Por Guido Díaz Navarrete
Las culturas
Aún siendo todos ecuatorianos y teniendo la misma cédula de identidad, el gobierno no puede considerar a toda la población como igual ni idéntica. Un principio fundamental de IGUALDAD es reconocer las DESIGUALDADES y las DIFERENCIAS CULTURALES.
En estos diez años se han reconocido de manera parcial algunas desigualdades de carácter físico, mental, social, económico, territorial y ambiental; pero eso no ha sucedido con las diferencias culturales. Hace poco le oí decir al Presidente Correa que el problema de las comunidades ancestrales es la pobreza; supongo que sabe que eso solo es la apariencia; las comunidades ancestrales, en su territorio, son pobres porque en él hay escasez de elementos que en las ciudades hay en abundancia, por eso su gobierno aplicó medidas para atenuar esa desigualdad. A las que aceptaron les llevó algunos beneficios urbanos, como el orden cartesiano, el pavimento de las vías; y algunos otros de la arquitectura, como la organización de la vivienda en sala, comedor, dormitorios, baño y cocina y el cemento y los paneles industriales para paredes y cubiertas. También llevó salud y educación; todo al mejor estilo estándar urbano asumido por su gobierno; de tal manera que si no fuera por el entorno y el clima, se podría decir que es una barriada en Guayaquil o un páramo en el Chimborazo.
Lamentablemente, las diferencias culturales que la constitución reconoce y valora, tienden a desaparecer, homogeneizándose dentro de los parámetros de la globalización; el desarrollo, la moral, el combate a la pobreza, el buen comer, el buen vivir, las buenas costumbres; los “principios naturales” de salud, de imagen, de comportamiento, de preferencias, de gustos; dentro de los parámetros de ideologías dominantes, de políticas, de esquemas, de modelos, de indicadores, de normas, de estándares; o dentro de los principios de la educación, de la ciencia, de la razón o de la cultura oficial. Más aún si se impone una lengua para educar, un método para curar, una receta para cocinar, un modelo para amar y un Dios para orar.
El gobierno de Lenin tendrá una tarea difícil: restituir la unidad de los pueblos ancestrales, apoyar a la consolidación social y cultural de cada uno de ellos, reconocer su lengua, su territorio y sus costumbres; y encontrar formas de cogobierno que, garantizando la unidad nacional, logren la conformación de un Estado Plurinacional y Multicultural.
La gestipon del arte, la creación y la cultura como derechos esenciales
El gobierno no puede repartir cultura como reparte carreteras, hospitales o escuelas; el gobierno no puede calificar a la producción artística o literaria de una persona o de un colectivo, de buena o de mala; de adecuada o de inconveniente; y peor de alineada o no; como lo hace con las obras que de acuerdo a su proyecto económico o político debe o necesita ejecutar.
El gobierno no puede censurar, mutilar ni obstaculizar ninguna forma de expresión artística o literaria o cualquier otra manifestación cultural; todo lo contrario; debe estimular, propiciar y apoyar el trabajo de todos los creadores artísticos; sin que existan comisarios que califiquen (en este caso, la sola palabra es restrictiva y sus consecuencias discriminatorias). No puede haber fondos concursables, ni ningún apoyo condicionado a la evaluación de la obra.
Ni el arte ni la literatura se evalúan en términos académicos, políticos, religiosos, económicos o sociales; el arte no se desarrolla, el arte es o no y su juez es el tiempo y la comunidad que acoge o rechaza; que reconoce o ignora.
El arte y cualquier otra forma de creación, todas las manifestaciones culturales son derechos y su configuración y existencia saludables, contribuyen a la necesidad esencial de la identidad y como tales han de ser sostenidos por el Estado.
En el gobierno de Lenin, se deben implementar políticas y formas de financiamiento de apoyo masivo e indiscriminado a los colectivos de creadores surgidos desde los entornos populares a fin de que su trabajo se difunda entre toda la población; y a la práctica artística y literaria en los barrios y las comunidades, en el espacio público y en todos los entornos de la vida cuotidiana en los que las personas participen de manera libre y espontánea.
