Eran los años verdes y rojos de un país largo, como su historia de injusticias, que empezaba a cambiar en los años setenta. La fría mañana de junio Ángel Parra caminaba por el campus universitario, guitarra al hombro, para presentarse en un mitin estudiantil en el auditorio del Pedagógico de la Universidad de Chile en apoyo de la candidatura de Salvador Allende. Saludamos a la entrada del recinto y él, con su sonrisa grande y luminosa como la letra de sus canciones, llegaba con su gesto amable y dispuesto a entregar su canto popular a las jóvenes generaciones.
El teatro estaba atestado de muchachos y muchachas que coreaban consignas cuando Ángel apareció en el escenario, como un cóndor negro alado y el poncho mapuche sobre sus hombros. Ya en el estrado Ángel Parra mostraba su fuerza interpretativa, con voz potente y armoniosa, anunciando la primavera que prontamente se inauguraba con el triunfo de la Unida Popular en septiembre de 1970. El hijo de Violeta había decidido entregar su talento a la causa del pueblo como Víctor Jara, Patricio Manns y otros artistas populares que emergían como un rayo al fragor de la lucha política de la Nueva Canción Chilena.
Ángel, nacido en el puerto de Valparaíso en junio de 1943, hijo de un maquinista ferroviario Luis Cereceda y de Violeta Parra, cantora y artesana, inició su carreta a los cinco años estimulado por su madre y en plena adolescencia graba sus primeros discos de canciones navideñas y cantos populares. Entrados los años sesenta viaja a Paris con Violeta y su hermana Isabel Parra y aprende el arte musical guiado por su madre. A su regreso en 1965, crean la Peña de los Parra donde Ángel hace presentaciones de su repertorio en ciernes, y por esos días se vincula con el Grupo Los Blops de Eduardo Gatti y ayuda también a la formación del célebre Quilapayún. Edita sus obras Ángel Parra y su guitarra y Oratorio para el pueblo y continúa participando en todos los estrados populares de Chile durante el gobierno de Salvador Allende.
En la primavera negra de 1973 lo sorprende el golpe de estado militar y es encarcelado en el Estadio Nacional hasta febrero de 1974. Liberado por gestiones internacionales se exilia en México y luego viaja a Francia donde permanece hasta 1989. En los años siguiente Ángel Parra realiza un homenaje por el cincuentenario de la muerte de Gabriela Mistral y recibe un reconocimiento como Figura Fundamental de la Música Chilena. En el 2013 estrena Venceremos en homenaje a Salvador Allende y Canto a Violeta, en el año 2017 publica su novela Manos en la nuca en la que evoca los años represivos de la dictadura militar de Pinochet.
Ángel Parra, pese a su estado de salud -aquejado por un cáncer pulmonar- no silencia las cuerdas de su guitarra hasta la madrugada de ayer en que muere afectado por la enfermedad terminal. Con su voz se apaga una de la más luminosas arengas musicales latinoamericanas, fruto de su talento virtuoso y de una trayectoria arraigada en la profunda veta popular de Chile. Valparaíso puerto que lo vio nacer llora su partida, Chile que lo vio luchar por la justicia y la liberación nacional, lo inmortaliza en la memoria colectiva de su pueblo que consagra a Parra como su hijo imprescindible.
Guardo una eternidad de silencio por Ángel Parra. Que sea su ronca voz de ternura plena quien evoque a su tierra natal:
Valparaíso en la noche / siento tus pasos de baile.
Van recorriendo mi cuerpo/ Van despertado mi sangre
Valparaíso en la noche / eres libre como el aire
Tus calles como cuchillos / se van clavando en el cielo
Tu rostro como ilusión / tan pobre sucio y tan bello
Valparaíso en el alma / verde y rojo en el recuerdo.