El General sí tiene quien le escriba. Algunos lo han hecho en forma apologética diciendo que Paco Moncayo tiene estudios efectuados en el país, y cursos avanzados de armas en Brasil y los EE.UU, que ha ocupado cargos de importancia en la legislatura, Alcaldía de Quito, Academia de Historia y entidades internacionales, tanto en su vida militar como civil. El General además, se ha desempeñado como docente en diversas instituciones de formación militar, donde ha compartido su experiencia como conductor -desde el “cuarto de guerra”-, de las operaciones bélicas al mando de las FF.AA durante el conflicto fronterizo con el Perú.
Algunos escriben sobre el General en forma crítica, denunciando irregularidades en la concesión del aeropuerto de Quito, -como fueron el sobreprecio detectado por 100 millones de dólares en la construcción-, obra por la que polemizó con Rafael Correa quien dijo que se trataba de un “atraco”. Entre otras irregularidades que se escriben de la gestión del General, se mencionan una serie de contratos con sus empresas y las de sus familiares para adornar parques, el túnel Guayasamín que pasó de ser dos túneles de 30 millones a uno de 60 millones y el escándalo por el cobro de 50 mil dólares mensuales por atraso de la obra del aeropuerto.
Otros escritos sobre el Gneral se refieren a que, en calidad de agregado militar en Israel, descubrió la rentabilidad de la guerra, por lo cual se convirtió rápidamente en lobbysta de la poderosa industria bélica hebrea. Estableció en ese país varios contactos para el negocio de las armas, uno de ellos, el capitán Horacio Estrada, quien fue una importante conexión en Argentina para que junto a Jean Lasnaud, tengan incidencia en la firma Caribbean Group of Companies, a la que Moncayo compró armas dañadas durante la guerra de Cenepa. El General habría valorado 4.998 fusiles inservibles en 332,9 dólares cada uno, lo cual perjudicó al país por más de 1.500.000 dólares. Cuando salió a la luz la venta clandestina de armas a Ecuador y otros países, el expresidente argentino Carlos Menem fue condenado a 7 años de prisión y el capitán Estrada que había conseguido las armas inservibles, apareció muerto en su departamento de Buenos Aires. Todo eso se escribe sobre el General, además de decir que su carrera militar fue un trampolín para la política. Se dice tambien que la recuperación del Centro Histórico y la dotación de agua potable y alcantarillado le significaron aplausos. Pero la instalación del relleno sanitario en el Inga, que devino en protestas violentas, terminó en pifias.
En 1995, la revista estadounidense Executive Intelligence Review escribió que Moncayo es la pieza fundamental de los negocios del británico George Soros en la región. El trabajo de Moncayo, según escribe, era utilizar el conflicto armado entre Ecuador y Perú para facilitar el ingreso de empresas extractivistas del grupo Soros a la Cordillera del Cóndor, el objetivo era apoderarse de los yacimientos de oro, plata y otros minerales. Para ello Moncayo utilizó a las compañías mineras del Ejército. Un ejemplo de los negocios de Moncayo es la explotación minera del área Pachicutza, en la antigua zona de conflicto entre Ecuador y Perú, donde el grupo Soros se llevó grandes reservas de oro del país. Gracias a un proyecto “conjunto” entre la Minera Toronto Headquartered (TVX) y la Dirección de Industrias del Ejército. También se ha escrito sobre el General criticando su relación con Jaime Duran Barba, asesor de socialcristianos y banqueros, y de Macri en Argentina, a lo que el General respondió que éste es su amigo, un “ecuatoriano de lujo”, con quien se reúne cada vez que viene al país para “analizar juntos la situación”.
Puedo escribir los párrafos mas diversos sobre el General. Escribir, por ejemplo, que una vez que lo entrevisté en su oficina de Alcalde, el General dijo que había decido establecer una suerte de getto sexual, en pleno Centro Histórico quiteño con unas manzanas delimitadas para el comercio de la prostitución y entidades de apoyo a los hijos de las prostitutas, policía, dispensarios de salud, etc. Me quedé sorprendido y le dije que su administración municipal, como tantas otras, no había dado una solución al problema de reubicación del trabajo sexual en la capital ecuatoriana y que prefería hacer un getto. Hoy podría escribir del General, que llama la atención su capacidad de convocar a los comunistas maoístas de la llamada Unidad Popular a su candidatura; no es de extrañar que éstos se apoyen en el General para sobrevivir a las próximas batallas políticas que pintan feas.
Pero, más que escribir sobre el General, quiero escribir una líneas al General. A un hombre que considero representante de unas FF. AA nacionalistas y progresistas que, a diferencia de otras en la región latinoamericana, no tienen las manos manchadas de sangre de su pueblo. Una institucón que en la guerra y en la paz han jugado un rol digno, reconocido por todos. Un hombre de armas, pero no de armas tomar, no beligerante, que tal vez ya por su edad no quiere más guerra. Un ecuatoriano políticamente formado en la doctrina de la socialdemocracia que, como todo centrismo ambivalente, pendula entre la izquierda y la derecha ideológica. Y que el riesgo de no definir, claramente, si se está con dios o con el diablo, puede hacerle caer en el limbo político, mientras que el pueblo quiere definiciones. Al General que tiene una magnífica oportunidad de confirmar ante su pueblo que su actitud de servicio es sincera, que en sus afectos no caben el odio social ni la ignominia política. Que el enemigo principal no puede ser otro que los representantes de la bancocracia amnésica que olvida los males que hicieron a tantos y tantos ecuatorianos o la ralea de aniñados -mal llamados socialcristianos-, que alguna vez convirtieron al país en una hacienda excluyente, donde impusieron la represión política y la miseria social. Al candidato militar que da su última batalla. Que salga con la frente en alto, y que desde el próximo lunes lo encontremos en la trinchera de las causas más justas del país.