El presidente Lenin Moreno trazó la ruta de una sola vía: el diálogo, con una actitud de concertación nacional, pero cierta oposición se empecina en la terquedad de andar el camino a contracorriente. El ex candidato banquero Guillermo Lasso viajó a Santiago de Chile para coludirse con su coideario Sebastián Piñera, conspicuo representante de la ultraderecha conservadora chilena, para desacreditar al Ecuador, sus instituciones y el proceso electoral recientemente realizado en el país, bajo peregrino, y no demostrado, argumento de fraude. Lo dijo Lenin Moreno, “no hay nada peor que un ecuatoriano hablando mal de su patria en el extranjero”, y tiene razón.
Guillermo Lasso, lejos de permanecer en territorio nacional para responder al diálogo al que también fue convocado -junto a todos los ecuatorianos- prefirió iniciar una campaña internacional de beligerancia contra el gobierno ecuatoriano y sus representantes. Sin aceptar la derrota, con la herida abierta, el representante de la bancocracia destila odio antidemocrático, que lo insta a desconocer la institucionalidad del país, del sistema interamericano y de la comunidad internacional en su conjunto que reconoció, desde el primer momento, a Lenin Moreno como legitimo presidente de Ecuador.
Por su parte, Cynthia Viteri, ex candidata socialcristiana, rompe el silencio post electoral y sale a la palestra en tono también destemplado, a exigir “la lista (de Odebrecht) que debe ser pública, aunque abochorne al país entero». El ex presidente Rafael Correa en su cuenta de Twitter, cuestionó la «reaparición» de Viteri «destilando más odio y limitaciones que nunca». «(Viteri) ‘exige’ la lista Odebrecht. ¿Se olvidó de la lista que ya apareció? Todos los nombres coincidían con la contratación del proyecto Chongón, en la época socialcristiana. Por supuesto, la prensa mercenaria ha hecho mutis por el foro».
Ante una contracorriente de opinión que se empecina en fomentar el odio y la revancha, el presidente Lenin Moreno deberá permanecer alerta. El diálogo es un mecanismo bilateral o multilateral para buscar consenso, sí, pero complacer a Raimundo y todo el mundo, puede ser un nefasto error; ya que, como señala la analista Lucrecia Maldonado, “es frecuente que se pierda no solamente la autenticidad, sino también el ser y la esencia de las cosas”. Una sobredosis de conciliación puede desdibujar la propia buena intención presidencial, y convertirse en un boomerang que afecte el propio proyecto político al que Lenin Moreno está llamado a liderar. Un proyecto respaldado por la voluntad popular en las urnas y que tiene un claro norte: consolidar los avances democráticos y populares alcanzados por el país en materia de políticas sociales, inclusión económica y soberanía política.
La cultura de diálogo propuesta por Lenin Moreno pasa por afinar criterios en ese intento, con quién se dialoga y a qué precio, porque ningún diálogo puede ser imposición, sino negociación. No puede el presidente Lenin permitir la peregrina idea -sugerida por el banquero Lasso- que amenazó con “gobernar desde la oposición”. Este es el gobierno del pueblo soberano que eligió continuar un proceso de cambio social, político y económico en beneficio de las mayorías del país. Se debe dialogar con quien quiera escuchar, deje oir propuestas positivas, participe sin doble intención, y sobre todo, se comprometa con el país y su futuro. Diversos son los sectores que se muestran dispuestos a dialogar y han respondido al llamado presidencial. El diálogo deberá con ellos ser la suma de las partes, la unidad en la diversidad nacional, la consolidación de la democracia y la libertad, en un país que se negó a ser gobernado por una partidocracia excluyente y retrograda que niega, a contracorriente, el devenir de la historia.