Un evento plagado de promesas y buenas intenciones resultó ser el lanzamiento del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura, que fue presentado la tarde de ayer, en Ibarra, en presencia del presidente Lenin Moreno, ministro de Cultura, Raúl Pérez Torres y ministro de Educación, Fander Falconi. Las instalaciones del Centro Cultural El Cuartel, lucieron pletóricas de asistentes ávidos de saber en qué consiste el nuevo plan lector. El cuartel se convierte en un símbolo inicial en la guerra contra la ignorancia provocada por la falta de lectura en el país. Se sabe que los ecuatorianos leen medio libro al año de promedio, según organismos internacionales.
El plan fue concebido para “sensibilizar sobre la importancia de la lectura como una práctica que proporciona disfrute, además del desarrollo de habilidades reflexivas y creativas. Promueve, asimismo, el fomento de la industria editorial mediante el uso de buenas prácticas de producción y circulación de productos y servicios con base en las políticas públicas de cultura del Ecuador”.
La idea de incentivar al lector es una promesa loable, no obstante habrá que discriminar qué tipo de libros conviene leer para una formación humanista, con visión de país, sentido crítico y de cambio de la realidad circundante. Alguien alguna vez manifestó que no es lo mismo leer a Coelho que leer a Neruda, por algo será.
Una de las promesas tangibles, o comprobables, es que el plan contempla realizar 200 publicaciones hasta el 2021, es decir un título por semana, lo que concuerda con el estímulo que se pretende dar a la industria editorial privada, con apoyo de las políticas públicas de cultura del Ecuador. El ministro cultural, Pérez Torres, llamó a formar “lectores, gestores culturales y maestros”, promesa que está dentro de los linderos del plan sector. En ese sentido apunta el propósito del plan: disminuir las brechas de desigualdad social, así como de la formación y capacitación de profesionales en el ámbito del libro y la lectura.
No obstante, seamos reflexivos y creativos, como sugiere el espíritu del plan. De buenas fuentes conocemos que el Plan Nacional del Libro y la Lectura es resultado de un mandato, además de la Ley Orgánica de Cultura que dispone plazos para la expedición de reglamentos, los mismos que no han sido modificados. Según el reglamento vigente, el plan de lectura “pertenece” a un instituto con sede en Guayaquil y la Biblioteca Nacional sería “el eje” para ejecutar el plan. Las preguntas pertinentes: ¿Sobre qué soporte legal se hace el lanzamiento del plan de lectura? ¿Conoce el presidente Moreno los detalles del plan? ¿Con qué presupuesto cuenta el plan de lectura? Se sabe que existe un plan diseñado e impreso en el gobierno anterior por Ana Rodríguez, ex vice Ministra de Cultura y en su momento ministra encargada. ¿Ese plan anterior es la base del plan actual?
Por cierto, auguramos el mejor de los éxitos al Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura que el país merece y tanto necesita, por lo mismo, nos dolería mucho que éste fuera el parto de los montes. Concordamos plenamente con la expresión vertida por el señor presidente Moreno, ayer en Ibarra: “No podemos pensar sin la palabra”. De lo que se colige que tampoco podemos hablar sin el pensamiento.
Fotografía El Telégrafo