No hay primera sin segunda, dice un estribillo de la cueca chilena. Y el país de la estrella solitaria va a la segunda vuelta electoral en una reñida contienda entre el derechista ex presidente Sebastián Piñera y el centro izquierdista Alejandro Guillier, que recibió el apoyo de todos los sectores luego de la primera vuelta, en tanto Piñera fue apoyado solamente por José Antono Kast, candidato seguidor de Pinochet.
La crónica consigna que “la primera vuelta electoral dejó hace un mes un panorama electoral muy distinto al que auguraban las encuestas. Chile Vamos, la formación política de Piñera, obtuvo un 36% de los votos, muy lejos de las expectativas generadas por los sondeos, que situaban al ex presidente muy cerca del umbral del 50% y con posibilidades de evitar un segundo asalto electoral. A Guillier, un ex periodista independiente que retomaría el legado de centro izquierda de Bachelet, tampoco le fue muy bien en esa primera consulta. Con el 22% de los votos, estuvo a punto de sufrir el ‘sorpasso’ del emergente Frente Amplio de Beatriz Sánchez, otra ex periodista de izquierdas que ha revolucionado el tablero político desde el 19 de noviembre, cuando quedó en tercera posición con un 20% de los sufragios”.
Según la analista Daniela Rivas, del matutino chileno El Siglo, no han pasado indiferentes los cambios en el tono de la propuesta de la derecha, siendo de un oportunismo político sin parangón: que políticas que han sido obstaculizadas por este sector durante todo el Gobierno, terminen siendo valoradas y recogidas por ese sector. Su propuesta de Gobierno en esta campaña, es la conocida receta de la “política del chorreo económico”. Lo anterior refleja que la derecha no ha entendido que la preocupación sólo en el crecimiento económico fue generando en el país profundas desigualdades y brechas sociales y que, tras las elevadas cifras, se esconden realidades de vulnerabilidad de familias, mujeres, niños y niñas, trabajadores/as, comunidades y territorios completos, que reclaman urgente atención.
En el análisis de la conocida analista, para la derecha, la solución a estas problemáticas queda en la solución privada, ya sea en el núcleo de la familia o en el mercado. Mientras que, para un proyecto de centro izquierda, el Estado tiene un papel principal, pues a través de éste se promueven y generan condiciones para procesos redistributivos, con solidaridades generacionales, territoriales, regionales, etc. Con alianzas con el sector privado, sí, pero bajo condiciones claras, entre ellas, que con derechos sociales no se lucra, porque no son bienes de consumo. Las transformaciones políticas y sociales se juegan hoy, esa es la definición político ética, de los chilenos: “cada paso o decisión política que damos, tiene en el horizonte próximo el Chile justo, democrático y de derechos que los comunistas aportamos a construir”, concluye Rivas.
No llorar en política
El sucesor de Bachelet espera los resultados de esta tarde, mientras tanto, “en política no hay que llorar”, dijo Michelle a la BBC, como una auto recomendación, luego de dejar el poder con “una aprobación escasa” y, para sus críticos, con muchas cosas a medio concluir. No llorar en politica significa reconocer duras realidades del país de Neruda, y ver con realismo las salidas propuestas por los candidatos en la recta final en que cualquier resultado puede esperarse. Hoy el escrutinio popular juzga al gobierno de Bachelet, cuyas transformaciones “no son de izquierda”, como sostiene cierta retórica. Lo cierto es que la politica chilena, hace tiempo bascula desde el centro hacia la derecha. Una propuesta socialdemócrata con mecanismos capitalistas que intentan regular ciertas tensiones sociales. Por otro lado está el fundamentalismo de derecha con visos neofascistas promovidos por los acompañantes de Piñera.
Los observadores coinciden en que en Chile ya no funciona la dicotomía izquierda derecha, sino la realpolitik, en un país edificado sobre una economía de extraordinaria inequidad. El Banco Mundial arroja una cifra reveladora: el 5% de los chilenos retienen el 51,5% de la renta nacional. Chile exhibe el peor estándar distributivo, según un foro de Paris que agrupa a 35 países. Una herencia de la dictadura de Pinochet no desmontada, que hace que las familias de clase media tengan que endeudarse de por vida para que sus hijos alcance la universidad privatizada. O presenciar la muerte de familiares por una ausencia de cobertura sanitaria real. Esas realidades ayudan a entender los reacomodamientos electorales en Chile, -“el Norcorea del capitalismo”-, y la indiferencia electoral en crecimiento con un 46% de ausentismo en la primera vuelta. La decepción política de la juventud pesará esta segunda vuelta, que como en la cueca chilena, no cambia de ritmo y solo sacude pañuelos al viento.