Los periodistas nunca dejamos de aprender. Somos discípulos de la realidad que, a diario, nos enseña la verdad, aunque muchas veces no la digamos; o, por el contrario, la publiquemos a ocho columnas, a full pantalla o a viva voz, sin temor ni favor. Vivir en un país en el que la “clase periodística” da diversas muestras de que lo bueno, lo malo y lo feo de nuestro oficio tiene una razón de ser más profunda que aquello que se ve en la prensa, reconforta y al mismo tiempo indigna.
Como televidentes, radioescuchas o lectores de papel periódico, nos abruma una sensación de asco por tener que digerir, cada mañana, “noticieros” conducidos por propagandistas, mercenarios de la palabra, que no tienen vergüenza de felicitar a un candidato favorecido en un Exit poll, cuestionado por la mayoría del país, y decir que forma parte de su “libertad de expresión”. El gesto de Alfredo Pinoargote en la pantalla de Ecuavisa, de reconocer su parcialidad informativa ante su entrevistado Ricardo Patiño, Ministro de Defensa ecuatoriano, es significativo: “Nunca como Presidente electo, lo hice como ganador de un Exit poll, que dije que no era el resultado oficial”. Confesión de parcialidad periodística, a la que Patiño respondió: «Usted felicita al ganador de un Exit poll, ¡Dios mío! ¡Ja ja ja!, está bien, tiene todo el derecho de hacerlo». Otra cosa es ver el esfuerzo de vértigo que hace la conductora de Los Desayunos de Teleamazonas, peleándose cada día con sus entrevistados que no coinciden con su intento de promover a la oposición política del gobierno. Una dama que pierde la compostura ante la cámara, en el instante mismo que entrevistados solventes como un José Serrano, Pabel Muñoz o María Fernanda Espinoza, la ponen en su sitio.
En el otro lado de la pantalla, como si se tratara de otro país, de otro canal y otra clase de periodismo, la televisión proyecta la imagen de Carlos Rabascall del medio público ECTV que, durante la campaña electoral dio muestras de seriedad y credibilidad con análisis equilibrados sostenidos con sus entrevistados, a quienes escuchó, respetó y ponderó, conforme sus derechos. En un mensaje que el colega me envía por WhatsApp, adjunta un video en el que explica que “el día domingo 2 de abril durante la transmisión en la que participé…realicé varias explicaciones sobre el mismo tema, sobre lo que es un Exit poll, una encuesta a boca de urna…encuestas que se proyectan de acuerdo a una muestra; por tanto, no son datos reales, son referencias y esas encuestas siempre tendrán un margen de error. El conteo rápido se lo hace en base de las actas que se van alimentando en el centro de cómputo del CNE, pero también se las hace en base a una muestra. Y luego tenemos, el dato oficial, el resultado final oficial, que es la sumatoria de más de 41 mil actas, para poder determinar el resultado final. Eso ya no es proyección, eso es un conteo de todas las actas. ¿Y, qué es un acta? Es el reflejo de la voluntad popular. El CNE es el único organismo oficial para determinar resultados oficiales y para proclamar quién ganó las elecciones.”
Rabascall, por su comportamiento profesional, ha sido objeto de amenazas por parte de sectores interesados en callar la investigación, opinión e información que proporciona en los espacios que conduce en el medio estatal. Como director de Revista Digital LAPALABRABIERTA rechazo enérgicamente este atentado en contra la libertad de palabra, al tiempo que expresamos nuestra solidaridad con el colega comunicador, frente al alevoso intento de coartar su libre ejercicio profesional. Como manifiesta el periodista Rubén Darío Buitrón, “Carlos Rabascall, en su programa Pulso Político, viene demostrando que sí es posible hacer periodismo justo, equilibrado, sereno y, sobre todo, democrático y pluralista, en un medio público”. Rabascall constituye ese paradigma de una clase periodística que ejerce el oficio con dignidad, oportunidad y solvencia.
En este contexto, conmueve la carta del periodista uruguayo Leonardo Haberkorn, quien renunció a dar su catedra de Comunicación en la Universidad ORT de Montevideo, porque “lamento que los jóvenes no pueden dejar el celular, ni aun en clases. Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales”. La renuncia de Haberkorn representa el gesto indignado de quien descubre -en el germen mismo de una aula de periodismo- cómo se “forman” los malos comunicadores, los futuros mercenarios del micrófono y de la pluma. Un espacio académico en que “lo malo termina siendo aprobado como mediocre, lo mediocre pasa por bueno; y o bueno, las pocas veces que llega, se celebra como brillante”: Haberkorn, al abandonar la cátedra, dijo: “No quiero ser parte de ese círculo perverso, nunca lo fui”.
Conectar a “gente tan desinformada” con la verdad, en verdad es complicado; pero ese es nuestro oficio, nuestro reto y nuestra obligación como periodistas. Ejercer la diversidad informativa, sin temor ni favor, reivindicar a la comunicación como un derecho ciudadano a estar bien informados, investigar y opinar sobre el rol de los actores políticos. Sobre todo, representar la palabra de quienes no tienen posibilidad de decir su palabra abierta de verdad. Los periodistas nunca dejamos de aprender, cada día, en las clases de la vida.