Tender puentes, fue la metáfora empleada por el Presidente Electo Lenin Moreno, en referencia a la necesidad de diálogo con todos los sectores ciudadanos, para alcanzar consensos básicos en torno a diversos asuntos de interés nacional. Tender puentes sí, pero sobre aguas agitadas por una oposición beligerante, antidemocrática, que no cree en el intercambio de opiniones diversas y, muchas veces, adversas. Bajo esa premisa, Lenin Moreno tiene el reto de no solo tender el paso colgante sobre el abismo de la incomunicación y sordez política, sino de ser escuchado y escuchar al otro, como un ejercicio elemental de convivencia democrática incluyente.
Si bien esa promesa de campaña y la decisión presidencial actual es bien vista por algunos opositores al régimen, cierto es también que el diálogo debe cumplir con algunas premisas básicas. Deberá ser un diálogo que busque ampliar la base de apoyo social al proyecto político gubernamental; de manera tal, que permita no solo el intercambio de posiciones teóricas, sino pasar a una práctica de mutuo apoyo -de ser posible- entre el Estado y la sociedad civil, entre gobernantes y gobernados, entre el movimiento político que ostenta el poder y los movimientos políticos en oposición.
Los diálogos deben conducir a que las partes logren acuerdos concretos y factibles sobre puntos específicos de interés de cada sector laboral, social, cultural, etc. para que, de ese modo, se viabilicen en la práctica. Se debe superar la declaración de principios de un romanticismo político ineficaz a la hora de generar políticas públicas; los diálogos deben ser una solución a problemas tangibles de cada sector interesado en dialogar.
La actitud de los dialogantes deberá estar inspirada en la apertura, sin cortapisas ni condicionantes o chantaje politico, para recuperar e incrementar el nivel de confianza deteriorado en el país. En tal sentido, la mejor señal es aquella que muestra una participación ciudadana real y efectiva con sectores organizados y no organizados de la población. Los mismos que deben ser escuchados en sus íntimas aspiraciones y propuestas de cogobernabilidad. En ese sentido, habrá mucho que decir sobre asuntos, probablemente, no contemplados en los planes de gobierno y que van a enriquecer el proyecto político de la revolución ciudadana.
Un tema estratégico del diálogo es que se debe tender puentes con aquellos sectores disidentes que, por diversos motivos, se quedaron en el camino, dieron un paso al lado o, simplemente, la defección fue su signo político en estos diez años. Uno de esos sectores es el indígena, con el cual el movimiento político Alianza País no ejercitó una correcta política, precisamente, de alianzas.
En este sentido, hay buenos síntomas a partir de que el jueves de la semana pasada, dirigentes de organizaciones sociales, campesinas e indígenas formularon un llamado al país y al gobierno entrante: la importancia del diálogo y de continuar en la profundización de políticas públicas que lleguen a los territorios. El llamado lo hicieron la Confederación de Nacionalidades y Pueblos Indígenas de la Costa Ecuatoriana (Conaice), de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (Fenocin), de la Federación de Iglesias Indígenas Evangélicas Residentes en Pichincha (Fierpi), de la Asociación de Pueblos Afros (AOPA), entre otros.
La política de “manos extendidas” sugerida por Lenin Moreno, muestra ya algunas señales concretas: solicitó al contralor general del Estado, Carlos Pólit, desistir de una querella contra 9 integrantes de la autodenominada Comisión Anticorrupción, quienes habían sido juzgados por calumnias en contra del funcionario, petición que fue acogida. Además, el pasado viernes pidió públicamente a la Superintendencia de Comunicación (Supercom) dejar insubsistente su sanción contra 7 medios de comunicación por “censura previa”.
Analistas como Isabel Ramos de la Flacso, han observado que si el gobierno desea profundizar la articulación en los procesos organizativos de los ciudadanos, -pero también tender puentes- “es necesario identificar que en el periodo que está por terminar existe un tema pendiente, que es el insuficiente apoyo desde el Estado a la autoorganización de los ciudadanos”. Será necesario “apostar a que surjan muchas y nuevas organizaciones, pero también fortalecer las existentes”, sugirió la experta en temas sociales, porque “la Revolución Ciudadana tiene que ser ahora mucho más ciudadana que nunca”.
Los acuerdos, fruto del diálogo nacional de puentes tendidos, en definitiva, deben convertirse en política pública para fortalecer y profundizar los cambios sociales que viene emprendiendo el país desde hace una década. Se deberá, por tanto, retomar proyectos y programas incumplidos, -como el tema de la cultura, fomento a la lectura, impulso a la creación artística, por citar ejemplos- que forman parte de la deuda cultural que Lenin Moreno se comprometió a saldar.
En el plano económico es imprescindible una acción armónica entre el sector público y privado que tienda al diseño de una economía mixta, tanto en sectores estratégicos como no estratégicos, a través de inversiones provenientes de ambas fuentes en las áreas energéticas e industriales, vialidad, entre otras.
De igual modo, la juventud requiere de planes concretos que le permitan ejercer su derecho a una educación de calidad y acceso a los centros de estudio, sin condiciones ni trabas económicas. Así mismo, requiere la creación de plaza de empleos susceptibles de captar talentos entre jóvenes estudiantes y pasantes con justa remuneración.
El sector campesino es otro campo donde sembrar la semilla de un diálogo fecundo. La promesa de “la minga agraria”, hecha en campaña, debe cumplirse con la concurrencia de agentes productivos de diversa índole agroindustrial, para hacer del agro un territorio no abandonable, sino más bien rentable. El esquema propuesto debe superar la mera incidencia financiera o técnica en el campo, para dar lugar a una reforma agraria que consolide la propiedad campesina de la tierra improductiva y contribuya a aminorar las diferencias sociales existentes entre poseedores y excluidos del agro.
Condición sine qua non del diálogo, es que las organizaciones sociales, los sectores políticos, grupos de oposición, hagan un mea culpa, una autocrítica que permita superar el resentimiento de la derrota, la beligerancia y se enfilen a realizar una acción política dentro de los marcos de la democracia, y no del golpismo aventurero. Necesitamos una sociedad cohesionada, y esto no depende solamente de un gobierno sino de todos los que conforman la sociedad.
El nuevo gobierno de manos extendidas, que se propone el diálogo como una forma de hacer política, tiene la inmejorable oportunidad de tender puentes sobre las vertientes fecundas de un país unido, ahora ya concentrado en vencer la batalla por el progreso y el desarrollo.