En la ceremonia de entrega del Oscar de la Academia este año, se cometieron dos equívocos: mencionar a la cinta La La Land como ganadora y otorgarle el Oscar como la Mejor película a Moonligth. El error de valoración surge a partir de que el jurado ignoró -habiendo merecido el Oscar como Mejor película-, a Manchester frente al mar por la excelente contextura cinematográfica de cine indie.
El filme de Kenneth Lonergan, cruza doblemente el umbral del dolor. Por una puerta de ingreso al sufrimiento existencial, y también, a la íntima resistencia del protagonista bajo una intensa depresión, nunca antes representada de modo tan magistral en la pantalla. La historia de Lee Chandler (Casey Affleck), gasfitero y limpiador de casas en un suburbio de Boston, es una metáfora del sufrimiento humano. Luego del dolor que le provoca el deceso de su hermano mayor, Lee debe mudarse a su pueblo natal. Con la tragedia pretérita que marca su destino, el protagonista debe afrontar su nuevo rol como tutor de su sobrino adolescente. Juntos transitan esa zona yerma del sin sentido vital, que provoca el desconsuelo.
A ritmo lento, como suele ser la cadencia del sufrimiento, el film confronta un dolor abierto, sin ambages, asumido por Lee como una condición humana límite. No son necesarias las palabras, basta el gesto evasivo, el extravío de la mirada en un punto muerto, el desdén de abandono de sí mismo como lacerantes señales anímicas del protagonista. Representación que Affleck asume con asombroso realismo y naturalidad histriónica que le hizo merecedor al Oscar como Mejor actor.
Lee, sumido en su memoria trágica, se pierde en el limbo de la tristeza desplazándose hacia otras dimensiones temporales, al vacío luctuoso del pasado en lacerante flash back, bajo una atmósfera de exquisito lirismo sugerido por los adagios de Lesley Barber. La aflicción conduce a Lee a un hermetismo absoluto, que prescinde del entorno para regresar a la realidad bajo el estímulo de feroces arranques de furias intermitentes.
La estructura narrativa de la película Manchester frente al mar nos conduce por el inequívoco sendero del drama contado con sobriedad, que echa mano de recursos cinematográficos donde predomina el gesto sobre la palabra, el comportamiento silente sobre el diálogo, con una actuación que se aparta del melodrama obvio para significar un dolor diferido y expresado con soberbia intensidad. No es casual que el espectador se sienta transportado a la dimensión interior de un Lee estático, como cómplice y observador, de esa sensación paralizante de estupor del que solo lo abstraen cortes de amargos flash back.
Manchester frente al mar fue estrenada en el 2016 en la sección World Premier del Festival de Cine de Sundance. No obstante, su tono lúgubre, dista mucho de ser un film efectista, melodramático, incluso a ello contribuyen acertados toques de humor que matizan el drama. En el reparto de esa sinfonía de leves movimientos, destacan las actuaciones de Michelle Williams, como la ex mujer de Lee, y Lucas Hedge, como el sobrino atormentado. En el más depurado estilo del cine indie, Manchester frente al mar consagra a su creador, Kenneth Lonergan, como el macerador a fuego lento de una historia que es una redención vital frente a la tragedia. Habrá que concluir en que Manchester frente al mar, es una película superlativa, pese al Oscar que le escamotearon.