En el año 2010, por alguna discrepancia que hoy por hoy parecería insignificante, hubo una crisis de editorialistas en el diario El Telégrafo y unos cuantos dejamos de escribir temporalmente para el naciente proyecto de un diario público en aquel entonces.
Recuerdo que una de aquellas tardes iba al médico cuando sonó mi teléfono celular. Era nada menos que de parte de la CNN. Querían entrevistarme acerca de la “terrible situación de la libertad de expresión” en el Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa. Algo pasó en aquel momento y la llamada se cortó. No insistieron. Y me alegré, porque a pesar de aquella discrepancia no me parecía tan terrible la situación de la libertad de expresión en mi país.
Durante el gobierno de Correa los medios privados y los partidos políticos de oposición posicionaron la idea de que no había liberad de expresión, de que la gente no se podía expresar porque… y ahí estaba el detalle… ¿por qué mismo? ¿porque se los refutaba o desmentía en los enlaces ciudadanos, tal vez? Igual seguían mintiendo, exagerando y posicionando las mismas ideas. En el fondo, lo que más les dolió siempre fue que no se les permitiera erigirse en dueños de la verdad, mejor dicho, de sus verdades o medias verdades, ni emitir opiniones como si fueran hechos o utilizar los condicionales periodísticos para sembrar dudas y sospechas en la población.
Sin embargo, durante diez años todo el mundo se hartó de decir lo que les daba la gana. Si se les ganó algún juicio, igual se les perdonó el castigo. Si alguien huyó del país, fue porque quiso… o no quiso dar la cara ante acusaciones casi siempre legítimas.
La creación de la Ley de Comunicación (que ahora pretenden modificar o derogar a toda costa) los puso ‘a dos cuarenta’, por usar una jerga deportiva, porque les exigía unas mínimas responsabilidades sobre sus asertos, porque les impedía cebarse en víctimas selectivas y otorgaba a la población derechos a replicar o a exigir veracidad y transparencia en la información.
Tal vez por eso, y ahora que nos quedan claras las verdaderas intenciones del gobierno del Licenciado Boltaire Moreno, una de sus primeras acciones fue entregar los medios públicos a conspicuos representantes de la prensa privada mercantilista enemiga de Correa y de la Revolución Ciudadana, quienes hoy por hoy nos han silenciado prácticamente a toda la planta de articulistas del diario El Telégrafo. Sin explicaciones. Sin ni siquiera un ‘agradecimiento de servicios’ informal. Simplemente, dejaron de publicar nuestros artículos.
Tomando en cuenta que, hoy por hoy, los espacios informativos alternativos aún son incipientes y no alcanzan la fortaleza de los medios masivos, ex públicos o privados, podríamos decir que, en este momento, en el Ecuador, la libertad de expresión atraviesa una crisis de grandes proporciones. Desastrosa, por decir lo menos.
Y todavía no me ha llamado la CNN.
Ni me llamará.