El artista mexicano que expone en Casa Éguëz la muestra serigráfica El Quixote Reimaginado, vivió su infancia obsesionado por la mano, ese instrumento anatómico que hace que se haga cierta la voluntad humana. Héctor de la Garza Eko, pinta la mano desde infante, creyéndola el escenario de todas las pasiones y de toda la historia del hombre, al punto de reconocer que antes de hablar aprendió a dibujar una mano.
-La mano con la que dibuje, la mano con la que me toque los genitales, la mano con la que me metí los dedos por la nariz, la mano. Es mi principal compañera, es mi enemiga y es el único instrumento que tengo para expresar lo que veo, lo que siento, lo que odio y básicamente todas mis pesillas y obsesiones.
La muestra El Quixote Reimaginado, es un homenaje a la imaginación, Eko y Cervantes recorren un viaje infinito que la inteligencia emprende sin saber su destino. El autor de El Quijote, conoció la guerra que le inmovilizó la mano izquierda. La mano del artista es la mano de un soldado, el arte es una batalla entre la creatividad y el tema, entre las emociones y la técnica, entre la obra y el artista.
¿Cuáles son tus referentes estéticos?
-Mi maestro de pintura fue el hijo de Víctor Serge, que era el secretario particular de Trotsky. Él fue el primero que a los seis años me dio la clase de pintura, y me dijo copia, copia y copia. Yo copiaba toda la mierda que venía de la televisión, los comics. La lección que yo le doy a todos los que están interesados en dibujar: copia al maestro más extraordinario que hayas conocido y aprende sus secretos. Yo me dediqué a copiar durante dos años la Biblia de Alberto Durero, hasta que aprendí a dibujar como Durero.
Con Durero aprendió a aplicar la luz, simplemente, con rayas. Se declara discípulo del arte gótico que le ha dado “el instrumento para hacer y expresar las ideas que quiero”.
-Si no tienes bien domada a esta hija de puta que es nuestra mano, no vas a expresar lo que necesitas. No vas a llegar a la médula, al sistema límbico del espectador. Lo que hago, es proyectar de mi propio sistema límbico, a través del lenguaje articulado. Pasé dos años dibujando, entonces sé que esa línea del dibujo es una línea hipnótica.
Y esos grafismos lineales de intenso negro, ¿qué nos quieren provocar?
-La crueldad, de los góticos europeos del siglo XVI, ellos tenían una crueldad que a mí me dio perfectamente. Básicamente, estaban muy concentrados en la luz. Yo me imagino porque eran carísimos los vidrios, tienen ventanas muy pequeñas. La penumbra de los recintos te obliga a aquilatar la luz como si fuera una virtud.
¿Y que te ha enseñado nuestra América?
-En nuestra América lo que más influyó en mí, para hacer estos lenguajes absolutos, fue nuestra cultura de Mesoamérica, las esculturas de los aztecas basada en el sacrificio humano, la muerte. No me interesa el lenguaje europeo, aprendí las técnicas europeas, pero me interesa el lenguaje americano.
La muestra gótica que exhibe en Casa Éguëz, es el fruto de un trabajo realizado por Héctor de la Garza para una editorial neoyorkina que le pidió ilustrar una edición de El Quijote. Lo hizo con total irreverencia.
-Lo primero que desprecio es esta colonización que nos arranca la identidad del Quijote. La gran mayoría de las reproducciones con ese santoclós flaco, bigotón y esa frase necia que dice, de Quijote, poeta y loco todos tenemos poco. Mi Quijote es la mano que pierde Cervantes. Mi Quijote es un fracasado, es un derrotado por todos los best seller de su época que leyó, finalmente. Cervantes, en un acto hermosísimo de crítica literaria decide quemarlos en una pira, hizo bien. Esa mano perdida es la reivindicación de todos los deseos castrados, que te corten una mano es como que te cortan los testículos…
La mano es un arma, el arte una batalla ¿cuántas batallas libraste?
-Es una batalla que he perdido continuamente. Toda mi vida he trabajado en esa gran puta que son los periódicos y, tarde o temprano, por las ideas que tengo básicamente del erotismo, me corren de los periódicos, me han expulsado de los periódicos más dignos, más decentes y más sólidos del planeta; he recorrido el mundo y de todos los periódicos me han corrido. Y es porque tengo una idea: la gráfica, yo quiero como artista utilizar el potencial de edición de los periódicos para usarlos como el papel de mi gráfica. Cada vez que veo una de mis obras reproducidas 150 mil veces en un periódico, para mi es una edición de artista de 150 mil ejemplares. El resto de los artistas gráficos que se jodan, yo tengo tirajes masivos como artista. Y eso choca con la vocación de servicio de los periódicos que lo que quieren es que uno esté trabajando para dar servicio informativo a los lectores, bueno, que se jodan los lectores. Yo quiero hacer mis cosas, entonces que se joda Eko, que se vaya a la mierda.
¿Cómo hay que ver esta exposición sobre El Quijote?
-La exposición hay que verla como una introducción al Quijote. Todos sabemos del Quijote, pocos lo hemos leído, muy pocos lo hemos releído. Yo apenas tengo una lectura y una relectura de unos cuantos capítulos del Quijote. Entonces, hay que ver esta exposición como una expresión latinoamericana de este clásico, y hay que verla como que no está anquilosada y no es una obra muerta, sino que es una obra que nos inspira. Que la gente diga, bueno si este cabrón de Eko le inspiró esto el Quijote, qué coño hay dentro del Quijote que le hace pensar así. En dónde Eko vio que Cervantes hacía una crítica literaria, en qué página del Quijote, Eko vio que el personaje no es este viejo esperpento que nos ha hecho la comercialización y la colonización, sino la mano del gran perdedor que fue Cervantes, este hombre resentido y enojado con su tiempo. De dónde sale esta mano errante de hermosísima tinta negra. Esa es la manera que hay que ver la exposición.