Ayer el Ecuador vivió las horas de una de las jornadas más surrealistas de la política criolla en los últimos tiempos. El pais asistó a la puesta en marcha de un guión concebido en la cabeza de asesores de una muy bien orquestada campaña montada por la derecha continental y reproducida -al pie de la letra-por la derecha criolla. Un guión que, entre otros componentes, implica poner la realidad en modo relativo, para que los absolutos sean posibles. Relativa credibilidad de las instituciones nacionales para deslegitimar el proceso con el argumento de un mentado fraude electoral. Relativa aceptación de la violencia callejera, mientras una turba pretende tomarse por la fuerza las instalaciones del CNE en Quito y otras ciudades. Relativos resultados de Exit polls, -diametralmente opuestos-, para luego poner en tela de duda las cifras. Relativa versión de los medios informativos privados, asombrosamente parcializados, para movilizar “opinión pública” a favor de uno de los candidatos: el de su preferencia y sintonía. Relativa realidad electoral, para posicionar una imposición absoluta: “Lasso, presidente electo”.
Este guión es puesto en práctica, a condición de que se cumplan ciertos requisitos que ayer estuvieron a punto de convertirse en garantía de un fraude moral: el descrédito de las instituciones públicas y privadas del país. La sospecha sobre todo lo que provenga o se relacione con el Estado. Borrar de un plumazo todo referente racional, para luego imponer lo subjetivo y convertirlo en verdad. Agitar bajas pasiones de odio, embuste y venganza en fanáticos movilizados contra la seguridad de un país bajo un clima de caos. Desequilibrio informativo en paneles de entrevistas de los medios privados, con inducción de preguntas que afirman, sin importar la versión o respuesta de los entrevistados.
Cuando todo es relativo, ya no importan los absolutos. Se los puede imponer a sangre y fuego. Perdidos los referentes, todo es viable y creíble, esa es la idea. Un signo de la posmodernidad es el descrédito de la realidad, la ciencia, la religión la filosofía, la economía y, ahora, de la política. Cuando la técnica o la ciencia no consiguen explicar la realidad, la ideología justifica lo injustificable e impone una fórmula conocida: a río revuelto ganancia de pescadores.
Al día siguiente de la jornada surrealista de ayer habrá que retomar la compostura como país. Habrá que pensar fríamente en que, en el Ecuador de hoy, algo se fermenta con sospechoso hedor. En grosero manoseo dos argumentos predilectos de la derecha política, -la libertad y la democracia-, que fueron arrastrados por el suelo como trapo viejo. Y en nombre de esos mismos valores se montó un guión que desdice la democracia ciudadana y se burla de la libre voluntad popular expresadas en las urnas. Dos hechos llamaron la atención: el candidato Páez, luego de votar en Quito, arremete ante la prensa en contra de los observadores internacionales, insinuando que “vienen a hacer turismo electoral con nuestra plata y que deberían garantizar la trasparencia de las votaciones” ¿Era esa la primera señal del fraude moral, que preparaba el ánimo del país, para después acusar al CNE de fraude electoral? ¿Fue esa la clave para desencadenar la jornada de confusión informativa y de caos callejero? Luego Lasso, a renglón seguido de autoproclamarse “presidente electo”, usa una frase manida: “ha renacido la democracia y la libertad en Ecuador”, en un grotesco manoteo de dos categorías ya desgastadas en su boca.
Lo que vimos luego en las pantallas de televisión, es de dominio público. Dos cadenas televisivas privadas forcejean los hechos para imponer una noticia: “Lasso presidente electo”. No se escatimó esfuerzo alguno para posicionar esa idea, sin tomar en cuenta que ya, en ese momento, lo absoluto volvía a ser relativo y la realidad era otra: el CNE, en versión oficial, daba los resultados reales que muestran como ganador a Lenin Moreno.
¿Fraude electoral? Detengámonos a pensar un momento: ¿cómo es posible que exista fraude electoral en las mesas de votación si cada candidatura envió un representante para vigilar el conteo en las urnas? ¿Cómo es posible que se dé fraude en el conteo y escaneo de actas, si en el CNE actúan, como vigilantes, delegaciones de ambos candidatos? ¿Cómo es posible un fraude electrónico, si los avances tecnológicos convierten a la población en sujeto de información al instante, a través del sitio web del CNE? ¿Cómo puede ser viable un fraude electoral, si vinieron al país cientos de observadores internacionales, -OEA y otros- y un ejército de periodistas de todo el mundo a cubrir la noticia?
El señor Leonel Fernández, representante de la misión de la OEA, sostuvo que todos los integrantes de su organización -desplazados a 19 provincias del país- reconocieron que el proceso electoral fue normal. El presidente de la Misión de Observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), destacó la gran participación del pueblo ecuatoriano y conversó con delegados de las dos organizaciones políticas finalistas para obtener la versión de estos. “Todo se ha desarrollado sin contratiempos”, dijo. Carmen Imbert Brugal, jefa de la Misión de Observación Internacional de la Asociación Mundial de Organismos Electorales (A-Web), que representa a 11 países, destacó la transparencia y el orden que observó en los distintos recintos electorales que recorrió durante la jornada. José Mujica, representante especial de la Misión Electoral de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), destacó que el balotaje registró una buena cantidad de asistentes y adelantó que espera que la voluntad de la mayoría del pueblo ecuatoriano se refleje en los resultados finales.
¿Es decir, todos estamos locos o somos tontos crédulos?
Estamos frente a un fraude moral que quiere hacernos comulgar con ruedas de carreta. Que quiere convertir lo relativo en absoluto y lo real en relativo. Un fraude que tiene nombres y apellidos. Un fraudulento tinglado informativo que deberá ser investigado por las autoridades del proceso. Una investigación que debe establecer, con total veracidad, qué sucede con las encuestadoras que siguen relativizando las cifras, que se contradicen entre sí y que terminan tratando al país como un territorio habitado por una caterva de bobos. Una investigación que establezca responsabilidades claras, porque no se puede insinuar que existió una “estrategia del electorado” de votar a determinada hora, o de reunirse en grupos para engañar en bloque a las encuestadoras que hacían Exit Poll, para luego hacerlas quedar mal ante el país. Como ciudadanos rechazamos, categóricamente, la idea de que los mentirosos somos nosotros los votantes. Los siguientes capítulos del fraude moral, incluyen impugnar los resultados electorales oficiales, pedir recontar voto a voto, montar “vigilias” callejeras con mercenarios para crear el caos y provocar a la fuerza del orden, acudir a la OEA, o poner el grito en el cielo, a ver si algún dios se apiada de ellos. Si existen dudas sobre las cifras oficiales, el CNE deberá acogerlas y aclararlas en función de confirmar la total transparencia ¡Y que los artífices del fraude moral, no jueguen más con fuego!