidencia una posibilidad de extremos como el aislamiento o la extroversión y activismo, pueden presentarse dificultad para conciliar y mantener el sueño, así como las constantes pesadillas relacionadas con los hechos traumáticos, así mismo los estados de ánimo de tristeza y desesperanza pueden repercutir en movimientos lentos que denotan una gran carga emocional o una constante agresividad ante estímulos externos incluso irrelevantes, esto se presenta con una alta frecuencia en los niños y las niñas».
El derecho a la denuncia y la sanción
No obstante, las víctimas enfrentan una doble necesidad: ser reconocidas como víctimas y reclamar sus derechos al mismo tiempo.
Ante los desafíos de la sociedad en el acompañamiento a la víctima de agresión sexual y la posible reparación de derechos vulnerados, subyace la interrogante: ¿Hasta dónde romper el silencio, investigar y denunciar, sin revictimizar a la víctima?
El concepto de revictimización es un argumento reconocido en diversas instancias médicas, psicológicas y legales; sin embargo, es difusa la frontera entre hacer justicia mediante la investigación y denuncia del caso y la impunidad provocada por el silencio, a cuenta de no hacer revivir y recordar a la víctima el dolor de la agresión. La revictimización es la doble victimización, o la victimización secundaria que se produce cuando de manera inicial se le han afectado unos derechos a una persona y como consecuencia de la exposición o experiencia derivada del delito inicial, la persona vuelve a sufrir la afectación de sus derechos. Según los expertos, al reconocer como responsable de la violación de sus derechos a quienes han generado la violencia y a quienes mantienen el control social, esta situación les expone fácilmente a ser revictimizadas “con la intención de debilitar, dominar y doblegar la voluntad de las personas para intentar hacerles desistir de sus procesos de exigibilidad de sus derechos”.
Desde la perspectiva de la comunicación social los medios informativos incurren en revictimización cuando las identidades se van fraccionando con aseveraciones escuchadas en noticieros o programas radiales como “ciudadanos de bien”, lo cual implica que unas personas son buenas, dignas, merecedoras de vivir en sociedad y otras, que son indignas, indeseadas y que por dicha razón se termina justificando la estigmatización, la exclusión, el señalamiento, y hasta el asesinato. Como respuesta, muchas personas no se atreven nuevamente a denunciar las violaciones de sus derechos, lo cual impide dimensionar de manera completa la violencia y la problemática del conflicto. Todo esto genera otro impacto en las familias, comunidades, grupos o en general en la sociedad y es la ruptura de la confianza en los seres humanos, lo que tiene implicaciones fuertes en la construcción de un modelo de sociedad justa, incluyente, equitativa.
Socialmente se ha venido estigmatizando a las víctimas con la manipulación psicológica a través de muchos medios, especialmente los de información masiva, pero también como consecuencia de no impartir justicia ante las violaciones dejando la sensación que ha sido justo lo que le ha pasado a la víctima y poco a poco invirtiendo valores éticos: la víctima se convierte en victimario, la mentira en verdad, el resultado justifica los medios, etc. Los medios masivos de información han generado una reacción en la sociedad en donde la estigmatización es el denominador común. Esto se expresa en afirmaciones justificadoras como: “por algo será”, “algo habrá hecho para que le sucediera lo que le sucedió”. Algunos autores han llamado a este efecto social de “consentimiento” la revictimización terciaria. Este es el efecto logrado a través de los objetivos de la represión como parte de la guerra psicológica.
Ventajosamente, como una luz en la confusa frontera entre guardar silencio o revelar el delito para su sanción a los culpables, existe el concepto de resiliencia. Boris Cyrulnik se refiere a la palabra resiliencia como “la resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir (…) antes del golpe uno estima que la vida nos es debida y la felicidad también (…) el hecho de haber vivido una situación extrema, de rondar la muerte y haberla destruido, hace nacer en el alma del niño herido un extraño sentimiento de vivir la prolongación de un plazo (…) la prueba, cuando uno la sobrepasa, cambia el gusto del mundo. Toda situación extrema en tanto que proceso de destrucción de la vida, encierra en forma paradójica un potencial de vida”.
La resiliencia entonces, constatan los especialistas, “es la capacidad que tienen las personas de sobreponerse ante situaciones adversas integrándolas en sus vidas y haciendo de estas un escalón importante en la continuidad de su existencia” Este es un potencial que no evita los impactos psicosociales inmediatos de la revictimización, pero sí habla de los mecanismos de afrontamiento, que no hacen posible que la experiencia traumática desemboque directamente a un desequilibrio mental, como desde una comprensión simplista, reduccionista se podría interpretar.
