Recientemente, el presidente Lenin Moreno en una de sus escasas intervenciones mediáticas semanales, ensayó una categoría política -por decir lo menos- novedosa, que denominó Empresarios Sociales. Inmediatamente llamó la atención el adjetivo calificativo sociales, endilgado al sustantivo empresarios, no sin cierto forcejeo del lenguaje. La conjunción gramatical de ambos términos tiene efectos políticos, puesto que se trata de significar que existe una clase de hombres de empresa con sensibilidad social, cualidad venida a menos en los últimos tiempos en que la clase empresarial, en contradicción con la clase laboral, ha esgrimido una serie de argumentos en defensa de sus intereses que resultan antagónicos a los intereses de los trabajadores.
Sin ir más lejos, en Ecuador del siglo XXI todavía se discute “el atraso conceptual en que viven nuestras élites económicas”, en el decir de Juan Paz y Miño. Y, “bajo el supuesto modernizante y de fomento del empleo”, los empresarios no sociales plantean revisar el Código del Trabajo y flexibilizar las normas sobre indemnizaciones, despidos, sindicatos y huelgas, etc.
De allí que, concebir una estirpe de empresarios sociales, resulta novedoso. Amerita entonces que sea el propio presidente Moreno quien defina bien esta nueva categoría empresarial social y perfile, para comprensión de los ciudadanos comunes y corrientes, cuál es la impronta de rasgos de dichos empresarios sociales. Será que se trata de sujetos dotados de una nueva mentalidad y un nuevo espíritu solidario que, siguiendo el ejemplo de sus colegas alemanes -según nos cuenta Paz y Miño-, proponen un capitalismo social que sugiere “incrementar el pago por desempleo e introducir una nueva “pensión solidaria”; reducir los contratos de horario limitado; extender la participación de los trabajadores en los nombramientos de las empresas; proteger contra los despidos a los trabajadores que organicen comités de empresa; recuperar salarios; respetar la legislación laboral”.
En tal caso, estaríamos en presencia de una nueva especie empresarial que supera las viejas prácticas propias del capitalismo salvaje: incremento de la jornada laboral más allá de 8 horas; despidos intempestivos sin indemnización, reemplazo de trabajadores por otros con menor salario y sin beneficios, fin al contrato laboral de manera unilateral por el empleador; contratos por tiempo parcial, trabajo de mujeres embarazadas en ambientes insalubres, y predominio por sobre la ley, de los acuerdos establecidos entre patronos y trabajadores.
Para tener meridiana certeza de que entre gobierno, empresarios y trabajadores se está hablando el mismo idioma, amerita implementar el Diálogo Laboral en el país. Una instancia formal tripartita en la que se discutan el rol del Estado en asuntos del trabajo, derechos laborales y sindicales, así como las responsabilidades empresariales en el Ecuador del siglo XXI. Un diálogo laboral que busque acuerdos en torno al incremento del pago por desempleo, reducción de contratos de horario limitado; incremento de la participación de los trabajadores en los nombramientos de las empresas; protección contra dirigentes que organicen sindicalmente a trabajadores en comités de empresa y respeto a la legislación vigente.
Solo en ese contexto el diálogo laboral será fructífero, justo y solidario, con empresarios de nuevo tipo; empresarios sociales, dispuestos a poner por delante el bien del país y el de sus trabajadores.