Cuando Bertolt Brecht dijo que los hombres que luchan toda una vida son los imprescindibles, quiso aludir, no a un hombre común, sino a esa estirpe de seres tocados por un destino que, según Hegel, encarnan el espíritu de su tiempo. Y en un tiempo singular del Ecuador, nació Rafael Vicente Correa Delgado, el 6 de abril de 1963, en el seno de una familia de clase media guayaquileña. En un barrio central del puerto principal, Rafael Correa Icaza y Norma Delgado Rendón, ambos de Vinces, formaron la familia compuesta por Rafael, Fabricio y Pierina. Cuando el niño Rafael tenía cinco años, su padre viajó a los Estados Unidos a trabajar como mula en la venta de estupefacientes, hasta ser detenido, y acabar con su vida en 1995.
Norma, la viuda, mantuvo a la familia cocinando, y enviaba a Rafael a hacer entregas después del colegio, cuando el país transcurría su inamovible existencia agroexportadora en los agitados días de la crisis de los años sesenta. Rafael Correa ha admitido que tuvo una infancia difícil debido a la ausencia de su padre, y que su familia tuvo dificultades económicas durante ese periodo. El esfuerzo materno permitió que Rafael cursara estudios en el Colegio La Salle de Guayaquil y, en horas de ocio se entregue a la aventura de servicio juvenil en un grupo scout. Gracias a su buen rendimiento académico, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad Católica de Guayaquil, donde obtiene el título de economista en 1987. Motivado por su alta sensibilidad social, Correa, integra un voluntariado durante un año en la misión salesiana de Zumbahua, provincia de Cotopaxi, poblado rural de extrema pobreza, donde presta labores de alfabetización a indígenas y asesoramiento en el desarrollo de microempresas.
El joven estudiante universitario se desempeña como asistente de cátedra y luego profesor asociado de la Facultad de Economía en la U. Católica de Guayaquil. Integra posteriormente el cuerpo docente de la USFQ en la capital y llega a ser instructor del Departamento de Economía de la Universidad de Illinois, EE.UU. Conoció a su esposa, Anne Malherbe Gosseline, mientras ambos estudiaban en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, país natal de la novia. Posteriormente, en 1992, se casaron y se establecieron en Ecuador. La pareja tiene tres hijos: Sofía Bernardette, Anne Dominique y Rafael Miguel Correa Malherbe.
En medio de una vertiginosa carrera politica, el 20 de abril de 2005, Correa fue nombrado ministro de Economía y Finanzas, en el Gobierno de Alfredo Palacio. Deja el ministerio en agosto del 2005, opuesto a la firma de tratados de libre comercio con EE. UU y contrario a las imposiciones del FMI. Simultáneamente, inicia un frontal cuestionamiento al sistema político conformado por la partidocracia tradicional ecuatoriana y funda el movimiento Alianza País, con el que gana las elecciones presidenciales en noviembre del 2006. Enero del 2007 inicia la era de la Revolución Ciudadana, con el ascenso de Rafael Correa a la primera magistratura del Estado. En calidad de presidente de Ecuador, impulsa un inédito proceso revolucionario, “consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente”.
El líder histórico
El rasgo esencial del liderazgo de Rafael Correa, es haber iniciado la sinceración de la política ecuatoriana, practicada hasta entonces por grupos económicos representados en los partidos tradicionales, como usufructo del poder, demagogia e inestabilidad politica, desde el retorno a la democracia en 1978. En la década revolucionaria, Rafael Correa fue reelecto Presidente de Ecuador, por segunda vez, en las elecciones presidenciales de 2009 y, en el 2013, para el tercer período que concluye este 24 de mayo.
Durante el proceso revolucionario ciudadano, y al cabo de una década ganada contra la pobreza y las inequidades económicas, el Ecuador exhibe -según datos del Banco Mundial- una reducción de la tasa de pobreza de 36,7% en 2007 al 22,5% en 2014. Al mismo tiempo, el índice de Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad de los ingresos, pasó del 0,55% al 0,47% (la igualdad perfecta es 0%). La superación de las políticas neoliberales impuestas por la partidocracia, permitieron al país un cambio en sus relaciones de poder y gobernanza de la sociedad. Y, consecuentemente, inauguraron la justicia social y la vigencia de plenos derechos contemplados en la Constitución del 2008 que rige la conducta del Estado intercultural y plurinacional que contribuyó a diseñar Correa.
Un presidente agigantado ideológicamente, hasta alcanzar plena consciencia revolucionaria fruto de su maduración doctrinaria de izquierda de claras coincidencias con la teoría y práctica del socialismo del siglo XXI, adoptó posiciones concretas de soberanía nacional, y solidaridad con la lucha antimperialista de los pueblos por su liberación. Su sensibilidad lo hace echar suerte con los humildes y emprende una exitosa política social que beneficia a millones de ecuatorianos, bajo la forma de seguridad social para toda la familia, creación de múltiples formas de empleo, asistencia a la indigencia con bonos solidarios, activación de un sistema nacional de salud gratuito, programas de vivienda, construcción de infraestructura educativa, incremento sin precedentes de la obra vial, sintonizando con los más sentidos intereses y derechos de hombres y mujeres humildes del país.
El legado del mandato de Correa deja una estela de mega obras de desarrollo industrial, que hace posible un cambio de matriz productiva por primera vez en la historia nacional, y el aprovechamiento soberano de los recursos naturales del país, como el signo esencial de justicia económica que reclamaba el Ecuador. Asignaturas pendientes que hereda el gobierno de Correa, y en las que deberá tomar la posta el próximo gobierno de Lenin Moreno, consta el imperativo de consolidar la reactivación económica del país, diversificar las áreas productivas con énfasis en la actividad agroindustrial, generación de estímulos a la iniciativa empresarial privada, en alianza con intervenciones del Estado en áreas estratégicas y no estratégicas. Se deberá también poner especial énfasis en saldar la deuda cultural, fomento a la lectura, producción y promoción de manifestaciones interculturales, y proliferación de bibliotecas alcance de todos los ecuatorianos.
Trabajador incansable, Rafael Correa, impuso un modelo de gestión a las instituciones del Estado, puestas al servicio de la ciudadanía en la aplicación de políticas públicas con alto sentido humanista. Un paradigma que privilegió al hombre por sobre el capital, como diversas veces proclamó el mandatario. Su talante esperanzador de optimismo y fe en las posibilidades del país, lo convirtieron en un constante animador de la movilización popular, y en un didacta de su pueblo al que enseñó, con su ejemplo y palabra, una nueva forma de vivir la política convertida en gesto de nobleza al servicio del ser humano.
Con liderazgo fuerte y claro, impuso una voz de orden capaz de conducir al país y sus habitantes con acertado criterio en la bonanza y en la crisis, en los momentos más difíciles cuando una intensa historia y la telúrica geografía lo llamaron a enfrentar sus avatares con oportunidad y eficiencia. Su intachable conducta de mandatario lo sitúa entre los ecuatorianos de mayor estatura ética de la historia de la nación, a la que gobernó con sabiduría como un ejecutor creativo, tanto en los contenidos como en la forma de su singular estilo de ejercer el poder.
Como suele suceder con los luchadores imprescindibles y los hombres que llegan a encarnar el espíritu de su tiempo, Rafael Correa será juzgado por la historia, en aras del país que contribuyó a crear con el esfuerzo y apoyo de millones de ecuatorianos y ecuatorianas que depositaron su confianza en el líder carismático, en el político de nuevo tipo que hoy deja de herencia el Ecuador de la dignidad nacional.