Bajo el precepto de la resiliencia y la comprobación de que la víctima, con el transcurrir de un determinado tiempo, se encuentra ya en capacidad de referir su drama, de hablar del hecho violento y denunciarlo con fines médicos y legales, es que es viable la denuncia periodística. Denuncia que tendrá que ser solicitada consciente y responsablemente -mejor por escrito- por la víctima y sus familiares que hacen vocería en testimonios audiovisuales grabados y autorizados su reproducción. Este es un aspecto clave de la reposición de derechos y de la prevención de delitos sexuales: un periodismo investigativo profesional, serio y responsable, es el mejor intermediario entre la víctima y la sociedad como mecanismo de presión social para alcanzar la plena justicia como deber de las autoridades. La imposibilidad del restablecimiento emocional, social y económicamente ante una revictimización agrava la salud física y mental; también es necesario tener en cuenta que la impunidad ante los crímenes y violaciones de derechos humanos es una forma continua de revictimización que tiene como consecuencia lógica la pérdida de credibilidad en las instituciones del Estado y en funcionarios del gobierno. En este sentido, es contradictorio cuando esas mismas instancias reclaman a las victimas confianza y les responsabilizan por la falta de avances en las investigaciones de crímenes, dado su falta de colaboración con las autoridades.
El derecho al tiempo de la víctima
Sin embargo, la resiliencia, la investigación responsable y respetuosa con los derechos de la víctima de poco sirven si el delito prescribe en el tiempo. Otorgar nada más que 90 días, dentro de los cuales la víctima se vea obligada a hablar de su dolor, es insuficiente. Investigaciones señalan que es posible que una persona todavía no haya alcanzado a través de un proceso adecuado la elaboración de sus duelos cuando es revictimizada.
La víctima tiene derecho al tiempo de estar preparada para enfrentar la denuncia y exigir justicia con resultados de sanción a los culpables y reparación de sus derechos vulnerados. En este sentido la imprescriptibilidad legal del delito es esencial para dar todo el tiempo que la víctima necesita para hacer su denuncia en condiciones de no ser revictimizada.
La prescripción del delito es impunidad y la impunidad es la mayor injusticia frente a los derechos de las víctimas. Un comunicado de un colectivo internacional de defensa de las mujeres, advierte que las víctimas se suelen ver imposibilitadas de “develar o describir las agresiones y superar los cada vez más altos estándares probatorios que exigen los sistemas de justicia, porque suelen no ser las adecuadas, como en el caso ecuatoriano. Resulta irónico e inquietante que años más tarde, a muchas de las mismas víctimas se les vuelva a negar la justicia debido a su elevada edad por una prescripción del delito que provoca la aniquilación de los derechos y la impunidad. Para muchos y muchas de las sobrevivientes del abuso sexual la terapia no alcanza. Necesitan hacer algo, y no descansan hasta no haber hecho lo suficiente para que el abusador sea responsablemente castigado.
Tres de cada 10 niños, niñas y adolescente en Ecuador han sido victimas de abuso sexual según investigación del MIES, denuncia la ministra Berenice Cordero. El delito no puede prescribir por su magnitud. El país está frente un problema que debe ser debatido y sobre el cual todos somos corresponsables. La incidencia del impacto que tienen las víctimas es enorme. La victima tiene derecho al tiempo por eso la sociedad debe otorgarle ese tiempo para recuperarse, denunciar y además exigir penas mayores para los agresores. Ecuador no está habilitado para enfrentar debidamente en lo legal el crimen sexual. Es una práctica naturalizada dentro de las relaciones sociales y familiares. Hay que decir basta. Para eso necesitamos un proceso de educación social y familiar activo y un sistema legal no permisivo con los delitos.
Necesitamos cero tolerancia y cero impunidad contra los delitos sexuales y cabal justicia con las víctimas. Es preciso eliminar, tanto la revictimización como la prescripción de los delitos. Una oportunidad para que esto ocurra es responder afirmativamente a la presunta cuatro de la Consulta Popular que decide la imprescriptibilidad de los delitos sexuales contra niños, niñas y adolescente en el país. Por eso, como dice el clamor popular: Dile sí a tu hijos.