El resultado de las elecciones del día de ayer muestran un Ecuador dividido por la brecha del odio de clases. En un borde se ubican quienes, desplazados del poder político y económico por el proceso de la revolución ciudadana, hoy quieren recuperar el control del país y con ello desbaratar toda la obra del gobierno que afecta a sus intereses de clase. En la otra orilla, las fuerzas que han apoyado una década al proyecto político de Rafael Correa, que recuperó el sentido de dignidad nacional, tanto en políticas públicas locales, cuanto en la imagen exterior del Ecuador ante el Mundo.
En el afán de retornar al poder, las fuerzas de la derecha política con apoyo internacional, vienen ejecutado la estrategia que ya dio resultados en Argentina, Brasil, y Venezuela: deslegitimar el orden establecido mediante una escalada que va, desde ganar las elecciones con campañas terroristas, hasta ejecutar acciones violentas en las calles para crear un clima de caos y desgobierno.
Una aparente división de la derecha política representada por el PSC y CREO les impidió enfrentar las elecciones con una lista única en primera vuelta, pero frente a una segunda brega, su instinto de clases, coincidencia de intereses y estrategia electoral es actuar juntos, sumando al resto de población para sus fines inmediatos. En eso la derecha no se equivoca, se separa, pero no se escinden definitivamente, se desune, pero se vuelve a unir a la voz de los intereses económicos. La derecha se divide circunstancialmente en matices, y la fracción más dinámica busca la hegemonía, pero actúa en bloque cuando se trata de sus intereses que defiende con una poderosa conciencia de clase.
Las fuerzas políticas progresistas, entiéndase la izquierda tradicional, el socialismo del siglo XXI -incluso sectores medios de la socialdemocracia- actúan divididos por cuestiones que, mirándolo bien, no son de fondo, sino teóricas, o de procedimiento. En ese maremágnum de posturas las fuerzas revolucionarias no vieron con claridad lo que se venía desde hace algún tiempo: con la llegada al poder de los primeros líderes progresistas se inició la contraofensiva de la derecha a nivel internacional. En ese intento de recuperar el poder, -que el presidente ecuatoriano Rafael Correa define como una restauración conservadora-, los medios de comunicación juegan un papel preponderante. Las empresas de información se han convertido en actores políticos que ponen la agenda temática, preguntan y responden por sus entrevistados, organizan campañas y posicionan ideas que luego es muy difícil desmentir. Actúan con la mentira en los labios a nombre de verdades en las cuales nunca han creído: la libertad de palabra, la democracia y la justicia social.
El futuro inmediato
El resultado electoral incierto encierra, no obstante, una certeza: Rafael Correa dejará el poder y aunque el aspirante, Lenin Moreno, logre finalmente imponerse frente a Lasso, no tendría el margen de actuación de Correa por la diversa composición de la próxima Asamblea Nacional que no garantiza mayorías firmes y duraderas.
El Ecuador espera expectante el resultado oficial final. Más allá de las cifras, hay un país profundamente dividido que se debe reconciliar. Es la hora de mostrar madurez cívica para no fracturar al país, al punto de hacer insostenible la convivencia democrática. La unidad del pueblo es clave, en estos momentos, con las fuerzas realmente democráticas, respetuosas de la Constitución y de los derechos ciudadanos. Los perdedores siempre hablarán de fraude, sin demostrar sus palabras, las fuerzas políticas opositoras al regimen de Rafael Correa, además de forzar una segunda vuelta, no van a escatimar recursos para lograrlo: una creciente campaña de desprestigio, movilizacion callejera en busca de provocar un clima de ingobernabilidad. No es permisible que se enturbie el proceso electoral -que ha sido transparente- a nombre de la soberbia clasista de sectores criollos, en contubernio internacional, que aspiran recuperar el poder a cuenta de salvar sus privilegios históricos.
Es el momento de la movilización popular junto a las fuerzas progresistas, democráticas, sin importar ideologías, excepto aquellas fascistas, xenófobas y revanchistas, que solo busquen el voto para mantener odiosos intereses de clase. Es el momento de demostrar que la causa de la revolución ciudadana representa la mejor opcion identificada con los más caros valores del país: justicia social, democracia política y progreso económico. En la hora de la patria, el pueblo ecuatoriano deberá defender, en todos los terrenos, sus derechos conquistados durante una década. El legendario slogan político latinoamericano ronda como una premonición: el pueblo unido jamás será vencido.