Evocando su lema Casa Éguëz, al alcance de todos, promete ser un centro cultural de primer orden. El proyecto del escritor Iván Éguëz y de su hermano el pintor, Pavel Éguëz, fue concebido en la convicción de que las casas no son sus paredes, ni enseres, ni siquiera sus rincones secretos, sino las gentes que las habitan.
Casa Éguëz, es el abrigo y la hospitalidad que se ofrece como un ente vivo. Como tal, los muros de esta casa hablan, bajo la tutela de la obra pictórica de Pavel Égüez. Como un torrente inacabable, las imágenes insumisas de la serie Naufragio, dan vida a la casa con un grito de esperanza. Pavel Éguëz ha dicho que esta obra es un grito de rebeldía contra la muerte de los migrantes que naufragan y sucumben en los mares del mundo.
Casa Éguëz Centro Cultural es un espacio de la Corporación Eugenio Espejo concebido para realizar una serie de actividades culturales, en especial las que tienen que ver con la promoción de la lectura, presentación de libros y cursos de mediación. El espacio permite a la comunidad cultural disponer de un lugar alternativo para la realización de eventos, encuentros, talleres y más.
En su primer encuentro con periodistas culturales, el escritor Iván Éguëz destacó que el nuevo centro cultural rinde culto a su anfitrión, el libro: “la lectura es uno de los pocos espacios de espiritualidad laica que nos quedan en este mundo cada vez más deshumanizado”. Como actividad inicial, Casa Égüez inaugura, desde el 22 de abril hasta el 21 de mayo, la Feria del Libro Abierto para lectores empedernidos y, sobre todo para lectores en ciernes. Un sitio que expone obras distribuidas por editores de importante trayectoria en el oficio de la compra y venta de libros.
Como parte de la apertura de Casa Égüez tendrá lugar la entrega del Premio La Linares de Novela Breve. Este premio se creó en el 2015, al cumplirse 40 años de la publicación de novela La Linares, de Iván Ëgüez y la obtención del premio Aurelio Espinoza Polit 1975.
El año 2o16, el jurado constituido por Carlos Ferrer (España), Iván Rodrigo-Mendizábal (Bolivia), e Iván Éguëz (Ecuador), realizó una primera ronda de preselección, entre 62 novelas, donde pudo apreciar un grupo de textos que se consideraban de mejor nivel, tomando en cuenta la calidad de su escritura, su contenido, y los recursos novelísticos. En la siguiente fase de selección, destacaron con similar calidad, las novelas: Adela, firmada por Tadeo que correspondió al escritor Modesto Ponce; y La sincronicidad azarosa de los trenes, presentada por el seudónimo Kim Yu, del escritor Luis Alberto Bravo, la misma que adoptó para su publicación el título de Crow.
Modesto Ponce Maldonado refiere su obra como “una especie de paréntesis, pues quedó de lado una novela de contexto histórico para escribirla…ahí estaba dentro de nosotros, que no somos otra cosa que memorias acumuladas y tiempos vividos”.
Adela es la luz y sombra no solo del personaje que provoca la historia (un individuo en estado de coma), sino del mundo íntimo de quienes lo rodean en un permanente hilo reflexivo sobre el derecho a vivir y el derecho a morir. Novela, si se quiere, cruda y problematizante, cuyo final cierra la historia y abre la discusión obligando al lector a preguntarse sobre el tema. Podría decirse que es una novela psicológica, pero sobre todo una escritura basada en la introspección, bruñida, apelativa, casi inmisericorde.
Luis Alberto Bravo, evoca que la mayoría de sus amigos “eran pintores y cuando los visitaba en sus talleres, escuchaba sus historias y anécdotas. Uno recurrente era el caso de Endara Crow y su conflicto con los talleristas”. Inspirada en los relatos de Endara, nace Crow.
Crow “tiene una estructura abierta, posmoderna, donde confluyen la non fiction, entrevistas polifónicas, disquisiciones estéticas y sincronías textuales sobre el tema central, todo lo cual confluye en la figura del pintor Crow, diseccionado desde numerosos puntos de vista, todos ellos necesarios para poder construir el personaje referencial”.
Casa Éguëz es hoy una gran realidad cultural de la ciudad de Quito, que empezó con un viejo sueño del escritor, porque como señala Iván Égüez, «para que las cosas existan primero hay que soñarlas».