A diferencia de las últimas elecciones (2013) en donde Alianza País (AP) ganó ampliamente en todo el territorio nacional, colocándose como el hegemon de la política en Ecuador (57.17% en una sola vuelta), en estas elecciones 2017, con el 48,15% de respaldo en las urnas, la derecha representada por el Movimiento Creo, junto a Guillermo Lasso, se ha convertido en la segunda fuerza política del país, dando paso a un nuevo momento bipartidista en Ecuador (Ortiz, 2017).
En este nuevo escenario político AP pudo ganar las elecciones, gracias al respaldo de los votos generados sobre todo en la costa, en donde obtuvo resultados –tremendamente- favorables (región en donde se encuentra el mayor número de votantes), gracias al desempeño del gobierno en estos 10 años de proceso político, en los que incrementó notablemente su presencia y participación en territorio, a través del desarrollo y mejoramiento de los servicios públicos, como son: educación, salud, infraestructuras, reconstrucción (caso terremoto), logrando de esta manera una importante adherencia y fidelización al proyecto, en gran parte de su población.
Podemos decir también, que la disputa entre estas dos fuerzas políticas antagónicas se desarrolló en el marco de una campaña agresiva y defensiva, por un lado, el banquero y su movimiento Creo enfilaron sus cañones en contra de la corrupción, y a favor de las “libertades” –podríamos agregar aquí: de lucrar, de no pagar impuestos, de poder importar libremente así se afecte a la dolarización, de poder decir lo que sea sin responsabilidad ulterior, etc.-, y por otro lado, la estrategia de la Revolución Ciudadana, que se preocupó más por re-activar la memoria de lo que fue el feriado bancario, el rol nefasto jugado por Lasso como Superministro de Mahuad, junto al detalle de los riesgos de ese supuesto “cambio”, como disfraz del más rampante neoliberalismo para todos tan conocido en nuestra región.
Si bien AP en todas las elecciones precedentes en las que salió victorioso a lo largo de estos últimos 10 años rompió con el clásico clivaje costa vs. sierra, logrando un grandísimo apoyo nacional, en el nuevo escenario abierto por estas últimas elecciones tenemos, como sugiere Trujillo (2017), un reposicionamiento del clivaje derecha vs. izquierda, o de mercado vs. Estado o lo público. Se trata de unas elecciones en donde el voto de clase tuvo mucho peso: los sectores populares en su amplia mayoría apoyaron al proceso político en curso, y los sectores de la clase media urbana y sectores más acaudalados apoyaron al candidato de la banca.
Por otro lado, la estrategia llevada a cabo por Creo, como apunta Ortiz (2017), nos presenta una nueva derecha, con claros ribetes del sector empresarial, mucho más apegada a estudios de mercado, de segmentos de votantes, con sus respectivos focus group, sirviéndose de encuestas, empleando estrategias de marketing político, como fue la idea de posicionar entre los electores la idea de “cambio”, herramientas de batalla política que denotan una clara intención de no dar el mínimo espacio a la improvisación, y de operar a partir de mediciones -más- precisas, antes de disparar sus operaciones políticas.
Se trata de una derecha 2.0, que buscó marcar una nueva tendencia en cuanto al uso de las diferentes posibilidades que nos ofrece la red, campo en el que puso en práctica una aguerrida campaña en favor del “cambio”, de búsqueda de más libertades y del llamado combate al autoritarismo. La ocupación de este espacio en redes permitió al movimiento Creo navegar e interactuar con sus seguidores de manera constante, colocando información, intercambiando contenidos, socializando opiniones, aglutinando por esta vía a sus seguidores y colectivos.
Se pudo apreciar también, ya en los últimos días previos a las elecciones, como recordó Ortiz, el uso de cálculo y de tácticas de guerrilla, como fue la intención de jugar con los afectos, a partir de la victimización del candidato Lasso (que no subía en las encuestas), cuando revisamos lo sucedido en el Estadio Atahualpa de Quito.
Ahora bien, el resultado obtenido para la agrupación Creo de 48.15% de apoyo popular, debe ser analizado con pinzas, puesto que según los analistas (Muñoz, Ortiz, Trujillo, 2017), no toda esa masa de votantes son fieles seguidores del candidato Lasso. Podemos decir que el 52% de su votación tiene que ver con un importante sector de votantes que estaba cansando del llamado correísmo (o del Presidente Correa), así como también de la corrupción, o del llamado “autoritarismo”, es decir, elementos que pueden ser catalogados más como un voto anti-Correa, que como un voto duro en favor de Lasso.
Cabe señalar también, que los estrategas de Creo fueron muy hábiles al aprovecharse del desgaste de la capacidad política de AP, a partir de la ruptura que se generó con muchas agrupaciones sociales golpeadas o desencantas con el llamado Correísmo. El movimiento Creo supo leer y aprovechar estos descontentos y rezagos de conflictos para establecer puentes, canales y alianzas con diferentes sectores de la sociedad (mujeres, jóvenes, indígenas, GLBTI, etc.).