El Patrimonio Cultural del Ecuador es de todos los ecuatorianos, aunque su tenencia material y su custodia sean privadas. La constitución nacional establece claramente esta condición; sin embargo, casi la totalidad de los bienes está en riesgo; tanto los bienes privados, los que están en manos públicas (sea cualquier tipo de gobierno) o los comunitarios.
Esta situación era peor en el año 1987, pues luego de que el terremoto afectó a la totalidad de los bienes arquitectónicos de Quito y de otras ciudades, el Congreso Nacional creó un Fondo para el Salvamento del Patrimonio Cultural de casi todos los cantones del Ecuador (con excepción de los de las Provincias del Guayas y de Manabí que lo destinaron a otros usos), consistente en el 6% de lo que el impuesto a la Renta a recaudase en su respectiva jurisdicción. Ese recurso estuvo vigente en el lapso 1987-2010.
En el año 2007 (21 de diciembre), a poco tiempo del inicio de su mandato y consciente de la situación, el Presidente Rafael Correa decretó (D.E. 816) el Estado de Emergencia para el Patrimonio del Ecuador; sin embargo, solo 8 días más tarde (29 de diciembre), la Asamblea Nacional Constituyente aprobó la Ley de Equidad Tributaria en la que se deroga la Ley que creó el FONSAL (aunque mantiene su vigencia “… hasta que se promulgue una ley que defina las participaciones de las entidades del régimen seccional autónomo en el presupuesto general del Estado…”, hecho que se cumplió el 31 de diciembre de 2010, cuando entra en vigencia el “Código Orgánico de Organización Territorial Autonomía y Descentralización” COOTAD, expedido por la Asamblea Nacional).
A partir de esa fecha (1 de enero 2011), y aún con el esfuerzo del Ministerio Coordinador de Patrimonio Cultural, del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y de algunos Gobiernos Seccionales, los recursos que se destinan a la protección de esos bienes son cada vez más escasos. Esta realidad, junto a la circunstancia de que la Transferencia (constitucional) de Competencias Patrimoniales del Gobierno Nacional hacia los Gobiernos Municipales no se perfecciona, hace que los bienes patrimoniales se mantengan a la deriva.
Por otro lado, todas las bibliotecas y los museos del estado se encuentran en crisis; los más importantes están disueltos y enredados en manos de la política y de la burocracia, de la ausencia de políticas (aún habiéndose promulgado una Ley de Cultura que nació fuertemente afectada por un parto tardío y forzado) y por la falta de presupuesto. A más de las frases comunes que emitieron los muchos ministros de cultura que circularon por este espacio, ninguno logró desatar los nudos que los mantienen tullidos. No se han adquirido nuevas obras, no se han ajustado guiones, no se han implementado nuevos montajes y, contrariamente a la necesidad, se suprimieron y desmantelaron los talleres de conservación.
El gobierno de Lenin también tendrá la difícil tarea de asignar recursos permanentes, para que el Gobierno nacional y los municipales, puedan cumplir con su deber constitucional de defensa, protección y mantenimiento del Patrimonio Cultural; depurar y extender el Inventario Nacional de Bienes del Patrimonio Cultural y conformar el Catastro Nacional correspondiente, precisando métodos, metodologías y procesos; perfeccionar el proceso de Transferencia de Competencias Patrimoniales; distinguiendo de manera precisa los bienes que corresponden ser administrados por el Gobierno Nacional de los que deberán serlo por los Gobiernos Seccionales; y conformar un ente autónomo que construya y gestione el sistema de museos nacionales, otorgándole al conjunto y a cada uno de ellos el rol histórico y social que le corresponda.
AUTOR Guido Díaz Navarrete. Arquitecto ecuatoriano. Ex Director del Instituto Metropolitano de Patrimonio (ex Fonsal). Fue asesor del alcalde Augusto Barrera en este tema y su delegado en el nuevo Comité de Patrimonio.