El viejo refrán popular a río revuelto ganancia de pescadores, hace pensar en los torrentosos caudales de la política ecuatoriana y sus pescadores en ríos turbios. Vivimos tiempos en que la opacidad de la política criolla, enturbiada desde las esferas del poder mediático, supone la confusión entre la política y la moral, entre lo que es y lo que debería ser.
La Consulta Popular, en su estructura conceptual, confunde moral con política y manipula una supuesta ética ciudadana. Una trampa que encubre una intención ideológica con un argumento axiológico (de valores), aprovechando que el electorado -al momento de responder- no distingue entre uno y otro tema, porque vota en plancha, SI o NO.
Y ahí está la trampa, según señala la analista Carol Murillo, -en entrevista para Radio Pichincha Universal- puesto que ninguna campaña se encargará de hacer entender a la gente la diferencia e intencionalidad entre una u otra de las siete preguntas.
-Lo que va a pesar son criterios morales de absoluta emocionalidad. Discriminar las preguntas es muy difícil. No se hará una campaña discriminatoria, argumentativa, racional o explicativa sobre cada una de las preguntas. Para eso se necesita espacios, medios y esos medios ya no existen. Hay una connivencia entre el gobierno actual y los medios privados y públicos. En este momento vivimos una dictadura mediática y si se tiene eso, la campaña va a ser también una campaña dictatorial que se contrapone a lo que dicen todas las preguntas de la consulta.
Tal como fue concebida, la Consulta Popular supone poner en juego dos componentes de fondo: por un lado, la emocionalidad popular de impedir la impunidad de delitos sexuales cometidos contra menores de edad, luchar contra la corrupción y defender la ecología, etc. Por otro, la intencionalidad política de hacernos aprobar el fin de una ley que impide la especulación con la plusvalía o valor comercial de los bienes inmuebles; incitarnos contra la postulación indefinida de candidatos a elecciones populares, o que autoricemos al presidente de la república a elegir a los miembros de los organismos de control estatal. He ahí el paquete.
-Las siete preguntas están hechas para satisfacer las necesidades políticas y económicas de ciertos sectores de poder; se ven reflejados en ellas ciertos aspectos que durante la revolución ciudadana fueron asumidos con responsabilidad política y económica, y que ahora están maquillados para expresar unos intereses concretos en dos o tres preguntas, señala Murillo.
Bajo una eventual manipulación popular, la consulta propuesta parte de un supuesto no consentido: nadie se opondría a luchar contra la corrupción, nadie impediría que prescriban los delitos sexuales cometidos contra la niñez y la adolescencia. Así como es difícil que alguien no defienda a la naturaleza del impacto provocado por el estractivismo irresponsable. La mayoría de las preguntas tiene un maquillaje para cambiar y hasta alterar el orden constitucional, sugiere Murillo.
-La pregunta que tiene que ver con el Consejo de Participación Ciudadana -que es una función estatal- es la más importante y la más tramposa, porque implica meterle la mano a la designación de los principales funcionarios de control del Estado ecuatoriano. El paquete implica una posición política, no se trata de que la pregunta sobre violación de los niños no merezca el sí; ese tema se lo pudo tratar sin consulta popular, eso es parte del maquillaje del discurso y de la campaña.
Dicho maquillaje da lugar a un simulacro de participación social. Lo ético es luchar contra la corrupción antes y después de que ésta ocurra. Lo moralista es nada más un prejuicio anticipado, con un golpe de pecho incluido. La pregunta acerca de la corrupción sugiere que los diez años de gobierno anterior fueron de corrupción: lo cierto es que no todos los años, ni todos los funcionarios lo fueron, eso es parte de la perversidad del discurso político de la extrema seudo izquierda y de la derecha de esta país, concluye Murillo.
-Lo perverso de este gobierno es que se unió a la construcción de un muerto y hacernos asustar con ese muerto putrefacto de la corrupción.
Existen dos grandes mentiras que se las pretende imponer en el país: que el actual gobierno sigue siendo parte de la revolución ciudadana, y que en la revolución ciudadana no hubo corrupción. Lo uno implica inventarse un régimen que no existe, lo otro pretende negar lo que existe. En ambos casos estamos en presencia de una burda ficción.
-La intención de la consulta por deslegitimar lo que se ha hecho en esos 10 años,- al margen de los errores que se haya cometido-, se trata simplemente de que los principios básicos de ese proyecto fueron malintencionadamente desvirtuados por unos personajes que en estos momentos ya no representan en este momento.
Una actitud coherente con la realidad del país implica no dar paso a la retórica vacía que busca contentar a los incautos u oportunistas, que “no quieren perder su zona de confort en el poder, porque quieren seguir siendo parte del gobierno”. Son sectores, según Murillo, sin capacidad de respuesta, “porque tienen rabo de paja, tenían resentimientos guardados, o porque no quieren perder parte de un espacio de poder”.
El país debe despertar de un sueño o de una pesadilla. Vivimos la simulación de una revolución ciudadana que ya se acabó. Fuimos encandilados por un proyecto político que ya no existe, o acaso nunca existió, en términos profundamente revolucionarios. Hoy se pretende imponer una alteración y una ficción a ese sueño.
Más allá de la coyuntura de responder NO a una consulta manipulada a río revuelto para ganancia de ciertos pescadores, detractores y escépticos tienen de tarea salvar el proyecto en términos políticos y éticos, sin moralismos ni simulaciones políticas. Acaso solo así recobrará viabilidad histórica.