Sin embargo, como sostiene Muñoz, Lasso no es un buen candidato puesto que se trata de un banquero que contribuyó a quebrar el país, y ya una vez en campaña, cometió el error de dejar entrever sus intenciones neoliberales, con fue el anuncio de medidas como las del voucher educativo -tan criticado en países como Chile-, o la de las zonas francas en salud, que amenazan la gratuidad y el acceso a gran parte de la población, es decir, un “cambio” que se presentó como atentado directo a los derechos de la gran mayoría de los ecuatorianos.
De igual manera podemos decir que la victoria de AP puede explicarse a través de una negación mayoritaria al proyecto neoliberal. Trujillo señala que a pesar de todo el montaje y la parafernalia de la campaña de marketing: “vamos por cambio”, esta no cuajó entre la mayoría de electores. El peso de la afectación y los estragos generados por el Feriado Bancario siguen presentes entre la mayoría de los ecuatorianos, lo cual refleja claramente que se trata de un voto con memoria, de un voto con conciencia histórica que no sucumbió a los cantos de sirena del candidato del neoliberalismo.
Transcurridos 10 años de la Revolución Ciudadana, 10 años del accionar de un gobierno que ha sido capaz de demostrar resultados a partir de un trabajo planificado, organizado y dirigido a solucionar los problemas reales de las grandes mayorías, resulta complejo para cualquier adversario político tratar de colocar propuestas que se traslucen como demagógicas, como las planteadas por Creo, cuando hablaba al mismo tiempo del millón de empleos, y de reducir el Estado (es decir despidos como en Argentina), o de reactivar la flexibilización laboral o la tercerización, medidas que golpearon terriblemente a los trabajadores ecuatorianos.
Otro punto clave a tener en cuenta, nos dice Muñoz, es que la crisis económica relacionada con la baja del precio del petróleo que afectó directamente a nuestra economía, golpeó gravemente a la clase media que vio mermada su relación con el consumo, causante del posible desencanto que repercutió a su vez en las elecciones. Esto invita a reflexionar sobre la necesidad de reorientar políticas destinadas a favorecer a la clase media, importante sector de nuestra población.
El considerable crecimiento de la oposición, brinda también una señal de cambios necesarios en la manera de relacionarse con los sectores productivos. Si bien estos demandan una mayor previsibilidad en materia de política tributaria, simplificar la compleja tramitología, y continuar con la inversión pública que favorece al mismo tiempo el despliegue de la inversión privada, todos estos elementos, nos dice Muñoz, pueden ser negociados a cambio de obtener una mayor garantía de reinversión de sus utilidades en Ecuador, o de que los capitales que normalmente salen a los paraísos fiscales o que se hospedan en el extranjero, sean utilizados para diversificar la producción, generar nuevos empleos y apuntalar el valor agregado.
El reto radica entonces, en la capacidad que tenga AP de volver a poner en el centro de las prioridades a la política, en la capacidad que tenga de repotenciar la concepción asociativa, el actuar en común, tratando de establecer consensos inclusivos, teniendo presente que todo conflicto puede encontrar una solución racional, factor indispensable para organizar la sociedad de una manera más democrática.
Ya no basta con concentrarse únicamente en el desarrollo de obras físicas o de infraestructura (Muñoz, 2017), esta nueva fase política exige una mayor destreza para procesar y canalizar los disensos, para organizar plenamente a una sociedad pluralista, de manera a no exacerbar los conflictos. Lo que la gente reclama, señala Muñoz, es: sostener los logros alcanzados en estos últimos 10 años así como las políticas de Estado (salud, educación, salarios dignos, seguridad social, etc.), generando un cambio hacia otro tipo de liderazgo, más incluyente, más participativo, más activo en los diferentes territorios ecuatorianos.
La radicalización de la democracia depende muchas veces de la formas y maneras que se empleen para construir las fronteras entre unos y otros, de la capacidad que se tenga para articular las luchas y las reivindicaciones de los diferentes movimientos sociales. El resultado de estas últimas elecciones es una clara muestra de que hay muchas demandas que no encontraron una forma de expresión adecuada al interior del Estado.
Es indispensable pasar a un formato mucho más horizontal, en donde los distintos postulados puedan ser articulados a pesar de las diferencias. AP tiene que analizar si desea volver a liderar un proyecto político hegemónico y por lo tanto incluyente, para ello debe ser capaz de sumar a segmentos muy diferentes, los mismos que hasta aquí solo tienen en común el estar enojados, o el sentirse afectados por el distanciamiento mantenido con el gobierno y con el Estado.
Los retos en este nuevo momento político para AP y el Presidente Lenín Moreno son muchos, es tiempo de restablecer la política como prioridad, y con ello encaminar las alianzas y la generación de grandes acuerdos para que Estado y sociedad puedan caminar de la mano, solo así podremos garantizar la existencia en el tiempo de todas las conquistas sociales, y evitar que nos hagan retroceder brevemente, en todo lo andado.