Entre las observaciones que el viejo Marx hizo a la relación del hombre con la naturaleza, hay dos momentos que sitúan de cuerpo entero al ser humano en su entorno ambiental. El filósofo alemán destacó lo que acaso sea una de las contradicciones mayúsculas del género humano: la contradicción del hombre con la naturaleza. Es decir, esa confrontación que lo obliga, desde sus orígenes en su tentativa de adaptarse al medio, a valerse de los recursos naturales y transformar la naturaleza para la propia sobrevivencia de su especie. En esa relación utilitaria, el hombre como género, excedió los límites naturales y se convirtió en el principal depredador de su hábitat en malhadada suerte de suicidio ontológico. Dramáticas son las huellas ecológicas del paso humano por el entorno natural, con un saldo de insospechadas consecuencias en el abusó de recursos no renovables, contaminación ambiental, emisión de gases que destruyen la capa protectora del planeta contra radiaciones nocivas, con los consecuentes efectos apocalípticos sobre los cambios climáticos.
No obstante, el mismo Marx avanzó una afirmación acaso esperanzadora, que establece con meridiana objetividad la condición de nuestra especie en relación con su entorno ecológico: el hombre es la naturaleza que toma conciencia de sí misma. La bella frase marxista comparte una verdad insoslayable que en sus dos acepciones confirma el sentido de pertenencia ontológico del hombre a la naturaleza y su imperativo compromiso de salvaguardarla. Si somos naturaleza consciente de nuestras potencialidades y limitantes, esto quiere decir que siempre habrá la esperanza de que un instinto -que luego se hace consciente- de sobrevivencia, nos permitirá mantener relaciones armónicas con la naturaleza, pese a nuestra contradicción con ella y gracias a la toma de conciencia sobre su perdurabilidad insoslayable.
En Ecuador, un programa del Ministerio de Educación asumió el reto de una pedagogía ecológica orientada a disminuir la contradicción humana con el entorno, a través de una sabiduría impartida sobre el valor ambiental para la vida de la especie humana, recursos naturales y su uso racional. La pedagogía enseña una solidaridad sostenible que pretende interiorizar al estudiante con valores de respeto, conservación de defensa natural y transita por una relación amorosa del niño con su entorno natural. El programa llamado Tierra de todos, aplica la metodología TiNi, Tierra de niños y niñas, que busca acercar al estudiante a su hábitat natural, a través de “una crianza recíproca de la vida”.
La didáctica implementada en el nivel inicial, preparatoria y educación general básica, supone diversas actividades que provocan vivencias armónicas del niño-niña con la naturaleza.
Bajo el principio de responsabilidad frente a “la calidad de vida de las generación presente y futura”, TiNi pretende ampliar las capacidades humanas “encaminadas a la rehabilitación de los sistemas a naturales y la permanencia de recursos para las generaciones futuras”. La logística del programa TiNi de educación ambiental ha creado un Comité de Asesoría para la construcción de Tierra para todos, en la formación de ciudadanos responsables y respetuosos de los derechos de la naturaleza. Consecuentemente, el programa constituye un recurso pedagógico utilizado en el aula de clases en el enfoque ambiental en todas las áreas curriculares para promover la educación ambiental y crear un ambiente motivador e inclusivo para el estudiante.
El programa TiNi, «Tierra de niños, niñas y jóvenes para el Buen Vivir-TiNi”, fue presentado en Puerto Ayora, isla Santa Cruz-Galápagos, el lanzamiento lo realizó el propio Ministro de Educación, Fander Falconi, reconocido por su vocación ambientalista como experto en temas de economía ecológica y gestión ambiental. El programa tiene como propósitos desarrollar la resiliencia frente al cambio climático, restaurar, aprovechar y proteger áreas naturales productivas para la vida, adquirir conocimientos, habilidades y valores para manejar sosteniblemente los recursos naturales, valorar la cultura y la identidad y desarrollar la afectividad por la vida y la naturaleza.
La gestión del Ministerio de Educación en este programa ambiental incluye tres ejes de acción en el archipiélago: Fortalecimiento de la Rúbrica “Escuelas Sostenibles y Calidad de vida en Galápagos”, apoyo en la inserción de contenidos temáticos acorde a la realidad local, e implementación de la metodología TiNi en las 22 instituciones educativas de Galápagos, a fin de declarar a las islas como “Territorio TiNi”.
TiNi pone en contacto regular a niños, niñas y jóvenes con la naturaleza desde un enfoque afectivo y lúdico. En esa perspectiva se desarrolla un Plan de actividades extracurriculares, según un calendario ambiental y cívico nacional, regional y local. Entre las actividades sugeridas está la elaboración de la visión TiNi en un dibujo que plasma la idea de los estudiantes sobre cómo imaginan el espacio para su posterior difusión. También la búsqueda de un nombre propio para la TiNi que refleje la visión y la magia del lugar y pintarlo en un cartel grande. Según sea el lugar en donde se practique la metodología TiNi, ésta adopta diversos nombres en concordancia con el entorno natural: El jardín de los niños, Las macetas de los niños, El bosque de los niños, La montaña de los niños, etc. Además, la entrega del espacio físico, con la ceremonia del pago a la tierra y entrega de ofrendas.
El instructivo de la metodología indica que puede ser aplicada por un niño, niña o joven de cualquier condición socioeconómica y cultural, en una zona urbana o rural, en el hogar, en la institución educativa, el barrio o la comunidad y en diversos ecosistemas. En la práctica de esta pedagogía ambiental, los niños y niñas comparten algunos principios naturales: La energía que nos impulsa viene del amor, no del temor. La diversidad biológica y cultural es celebrada, no censurada. Criamos y honramos la naturaleza, no la conquistamos ni explotamos.
Los objetivos de construir una cultura de unidad y afecto con el mundo natural, es un paso trascendental del sistema educativo ecuatoriano en la superación de las contradicciones del ser humano con el ambiente. Un gesto vital, a través de una amorosa actitud del hombre, como naturaleza que toma consciencia de sí misma.