El diálogo como mecanismo de gobernanza es oportuno en un país dividido, no solo por una línea equinoccial imaginaria, sino por la línea divisoria real de la política. La decisión presidencia de dialogar alude a temas muy específicos en la agenda propuesta por Lenin Moreno: escuchar a los empresarios, al sector privado, a los representantes de la Economía Popular y Solidaria y todos a quienes trabajan en el sector productivo. Otras temáticas sobre la que se propone dialogar son Acuerdo Plurinacional, Consejo Consultivo Empresarial, Unidad, Información, Educación, Agro y Lucha contra la Corrupción. Está claro y está bien, que el fin último del diálogo presidencial tenga como propósito el mejoramiento de la productividad, la atracción de la inversión, el retorno de capitales, la generación de empleo, el sostenimiento de la dolarización y cómo mejorar y sintetizar los trámites de toda el área productiva.
¿Y el diálogo cultural?
La cultura brilló por su ausencia en el discurso inaugural del presidente Lenin Moreno en su ascenso al poder el 24 de mayo último. En su alocución no se dijo una sola palabra sobre el tema, y el silencio cultural continúa hasta el día de hoy. Esta inexplicable omisión de la cultura en la agenda del diálogo, encubre y devela. Camufla la falta de política cultural de la revolución ciudadana que, inconcebiblemente, no logró soñar una revolución cultural en su gestión histórica. Y devela la incomprensión del hecho cultural, por la incapacidad de entenderlo en su rica diversidad y pluralidad.
La deuda cultural asciende a una falta de política cultural, ausencia de promoción democrática de la cultura, carencia de una visión intercultural y desequilibrado criterio en la distribución de los recursos. Los deudores culturales olvidan que la cultura conjuga un verbo esencial: liberarnos de las dependencias enajenantes, transformar el ser nacional acuñando la utopía de ser libres. La cultura es integradora, no confrontacional, es catarsis social que decanta los propósitos humanos, restaura la identidad atropellada y devuelve el protagonismo histórico a los pueblos. En ese sentido, el diálogo cultural es la mejor forma de ejecución de la política.
Lenin Moreno en su propuesta de consenso nacional debe comenzar el diálogo cultural con su ministro Raúl Pérez Torres, para ver qué parte de la deuda cultural empieza a saldar el Estado en forma inmediata. Se ha criticado, desde algunos sectores, que el equipo ministerial está conformado por escritores que privilegian la lectura por sobre las otras artes escénicas, musicales, cinematográficas, plásticas, etc., de las que poco se habla en referencia a los planes del ministerio cultural. Ese es un tema que debe ser aclarado por los personeros del ministerio, puesto que no es justo pensar que se privilegia un plan de lectura por sobre un plan de pintura, de danza, de teatro o de música popular, que son también manifestaciones culturales vitales de nuestro pueblo.
¡Qué falta hace reflexionar sobre de los ámbitos de la cultura -o culturas- que perviven en el país, según el paradigma sugerido por el escritor Abdón Ubidia! El rol de la cultura culta que convoca a las élites de las bellas artes, literatura, pintura, teatro, escultura, entre otras manifestaciones. La cultura popular, y su rica diversidad en representaciones urbanas y rurales, ancestrales y trascendentales de la expresión del pueblo llano. Y la cultura de masas, híbrida y tantas veces extraña a la esencia ecuatoriana, amplificada y multiplicada en los medios comerciales bajo formatos televisivos, radiales o impresos, hasta convertirse en la visión cultural dominante.
Esa trilogía que desglosa la cultura nacional, permite comprender la diversidad y la adversidad cultural que debe ser contemplada en las políticas que surjan del diálogo cultural propuesto. El Ministerio de Cultura elaboró un RUAC, con registro de actores culturales, ese banco de datos debe ser el instrumento convocatorio para iniciar el diálogo que establezca las prioridades culturales del país entre los involucrados. Sería un despropósito que la cultura y sus gestores, continúe privilegiando el silencio por sobre el tenor de la voces múltiples, inteligentes y sensibles que, suponemos, la animan. Hagámonos eco de ese diálogo cultural diverso y urgente. Cuestión de elemental inteligencia y sensibilidad.