Corren buenos tiempos, canta Joan Manuel Serrat en incomoda constatación para la bandada de los que se amoldan a todo. Tiempos acomodaticios de viejas sospechas confirmadas y nuevas defecciones descubiertas. En la parada del carro de la victoria muchos hacen tumulto para subirse al vuelo. Una esmirriada victoria que amenaza descomponerse en el almíbar de las sonrisas, con sabor a derrota.
Buenos tiempos para equilibristas y prestidigitadores que mueven los hilos de un ilusorio país, desdibujado en la efigie de la cobardía de quienes eluden sus compromisos, sin dar señal en el semblante, estáticos los músculos de la cara. Tiempos fabulosos para sacar tajada de este desastre consentido y catástrofe provocada por la inconsecuencia de unos, con graves consecuencias para otros.
Corren buenos tiempos, buenos tiempos para el disimulo y el pasar de agache en la impostura de hacernos creer que los de entonces, siguen siendo los mismos. Que nada ha cambiado, que es cosa de estilo, cuestión de tiempo hasta acomodar las fichas o, mejor, los naipes de un castillo ampuloso y precario.
Buenos tiempos para el apretón de manos -y dientes- con los enemigos de otrora, convertidos en los amigos de ahora. En tono solemne y con desparpajo se impone la genuflexión en la dialéctica del poder que busca contentar a ricos y pobres por igual, como si las diferencias solo fueran semánticas.
Corren buenos tiempos prohibidos de olvidar otros tiempos, cuando los ecuatorianos celebrábamos en el diario acontecer de la política, la figura de Rafael Correa abrazar con sonrisas al entonces afable candidato, Lenin Moreno, que recibía complacido y plácido la bendición del popular presidente. Ahora son tiempos para el revés de la amistad y para el revés de la política.
En el diagnóstico económico del gobierno se marca al antes y el después de otros tiempos, y se dice que estamos en crisis. Se lo afirma en el mismo tono con que lo hacen los agoreros del desastre, y la respuesta del supuesto responsable de tanta barbaridad, demoró poco en aparecer en Twitter. El ex mandatario Rafael Correa, escribió: Qué triste escuchar a un presidente que claramente no entiende lo que habla, y repite lo que le dijo la oposición o un malintencionado asesor. Utiliza varias veces, como la oposición, la palabra «crisis», en una economía en crecimiento -aunque incomprensiblemente han reducido la proyección de crecimiento a la mitad-con superávit externo; con importantes incrementos en la recaudación de impuestos; y con desempleo a la baja.
El gobierno habla de malos tiempos, -que estamos viviendo una situación “extremadamente difícil”-, fundamenta su diagnóstico en abultadas cifras económicas y se refiere a una deuda estatal de $ 41.893 millones de dólares y a un déficit fiscal calculado en $ 4.700 millones, equivalentes al 4,7% del Producto Interno Bruto (PIB). El ex mandatario responde: La forma correcta, para fines técnicos y legales, de calcular la deuda pública, es de acuerdo al manual de Finanzas Públicas del FMI, el cual nos coloca entre los países menos endeudados del mundo…En su folklórica contabilización de «deuda», por primera vez en la historia se suma, además de la deuda de los gobiernos locales, deudas de empresas públicas, todos los pasivos públicos, e incluso los «pasivos contingentes», es decir, cosas que «pudieran pasar». Sólo faltó la deuda de las tarjetas de crédito de los funcionarios públicos…El show es tan grotesco, que incluyen $2528 millones de «deuda» con el IESS, deuda que debería ser impugnada por su inconstitucionalidad, pero que, además, como dice el mismo informe de Contraloría, es parcialmente deuda de los empresarios y afiliados, pero le suman todo al Gobierno.
Corren buenos tiempos para la lúdica del poder que juega a salvar la crisis con pantomimas de buen entendimiento entre tirios y troyanos. No es casual que, coludidos con los dueños del capital, de espaldas al suburbio, se conjuren promesas de echar por tierra la Ley de Plusvalía -que impide especular con la propiedad privada-, entre otras medidas. Y así los buenos tiempos también empiezan a correr para los privilegiados de otros tiempos y de siempre.
Corren buenos tiempos para inéditas felonías, viejos afectos traicionados en la fragua de la perfidia política. Buenos tiempos para pensar que no es alevosía, que la intención presidencial busca cimentar nuevas alianzas que no dependan de la relación con su antecesor. Tiempos de desbaratar la mesa servida, y no morir en el intento, sobreviviendo del usufructo de la bonanza de otros tiempos.
Tiempos en que las voces críticas, en redes sociales, se multiplican: este es un país en evidente recuperación económica -como el nuestro- para apuntalar la misma: y, volver a sendas de crecimiento previas al 2015. Es claro que Ecuador no presenta sobreendeudamiento de ninguna clase…Su ‘mesa no servida’; y, su ‘economía al límite la sostenibilidad’ son bastante rebatibles, señor presidente Moreno.
Y el ex mandatario concluye: Técnicamente, lo que han hecho es un balance del sector público, pero solo los pasivos, «olvidando» los activos, que suman más del 400% del PIB. Mi hipótesis: en septiembre preparan un paquetazo, obedeciendo a la oposición, y están «alistando» el terreno. ¡A defender lo logrado! Recuerden: todo lo cínico, desleal y mediocre, será efímero.
Tiempos de contraer la sonrisa de cara a un futuro incierto, con problemas tan graves que vuelvan al país ingobernable. Corren buenos tiempos. Buenos tiempos de aplicar ajustes necesarios para que el Ecuador no entre en una crisis insuperable.
Tiempos de demanda popular: El sobredimensionamiento de la supuesta crisis económica que el Ecuador afronta, por parte de su régimen, señor presidente Moreno, lo único que busca es viabilizar medidas económicas que benefician a los grupos de poder que lo sustentan…Por tanto, le demando maneje la economía nacional con seriedad e integridad ya que la rencilla política con su antecesor hace que envíe mensajes errados sobre la misma.
Corren buenos tiempos. Tiempos de no errar el camino, que la ruta que se escoja y el desenlace de este trance, podrían marcar el futuro del Ecuador y cambiar el tono de esta melodía de Serrat para siempre.