No hay mal que por bien no venga, dicen. Y seguramente así es. Por eso, en medio del caos político impuesto, la reflexión se ha dirigido hacia los delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes. Y es bueno que esta problemática se haga visible entre tantas otras que necesitan atención, tal vez más que tantas otras que también necesitan atención.
Sin embargo, da la impresión de que quedan algunos cabos sueltos en esta súbita preocupación por los menores de edad y su vulnerabilidad ante las perversiones de los adultos. Se abren interrogantes cuya respuesta no es tan sencilla, ¿o sí?
Se cae de su peso: ¿por qué someterlo a consulta popular? Nadie, ninguna persona sana y en su juicio respondería que no a una pregunta en la que se pide que este tipo de delitos no prescriba. ¿No sería más sencillo simplemente hacer una reforma o enmienda constitucional que facilite este procedimiento, como se ha hecho en otras ocasiones y con otros temas? ¿Cuál es el verdadero sentido de preguntar lo obvio en esta consulta popular?
Y entonces podemos echar mano de otro refrán: piensa mal y acertarás. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de por dónde va la cosa con esta consulta popular: inhabilitar a Rafael Correa para que vuelva a participar en la vida política del Ecuador. Eso es todo. Ah, y destruir la institucionalidad que él dejó incipientemente creada. Volver a lo de antes: a los privilegios de unas élites que siempre han medrado de la inmadurez y la credulidad de un pueblo que finalmente se cansó, pero que tal vez no terminó de aprender bien sus lecciones…
Si fueran un poco, un poquito sinceros, lo reconocerían, y ya. La consulta tendría tres preguntas, lo cual significaría, por lo menos, un ahorro en tinta y en papel, que ya es algo en estos tiempos de supuesta crisis económica y de austeridad aleatoria. Pero no pueden quedar tan mal, al menos por ese lado, y entonces deciden jugar el juego del niño bueno: preguntemos por la corrupción, por el Yasuní, preguntemos por el medio ambiente, preguntemos por los delitos sexuales… apelemos a la buena consciencia de la gente, porque incluso los perversos y extractivistas votarían por el sí solo para ahorrarse el clavo de un remordimiento hundido en el cerebro.
Por otro lado, el mismo ‘iluminado’ que plantea la pregunta como colofón de su tendenciosa consulta, no vacila, con su propio ejemplo, en incitar a los adolescentes a mirar pornografía nada menos que en la inauguración del año lectivo en el ciclo Sierra-Oriente. ¿Tiene esto algún sentido? ¿No sería de comenzar por denunciarlo a él?
Curiosamente, por estos días en que una buena parte de la población duda sobre las encuestas relacionadas con la consulta que aparecen en los medios, duda sobre la sinceridad de las preguntas, duda… en fin, duda, como es sano hacerlo ante este tipo de situaciones; curiosamente, decimos, por estos días comienzan a aparecer en los periódicos noticias relacionadas con abusos sexuales en escuelas y colegios, con su consiguiente cuota de morbo y de revictimización de los afectados. Entonces recordamos, por ejemplo, el caso de “El Principito”, que fue muy conveniente utilizado para desprestigiar al en ese entonces presidente Correa porque el abogado que auspiciaba al acusado era su abogado personal y porque su esposa era compañera de trabajo del reo (o sea, tocaría estudiar un poco sobre las leyes de causa-efecto, pero bueno…). Hoy en día, cayó en el olvido, como tantos y tantos otros casos similares. Ya nadie se acuerda porque Anne Malherbe ya no trabaja en ese colegio y porque el abogado ya se ha dedicado a otras causas… y, obvio, porque Rafael Correa ya no es el presidente…
Ni quieren que vuelva a serlo… Y en ese afán desesperado y enfermizo de negarle al pueblo la posibilidad de elegir a alguien que mire por el bien del país no les importa agarrarse de lo que sea, traficar con lo más sagrado, utilizar algo tan delicado y grave como el abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes para fingir que les preocupa algo más que sus protervos intereses de retomar el poder y no soltarlo jamás, así como de obtener las prebendas que de seguro su colaboración ‘desinteresada’ les está aportando.
Cosa del Diablo, parece…