Asombrarme ante el esplendor de la naturaleza es una de las capacidades que trato de mantener latente. Afirmo esto a propósito de mi viaje a las Lagunas de Ozogoche. Fue una gran iniciativa visitar este lugar que encierra misterio y belleza natural. Las Lagunas de Ozogoche que en quichua significa “ deseos de comer carne” están ubicadas en la provincia de Chimborazo, a 3700 metros sobre el nivel del mar, cantón Alausí, a unos 250 km. al sur de Quito. Para llegar a estas lagunas recorrí unas cuatro horas por nuestra zona andina, gran oportunidad para deleitarme con la presencia de esbeltos nevados y volcanes que custodian el paso de los viajeros, de montañas silenciosas como cúpulas de tierra, valles fértiles, colinas multicolores, ríos espumosos que alegran el ambiente.
El aroma de tierra recién mojada por el rocío y el intenso olor de árboles de eucalipto me entusiasman. El sol paralizado en el cielo, de pronto, derrama calor y vida a esta prodigiosa naturaleza. Yo, entre la contemplación y el recogimiento interior recorro esos espacios íntimos donde, rara vez, exploramos y se limpia los desórdenes de la vida.. Me acojo a ese clamor interior y me reencuentro con mis silencios.
¡Qué bien me hace salir de la ciudad!. Sacudirme de la rutina y redescubrir otra parte de mi querido país. Conducida por la curiosidad y colmada de interrogantes viajo en pos de conocer, in situ, las Lagunas de Ozogoche. Por las lecturas, conozco que ellas son una colección de más de cuarenta lagunas y lagunillas ubicadas en la Reserva Natural del Parque Sangay, exactamente, a dos horas de Riobamba, capital de la provincia de Chimborazo. Se conoce que de esta red lacustre las lagunas más importantes son la Magtayán, Cubillín, Yanacocha, Laguna Grande, Tinguicocha, Patoguambuna, Boazo y Verdecocha. Empero, las Lagunas de Ozogoche son más reconocidas por un fenómeno natural que ocurre cada año que por su belleza.
El caso es que, en este lugar, entre finales de septiembre e inicios de octubre, desde los Estados Unidos llegan bandadas de aves o “cuvivíes”- como los llaman los indígenas del lugar- y de manera insólita se lanzan al fondo de las aguas heladas de las lagunas para posiblemente quitarse la vida, se especula. Alfredo Zuña, un habitante del lugar que me guió en este sitio me dio otra versión de este fenómeno: él me contó que, en realidad, cientos de aves llegan una vez cada año y se posan en las orillas de las lagunas. De pronto, vientos huracanados las engullen hacia el fondo de las lagunas. Según el relatante, este episodio, es llamado ”el sacrificio”.
También, se cree que estos pájaros migratorios en su ruta hacia el Oriente vienen sedientos de agua y se lanzan en picada para tomarla pero el frío intenso de las lagunas los mata al instante.
La gente del lugar cuenta que sus abuelos les bautizaron a estos pájaros como cuvivíes por el sonido que emiten durante la caída hacia su muerte: cuvi… cuvi. Por su parte, la mitología andina cree que en fondo de las lagunas reposan los restos de Atahualpa, el último rey de los Incas y que los cuvivíes hacen este “sacrificio” u “ofrenda”, en honor a su memoria.
Entre tanto, los campesinos e indígenas del lugar esperan este evento con gran alegría. Preparan ritos especiales con música y danza para su llegada. Una vez que ha ocurrido el “sacrificio” o “tributo” a la muerte, recogen los cuerpos de las aves para su alimentación que por sus comentarios tienen un rico sabor a pollo. Lamentablemente, no coincidió mi visita con este episodio pues no hay una fecha exacta para su avistamiento. Pero tuve la gran oportunidad de disfrutar de este destino turístico que nos ofrece quietud, aire puro y silencio absoluto.
Ozogoche, son lagunas profundas, frías y de un color azul muy oscuro. El viento fuerte hace que sus aguas se muevan en olas igual que el mar. Alrededor de ellas hay playas cortas donde se puede descansar. Como acurrucando y arropando a las lagunas se puede apreciar a sus alrededores a los cerros Soroche, Achipungo, Saskines, Urcu, que le dan un aire de misterio a la zona.
Realmente, me quedé casi hipnotizada ante la majestuosidad de este paisaje típicamente andino. Esta visión me hizo sentir un ser insignificante. Me conmoví porque me sentí parte de este paraje y me pregunté: ¿cómo dudar de la existencia de Dios ante tanta maravilla?
El viento helado, propio del páramo, corre y se enreda con la paja , con las flores de chuquiragua, con el musgo, con los arbustos leñosos; en fin, con todo un laberinto vegetal. Me imagino a los jaguares, tapires, osos de anteojos, ovejas retozando por estos cerros de formas voluptuosas.
Tengo la idea que la melancolía se ha instalado en este sitio abrumador que parece estar torturado por el viento y el frío. Contemplo las colinas sembradas de paja del páramo descendiendo ondulantes hacia el borde de los senderos donde caminan los indígenas andinos con sus vestimentas multicolores.
¡Qué emoción! ver a las indígenas andinas cubiertas con sus bayetas- chales de colores vivos tejidos con lana de borrego- y sus compañeros con ponchos rojos y cortos. A momentos, me siento una intrusa en este lugar con visión de ensueño, paso largo tiempo sola y entretenida con mis ideas. Enseguida me concentro para inhalar esa energía positiva que me entrega este remanso de paz. Al atardecer, el sol decide desaparecer y la neblina empieza a resbalarse por los cerros hasta llegar a los lagos, como una manta impenetrable. La noche cae y regreso a la realidad. Quise pernoctar en Ozogoche pero por cuestiones de logística no fue posible.
A mis lectores, de la manera más somera les voy a recordar que la provincia lleva este nombre por tener como vecino al majestuoso nevado Chimborazo, 6310 metros de altura.
La provincia de Chimborazo es conocida como la “provincia de las altas cumbres” debido a que en ella están las elevaciones más altas de Ecuador: Altar, Sangay, Carihuairazo, el Igualata, entre las más importantes.
La capital es Riobamba, ciudad que tiene un Centro Histórico en el que predominan las construcciones de estilo tradicional que datan de 1840 y 1940. La artesanía de Chimborazo exhibe trabajos de tagua, madera, bronce, cuero, cerámica, cestería y tejidos. Entre éstos, los más apreciados por los turistas extranjeros son los ponchos, shigras, alpargatas, tapices y las famosas alfombras de Guano.
En el caso de ascender al Chimborazo se recomienda contratar un guía, quien en primer lugar les llevará al Refugio Carrel, localizado a 4,800 metros sobre el nivel del mar. Sí hay las posibilidades ambientales y físicas se puede avanzar al Refugio Whymper a 5000 m. Para llegar hasta las nieves del volcán se debe contar con la logística y preparación obligada. En fin, basta de palabras, lo que quiero, en este momento, es invitar a mis lectores que viven en Ecuador y fuera del él que recorran estas tierras diversas y llenas de sorpresas. Será una experiencia inolvidable.
Fotografías Eva Rocío Villacís