El día de hoy será registrado por la historia como una jornada de confirmación de la democracia, expresada en la voluntad popular de elegir un nuevo mandatario de la nación. La crónica dirá que, desde tempranas horas de la mañana, el pueblo ecuatoriano se dispuso a vivir una fiesta cívica en armonía y tolerancia. Agudas miradas de los observadores planetarios, consignarán su convicción de que el Ecuador demuestra, una vez más, madurez política y reafirmación de su vocación democrática.
Millones de hombres y mujeres en cada rincón de la patria, despertaron hoy con un latido potente en el corazón, henchido el pecho del orgullo de haber nacido en un suelo bendito por naturaleza y cultura. Cada hijo de esta tierra pródiga, sentirá haber sido llamado por el deber y el derecho de elegir al gobernante de los destinos del país.
En el futuro, arqueólogos de la política indagarán los vestigios de un tiempo de cambio y conservación de altos valores nacionales; de avance y consolidación de inalienables derechos populares. La memoria del futuro enseñará que fuimos privilegiados de haber nacido y vivir en un terruño de paz. Los analistas se sentirán inclinados a constatar que el Ecuador ya cambió, y quiere consolidar ese cambio. Porque la historia enseña que lo más revolucionario no es el cambio en sí, sino avanzar consolidando las conquistas alcanzadas por los derechos de las mayorías.
Habremos de registrar en el futuro que de todas las historias de esta historia, la más justa es la de Ecuador qué califica, constitucionalmente, un Estado plurinacional, intercultural y unitario. La memoria insumisa de un pueblo atesorará la alegría de nuestros niños que hoy tienen un pan en la mesa escolar, un libro abierto y una algarabía de pájaros en el patio de la escuela. La sabiduría de los pueblos ancestrales, evocará en su ritual el tiempo en que su territorio, lengua, cultura y tradición fueron proclamados patrimonio legítimo de nuestros hombres y mujeres aborígenes.
Este día, en que la voluntad del país se habrá de pronunciar por consolidar el fruto de los cambios revolucionarios, ese mismo clamor ciudadano deberá hacerse oír en calles y plazas. Potente y organizada defensa del pronunciamiento popular. En Ecuador, la revolución ciudadana se gana en las urnas y se defiende en las calles. La historia en su preclaro acontecer enseña, como signo de nuestro tiempo, que ningún pueblo del continente latinoamericano ha recibido la dignidad, la justicia o la soberanía, como dádiva del destino. Una revolución que no se consolida, no avanza, y una revolución que no avanza es una revolución perdida. Ya lo dejó escrito Lenin, -el primero- el deber de todo revolucionario, es defender la revolución.