El desenlace temporal de la pugna de poderes desatada al interior de Alianza País, trasladada a las esferas del poder -ejecutivo y legislativo-, que culminó esta semana con la supresión de todas las funciones del vicepresidente Jorge Glas, ha tenido repercusión en dos posiciones diametralmente opuestas.
Luego de que el vicepresidente, sin avión presidencial, sin resguardo oficial, se trasladara en viaje nocturno de siete horas por tierra desde Quito a su ciudad natal, Guayaquil, agobiado por denuncias de corrupción provenientes del testimonio de un delincuente confeso, ex funcionario de Odebrecht, publicadas en el diario O Globo, Glas respondió que se trata de una “retaliación” fruto del “espionaje político que hay al interior del país”.
El presidente Lenin Moreno -junto al presidente de la Asamblea Nacional, José Serrano, que pretende una reconciliación del primer mandatario con su vicepresidente-, justificó la suspensión de funciones a Jorge Glas, en respuesta a “una carta ofensiva” de éste dirigida a su persona, y porque “cada vez más el dedo le apunta al ingeniero Glas”, en relación a las acusaciones de corrupción petrolera.
Las reacciones se produjeron de inmediato frente a un acto considerado, a todas luces “duro”por observadores, en contraste con el guante blanco con que el presidente Moreno ha tratado a sectores opositores, bucaramistas y lassistas, que otrora lo calificaran indebidamente al calor de la campaña electoral.
La Iglesia Católica, en comunicado de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, se sumó a la tendencia acusatoria contra la corrupción que, “de ninguna manera, puede quedar impune, pues siempre la impunidad es generadora de mayor corrupción”. Al tiempo, los obispos expresaron su preocupación por “la ruptura que se ha producido en el Poder Ejecutivo y la consiguiente tensión política que sufre el país”. Piden además que se respete “la institucionalidad del país del país y se mantenga, por encima de intereses partidistas e ideológicos, el bien común, tal como lo indican la Constitución y la voluntad popular expresada en las urnas”. En una declaración interpretada como un apoyo tácito a Lenin Moreno, expresaron que, “esta ruptura no puede ni debe desviar al país del camino emprendido por el Señor presidente de la República, ni ensombrecer la acción de la Fiscalía y de los órganos de control del Estado”.
En el otro extremo de la posición eclesiástica, el Partido Comunista de Ecuador, en comunicado firmado por su secretario general, Winston Alarcón Elizalde, hizo un llamado “a defender los logros alcanzados por la revolución ciudadana y rechazar la injerencia en el actual gobierno de los partidos políticos de la derecha ecuatoriana pro imperialista, contra la que hemos luchado permanentemente, y a los que junto a las organizaciones democráticas progresistas y democráticas, en unidad de acción con Alianza País, hemos logrado vencer en las últimas contiendas electorales lideradas por Rafael Correa Delgado…” .
El manifiesto comunista se pronuncia en contra de la “campaña y linchamiento mediático” del que ha sido objeto Jorge Glas, “dirigida desde el Departamento de Estado y la CIA” en contra del vicepresidente y a la que “ha sido sometido sin pruebas valederas”. El texto expresa su preocupación por el hecho de “retirar abruptamente las responsabilidades otorgadas al vicepresidente en las funciones del Estado”. Consecuentemente, hace un llamado al presidente Moreno, “a fin de que rectifique las actuales actitudes, antes de que sea demasiado tarde, rechazando las propuestas colaboracionistas de los eternos enemigos del pueblo que baten palmas ante la crisis al interior de Alianza País”.
En esferas del poder no existe un pronunciamiento oficial, en respuesta a estas declaraciones contrastadas, tal cual fuera, según expresara una viejecita devota en la puerta de una iglesia: como la voz de dios y la del diablo.