El escritor argentino Jorge Luis Borges, alguna vez dijo que nunca se termina de aprender a leer, tal vez como nunca se termina de aprender a vivir. Este secreto vínculo existente entre la lectura y la vida, activa una alarma en sordina, en la que el viejo autor de El Aleph como voz del narrador, se identifica con la del autor y el protagonista del cuento. Borges buscó discernir la relación del lector con la realidad, será por eso acaso que su clásico cuento sugiere la indefinición de los márgenes entre lo real y lo ficticio. ¿Qué es, entonces, leer? Aprender a leer es encender un fuego, cada silaba que se deletrea es una chispa. (Víctor Hugo).
Cuando se aprende a leer se corre el riesgo de ser libre para siempre, por el simple y llano hecho de que el significado de leer es un asunto de sentido, un espacio donde convergen y reconcilian las ideas y las emociones. Placer, conocimiento, emoción, enajenación -diría F. Trueba- en un solo cause y por la misma causa de leer. Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida. (W. Maugham). Sin embargo, no hay ninguna lectura peligrosa, puesto que el mal no entra por la inteligencia.
¿Para qué un plan nacional de lectura? Porque es vital enseñar a leer, no con el propósito de vender más libros, sino para que los lectores disfruten más de la vida. En la nueva etapa del Ministerio de Cultura, la ley faculta a la institución para llevar adelante dicho plan y, bajo ese designio, el ministro Raúl Pérez Torres ha mencionado que será lo primero que emprenda su gestión ministerial.
No obstante, el fin de semana último una escueta nota de prensa da cuenta de la ejecución de una actividad promocional de lectura denominada “Yo leo, una fiesta de la lectura”, impulsada por el Ministerio de Educación, como “parte de la malla curricular en las escuelas y tiene como objetivo despertar el interés de los alumnos para acercarlos a los libros”, dice la noticia. La información señala que en dicha actividad se “trabaja de forma lúdica, es decir, los niños acompañan la lectura de dramatizados y canciones, lo que los motiva a vincularse y a que la vean como una actividad divertida y no como una exigencia”. ¿Será suficiente aquello? Sería conveniente conocer en qué circunstancias se realiza esta actividad, considerada una “estrategia de fomentar la lectura y parte de las actividades que impulsan los ministerios de Educación y Cultura”, si se la hace con el correspondiente lanzamiento apoyado con recursos de difusión a nivel nacional. ¿Se trata, acaso, de un plan paralelo o de una campaña integrada al Plan Nacional de Lectura oficial contemplado en la ley?
Cualquiera sea la intención, no es saludable duplicar esfuerzos, ni actuar con la primicia por delante o anticiparse a la implementación de una política coherente, unitaria y mancomunada con diversas iniciativas de ejecución y difusión. ¿Es que ya existe el plan de lectura en marcha, sin que el país se halla, masivamente, enterado?
El país tiene el derecho y el deber de darse un Plan Nacional de Lectura que responda a políticas públicas de promoción de la lectura, para la formación de lectoras y lectores, sin inventarse el agua tibia. A manera de referente, mencionamos el plan de lectura vigente en Argentina, país en el que recientemente, en mayo, se llevó a cabo la reunión del comité del CERLALC, Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe. Uno de los principales objetivos del CERLALC, consiste en asesorar y brindar asistencia técnica a los gobiernos iberoamericanos en el diseño y la aplicación de políticas, proyectos y programas de fomento de la lectura, el libro y el derecho de autor.
En Argentina el Plan Nacional de Lectura es un programa aplicado por el Ministerio de Educación, con cinco coordinaciones nacionales. Entre sus principales líneas de acción está la realización de talleres de lectura y literatura, trayectos de formación y perfeccionamiento para docentes, bibliotecarios, profesionales de la educación e interesados, provisión de libros y textos a bibliotecas. El apoyo a proyectos institucionales de lectura, consta entre las principales ejecuciones desarrolladas para fortalecer la presencia de la lectura en la escuela, y promover el encuentro de docentes, estudiantes y la comunidad con el libro y la literatura. El plan se propuso promover el desarrollo de competencias lectoras, a través de acciones educativas en todos los niveles del sistema y fomentar el gusto por la lectura desde edades tempranas, en los niños, adolescentes y jóvenes; así como mejorar la calidad de los mediadores, por medio del perfeccionamiento docente.
Complementariamente, el plan lleva adelante la publicación de libros, folletos y cuadernillos educativos y la provisión de libros a bibliotecas escolares, a docentes, a proyectos de autogestión y a solidarios presentados por docentes y estudiantes. La lectura en voz alta es uno de los principales eventos que despliega el plan de lectura, recuperando en las provincias los espacios de lectura escolar en establecimientos educativos.
Bien vale la referencia argentina, entre otras que puedan aplicar el Ministerio de Cultura y su par de Educación, bajo la dirección de la Gerencia del Plan Nacional de Lectura, en la implementación de políticas públicas destinadas elevar los índices de lectura en el país. Pertinente es, entonces, el consejo de Borges acerca del aprendizaje indisoluble de leer y vivir. Grata conjunción de criterios con Herman Hesse, para quien los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles.