Cuando decido abandonarme al regazo de la prodigiosa naturaleza de mi país y sacarme todos los ruidos de la ciudad, no hago otra cosa que preparar maletas y disponerme a coleccionar experiencias inéditas que ella me brinda.
En esta ocasión viajé a la puerta de entrada de Ecuador, la provincia del Carchi, concretamente a la Reserva Ecológica de El Ángel, ubicada a 4.200 msnm, con una temperatura que oscila entre los 6 a 10 grados.
Este lugar ostenta paisajes de páramo sobrecogedores y un bosque abrumador conocido como Polylepis o bosque de papel, (estos bosques crecen en los páramos andinos). El bosque está ubicado al noroeste de la ciudad de El Ángel, a 4 horas de Quito, unos 170 Km.
Al Polylepis de El Ángel lo descubrí rodeado de la quieta presencia de montañas, cerros repletos de frailejones, sonoras cascadas, vientos helados que golpeaban mi rostro y un sol apacible.
El bosque tiene una extensión de 12 hectáreas, está repleto de árboles y arbustos que alcanzan una altura de 2 a 5 metros. Los troncos crecen retorcidos por lo que van formando hermosas enredaderas. La antigüedad de estos árboles data de 2 a 4 millones de años.
Una vez en el interior del bosque recorrí senderos que parecen interminables culebras deslizándose entre charcos, riachuelos y puentes naturales. La presencia de agua en sus suelos es notoria.
El bosque exuberante y mágico parece recién lavado, se lo aprecia húmedo y brillante; cuando me detuve debajo de uno de sus árboles me envolvió su aroma fresco y limpio.
Mis ojos se deslumbraron ante la presencia de una naturaleza tan particular y única, instante que quedará en mi memoria como un momento privilegiado.
A ratos, me sentí como una intrusa que viola este lugar donde aspiro vitalidad y salud. Pero, también, sentí que encontré un lugar seguro donde pude sacudir la rutina y el tedio que me impregna la vida citadina.
Cuentan las leyendas que en este bosque hace 500 años, existían duendes y hadas. Uno de los duendes llamado Curupi se enamoró del hada Ishuaquinua y ella no correspondió a ese amor. Por lo que él la hechizó convirtiéndola en un árbol, pero en el momento del hechizo el hada abrazó al duende arrastrándolo a su desgracia. Es por ello que en el lugar existe un árbol de color rojo y verde conocido como Pumamaqui, que según la leyenda es el hada y el duende unidos a la espera de que algún día les libere una mujer de alma virgen. (tomado del libro Mágico Ecuador).
Lo singular de esta especie de árboles son sus cortezas muy delgadas, similares a las hojas de papel, de color café-rojizo, por lo que los vecinos de lugar los llaman los “colorados”, láminas que sirven de mecanismo de defensa ante las bajas temperaturas.
Como antesala a este prodigioso lugar me encontré con cerros, hondonadas y quebradas forradas de frailejones, plantas propias del páramo, de hasta 7 metros de altitud. Un espectáculo conmovedor que ofrece este paisaje andino de piel verdosa.
Al frailejón le acompañan otras especies como la paja, la flor de chuquiragua, el sigse, la mora, helechos, dormideras, uvillas, orquídeas, chilcas, el famoso y sagrado mortiño.
La Reserva de El Ángel es el hábitat de venados, conejos, lobos, raposas; y, aves como los curiquingues, tórtolas y cóndores, (los reyes de los Andes), que se los puede observar en las partes altas de los páramos.
La Reserva Nacional de El Ángel fue reconocida como tal en 1986, porque alberga una enorme diversidad biológica, ecológica, ecosistemas únicos; y sobre todo, conserva los páramos de frailejón, planta que constituye el emblema de la Sierra norte del país.
En el lugar existen importantes elevaciones que superan los 3.500 metros sobre el nivel del mar: El Pelado, Cerro Negro, Mirador, Chinchinal y Chiltazón, entre los más importantes.
Además, cuenta con la presencia de lagunas como La Negra, Crespo, Potrerillos, y las más famosas: Las Lagunas del Voladero donde según la tradición reposa el alma de Jerónimo Tudpe, un indígena que prefirió saltar al lago antes de someterse a los españoles.
Antes de ascender a la Reserva, de hecho, hay que hacer una “parada” en la ciudad de El Ángel, la que me impresionó por su bella iglesia que según cuentan sus vecinos es la más antigua del sector.
Empero, la provincia del Carchi no tiene sólo estas dos maravillas naturales. Otra de las atracciones turísticas es el Cementerio de Tulcán, capital de la provincia, con sus esculturas verdes que son figuras talladas en ciprés.
La Gruta de la Paz, un santuario de la Virgen María enclavado en una caverna, en el cañón del río Apaquí. El volcán Chiles, considerado el guardián natural que vigila la frontera ecuatoriana, pues está situado entre Ecuador y Colombia.
San Gabriel, la ciudad de la eterna primavera, declarada por la UNESCO Patrimonio Nacional Cultural por sus hermosas construcciones del tiempo de la Colonia, entre las cuales se destaca su iglesia, una joya arquitectónica que según las crónicas fue la única, en el país, construida según la ley de Indias, fuera de la plaza principal.
Cabe recordar a mis lectores que Carchi por ser una provincia fronteriza su principal actividad es la comercial. De ahí que puede encontrar productos de estas dos naciones con suma facilidad.