Una entrevista suele ser el arte de develar lo nuevo o encubrir lo viejo. Es el género periodístico que permite desnudar la verdad bien dicha, o la mentira bien presentada. Parodiando a García Márquez diremos que, “la grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista”. Es decir, ésta suele convertirse en albur, -caballo desbocado, si no jalamos de las riendas para conducirla al terreno de nuestros propósitos-, con riesgo de caer en la vieja sentencia de la comunicación: si quiere pasar desapercibido, no cuente con nosotros. Una entrevista, al fin de cuentas, es lustre de la palabra ajena y no del entrevistador.
La última aparición de Rafael Correa en la televisión pública la noche del 5 de julio, ante el periodista Xavier Lasso, tuvo el tono de un racconto de la gestión de gobierno del ex presidente. A ratos, los bloques temáticos puestos a consideración del entrevistado -inicios del proceso revolucionario, ámbito internacional, relación con la prensa, logros de su gobierno, elección presidencial reciente, etc,- entre otros, respondieron a una necesidad descriptiva, más no reflexiva. El entrevistado se paseó por hechos ya conocidos que fue ratificando o rectificando, sin que se descubra nada nuevo.
De las frases memorables de la entrevista rescatamos: “no podemos renunciar a los recursos naturales, es la primera vía para superar la pobreza”, dicho en relación a la explotación del ITT. “Dime quien te aplaude y te diré quien eres”, ironía ensayada por el entrevistado para aludir a los que pactan hasta con el diablo. Y luego afirmó en referencia a la segunda empresa nacional eléctrica que más factura en el país: «A los Bucaram es claro que les han dado CNEL (Corporación Nacional de Electricidad), lo del pacto con Bucaram, es inconducta impolítica”.
En relación con algunos temas específicos, Rafael Correa marcó distancias con Lenin Moreno: “Lenin probablemente busca el bien común a su manera, pero está equivocado. Tiene muy mala asesoría”. Este es el punto clave que la entrevista debió dilucidar. Para nadie es un misterio que está en marcha el intento presidencial de Lenin Moreno de “diferenciarse del gobierno de Correa”. Este hecho responde, según Correa, a «una clara estrategia de diferenciación”, una situación denunciada por el propio ex presidente. Se trata, dijo Correa, de dar a entender que “la oposición tiene razón” en que hay que dejar atrás al gobierno corrupto, dictatorial de la revolución ciudadana. A lo que el ex presidente respondió: “Yo también me quiero diferenciar, es una traición incomprensible”. Acto seguido, el entrevistado confesó sentir “no decepción, sino desconcierto, dolor”. En este instante de la entrevista faltó la repregunta clave para dejar clara la situación: Señor Correa, cuando usted se dispone a dormir y queda solo con sus cavilaciones, ¿se siente traicionado?
El medio día de ayer ocurrió un hecho periodísticamente significativo. Lenin Moreno, anticipándose a lo que, presumiblemente, ocurriría en la entrevista a Rafael Correa, buscó puntos de acercamiento, en su ya repetido estilo conciliador: Lealtad conmigo, sí; pero por favor, no se olviden de la lealtad que le deben a nuestro líder histórico, Rafael Correa. Esta afirmación de Moreno debió ser confrontada con la opinión de Correa y pedirle su reacción, puesto que era un elemento nuevo. De igual modo, Lenin dijo ayer por la mañana: “El diálogo continúa. Seguimos empeñados en reconciliar al país. Para el odio, no cuenten conmigo”. Frente a lo que Correa respondió: “Tampoco conmigo. Lenin es mi amigo, es una buena persona, pero puede estar totalmente equivocado”.
La despedida de Rafael Correa ante el país en el canal del Estado, dejó sabor a insatisfacción. Una afirmación del entrevistador, acaso, resume ese sentimiento, se va abatido: “Hay contradicciones que no se explican. No estoy en absoluto de acuerdo, con esto de dialogar con todos, sin saber con quién te sientas a la mesa, sin principios…No cuenten conmigo para la claudicación…la indignación también se puede dar por amor, la indignación frente a los sepultureros de nuestro país”. Finalmente, Correa concluyó: “Frente a diez años de lucha arriesgando hasta la vida, es inaceptable…Nunca me ha interesado trascender, pasar a la historia, me ha interesado servir…cuiden al país, no permitan que se pierda todo lo ganado».
Amerita recordar que no hay mejor manera de medir la inteligencia de un país, que viendo su prensa. Para reafirmarnos en el sentido del mejor oficio del mundo, diremos con García Márquez: El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad.