Hace medio siglo fue asesinado un hombre singular del siglo XX: Ernesto Guevara, el médico que recorrió en su juventud el continente en moto, y luego, a lomo de mula entre montañas intentó expandir la lucha guerrillera en Sudamerica.
Incomprendido por unos, divinizado por otros, el Che Guevara representó la internacionalización de la lucha político-militar guerrillera de los años sesenta. Luego de contribuir a la victoria revolucionaria en Cuba, y formar parte del gobierno de Fidel, el Che decide emprender la lucha en la sierra boliviana donde es capturado y asesinado por el ejército de ese país el 8 de octubre de 1967.
En el cincuentenario del crimen que segó la vida de Ernesto Guevara, en Santa Clara, Cuba, el primer vicepresidente cubano, Miguel Diaz-Canel Bermúdez, resaltó la figura del guerrillero heroico: Hoy el Che es un referente moral para muchas personas en el planeta, pero sobre todo para los más jóvenes. En su discurso central, el dirigente cubano señaló que “muchos descubren, reconocen y hacen suyo el paradigma del Che como revolucionario. Porque resulta imprescindible alejar su legado de las consignas vacías, como una gran repetición de palabras, porque al Che hay que asumirlo por convicción.
A manera de didáctica evocación, bien vale citar fragmentos de la carta del Che Guevara a Fidel Castro en su despedida de Cuba, y que en algunos tramos dice, de puño y letra del guerrillero: Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario…He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haber seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y de apreciar los peligros y los principios.
El Che encarna los valores de la ética revolucionaria como acción transformadora de la realidad. Simboliza la convicción de quien no reconoce otras fronteras que la lucha y la unidad antimperialista entre los pueblos de América Latina. Representa el paradigma de una política soberana de nuestros países frente a los intereses transnacionales. Simboliza la moral de un hombre nuevo entregado a la causa colectiva por la dignidad humana.
No en vano Neruda invocó el nombre del guerrillero, ante el asesinato de Ernesto Che Guevara:
Los que vivimos esta historia, esta
muerte y resurrección de nuestra
esperanza enlutada,
los que escogimos el combate y vimos
crecer las banderas, supimos que los más callados
fueron nuestros únicos héroes y que
después de las victorias llegaron los vociferantes
llena la boca de jactancia y proezas salivares.
El comandante terminó asesinado en un barranco
Nadie dijo esta boca es mía
Nadie lloró en los pueblos indios
Nadie subió a los campanarios
Nadie levantó los fusiles, y cobraron
la recompensa aquellos que vino a salvar
el comandante asesinado.
Bolivia volvió a su rencor, a sus oxidados gorilas,
a su miseria intransigente,
y como brujos asustados los sargentos de la deshonra,
los generalitos del crimen,
escondieron con eficiencia el cadáver como si el muerto les quemara.
La selva amarga se tragó los movimientos, los caminos,
y donde pasaron los pies
de la milicia exterminada hoy lianas aconsejaron una voz verde de raíces
y el ciervo salvaje volvió al follaje sin estampidos.
Qué urgente resulta hoy, en el Ecuador de la corrupción y la felonía, descubrir la certeza de un ideario auténticamente revolucionario, consecuente con sus principios. Qué necesario es volver la mirada a esos años en que los principios eran el referente de la acción política y la lealtad era un valor estimado. Hoy, cuando todo apunta a la despolitización de la juventud, a la desmovilización popular revolucionaria, a la prevalencia de la tecnología por sobre la ideología, a la imposición de la mentira sobre la verdad, se vuelve urgente ir en busca de los referentes perdidos.