Los griegos lo tenían claro, en la antigua Grecia lo público era el espacio para la comunicación. Lo público es lo plural, lo colectivo o agrupado, en otras palabras, es de todos. Los llamados medios públicos deben considerarse representativos de ese sentido de colectividad. Dada la separación entre lo público y lo privado, entre el mundo de la polis y el mundo del oikos, los griegos también tenían claro que la libertad era además libertad privada. Y la conjunción entre lo público y lo privado bien puede entenderse bajo el concepto del vox pópuli. De acuerdo a su castellanización, es una expresión de la lengua latina que puede traducirse como “voz del pueblo”.
Ecuador acusa un déficit de comunicación pública que refleje el interés colectivo. En otras palabras, buena parte de los temas de nuestras discusiones públicas están ausentes de lo público en sentido griego. El escenario donde debió ocurrir la comunicación de lo plural es, precisamente, el de los medios públicos que por definición son propiedad pública o del Estado. En un desglose de su perfil, diríamos que utilizan fondos públicos para realizar transmisiones de interés colectivo, son medios operados por el Estado, o son medios que son propiedad y son controlados por el gobierno en funciones, pero que también utilizan fondos públicos.
Según definición de la UNESCO: “Los medios públicos son medios hechos, financiados y controlados por el público, para el público. No son comerciales ni de propiedad gubernamental, son libres de la interferencia política y la presión a partir las fuerzas comerciales. A través de los medios públicos, los ciudadanos son informados, educados y también entretenidos. Cuando garantizada con pluralismo, diversidad, independencia editorial, financiación apropiada, rendición de cuentas y transparencia, la difusión de servicio público puede servir como una piedra angular de la democracia”
En carta dirigida al editorialista de El Telégrafo, Juan Paz y Miño, -que nos hace llegar por vía WhatsApp-, los directivos del matutino estatal «agradecen al columnista su colaboración» y le comunican que “nuevas plumas” lo reemplazarán desde enero. La carta en su contenido, sienta otro precedente de intolerancia editorial y falta de representatividad colectiva del medio público. Juan Paz y Miño es un historiador de aquilatada trayectoria, ex cronista de la ciudad de Quito y académico de prestancia en los círculos universitarios nacionales e internacionales. ¿Qué ganó la ciudadanía ante el despropósito de El Telégrafo de silenciar a una de sus voces más autorizadas, inteligentes y democráticas?
Cabe preguntarse entonces ¿son democráticos nuestros medios públicos?
Los ciudadanos que creemos en la democracia, y la vivenciamos cotidianamente en nuestras acciones periodísticas, como expresión de tolerancia, pluralidad e inclusión, vemos con indignación y rechazamos este nuevo atentado al derecho de los ecuatorianos a ser informados y orientados por voces solventes desde los medios públicos. La cancelación del editorialista de El Telégrafo, Juan Paz y Miño, pone en entredicho la cualidad plural de dicho medio público y abre un necesario debate sobre el rol que hoy asignan las autoridades a estos canales de expresión estatal.
Vox pópuli tiene la palabra.