La campaña electoral entró en una zona oscura. A partir de ayer, y durante los días que restan para los comicios del 19 de febrero, las encuestadoras no pueden difundir públicamente los resultados de sus sondeos de intención de voto. Eso significa que los ciudadanos no podemos seguir los vaivenes de las cifras que reflejen las preferencias electorales y entramos en una zona oscura de no saber quién es quién. Al final del túnel, hay la luz de los resultados reales expresados el día de la elección; pero hasta entonces, muchas cosas suelen suceder.
En Ecuador, históricamente, las tendencias de intención de votos han sido variables controladas por quienes desarrollan los cuestionarios, seleccionan aleatoriamente la muestra, entrevistan y tabulan, a favor o en contra de uno u otro candidato. No existen encuestas políticamente imparciales, pues todas responden a los intereses de quienes contratan los servicios de las encuestadoras. En época preelectoral suelen aparecer encuestas patrocinadas por los candidatos que los ubican en distintas posiciones. Otra cosa ocurre a nivel técnico, puesto que la tecnología se ha desarrollado al punto de medir con un escaso 3%, más o menos, de margen de error, garantizando que las respuestas tabulada reflejen la opinión del transeúnte consultado.
¿Por qué entonces fallan las encuestas?
Una encuesta es una investigación en la que se levanta información a partir de un cuestionario de preguntas. En este caso se pregunta la intención de voto. ¿Cómo se eligen las personas? En estadística se llama muestreo y consiste en seleccionar el tamaño, características y especificaciones del grupo de personas que sea representativo de toda la población. Por ejemplo, un muestreo puede ser georreferenciado y sectorizado, con un tamaño de la muestra de 2.200 personas encuestadas, aplicado en 23 ciudades diferentes en todas las regiones del Ecuador. Entre más grande y diversa es la muestra mejor será el resultado. Las entrevistas se hacen de forma personal en el domicilio, pero hay empresas que suelen hacer encuestas telefónicas y eso tiene sus puntos en contra.
Según los expertos, las encuestas técnicamente no suelen fallar si están bien aplicadas con los estándares tecnológicos vigentes. No obstante, los sondeos ni son precisos ni son exactos, porque éstos son un ejercicio de aproximación. Además de las encuestas, fallamos los analistas. Lo que puede “fallar”, es el grado de honestidad de tal o cual encuestador que decide favorecer a su cliente y perjudicar a la competencia. Aunque todas coinciden en que el peor negocio es engañar al cliente. Una encuestadora puede establecer en sus cifras una deliberada tendencia para un candidato durante toda la campaña mientras los sondeos son publicables. Esa tendencia compite con las demás cifras de los competidores electorales y contra la tendencia de intención de votos nulos y blancos. Ahora bien, esta últimas dos cifras -nulos y blancos- son las más movibles espontáneamente durante un proceso electoral, puesto que van de más a menos disminuyendo hasta el día de la votación. En cambio, las cifras que marcan la intención de voto en firme por uno u otro candidato, son menos probables que se muevan, abruptamente, de un día para otro o en un periodo de tiempo muy corto.
De acuerdo con crónicas de prensa, “las encuestas previas alrededor de un proceso electoral no siempre coinciden con los resultados finales”. Cuando la diferencia entre las cifras oficiales y los pronósticos supera el margen de error (que suele estar en un rango de +-3%), puede ser considerado un fracaso, según las propias encuestadoras. Los observadores constatan que este tipo de fallas tienen al menos cuatro posibles explicaciones, según cuatro expertos consultados. Una de ellas es el denominado “voto vergonzante”. También las cifras de ausentismo, los errores metodológicos en la recolección de datos e incluso los vínculos que una encuestadora puede tener con la persona que la contrata o el uso político que un candidato puede dar a las cifras. En el 2015, las encuestas fallaron cuando Mauricio Macri ganó la presidencia de Argentina, pese a que las cifras estaban en su contra. Y recientemente se equivocaron en el plebiscito por la paz, en Colombia, que le daba ventaja al sí, aunque finalmente ganó el no, que impulsaba el expresidente Álvaro Uribe. En Ecuador, el último antecedente se dio en el 2011. Entonces un Exit poll (encuesta a la salida de los lugares de votación), sobre una consulta popular registró un error del 10%, por lo que la firma encargada incluso enfrentó demandas en la Fiscalía.
¿Que pudo haber sucedido? Simplemente en la zona oscura, en la que nadie sabe qué sucede con las tendencias, la encuestadora pudo haber ajustado las cifras para hacerlas coincidir con el resultado final. Las encuestadoras pueden ajustar los sondeos para tratar de condicionar la intención de voto. Si veo que un candidato va ganando, pues voto por él para no “perder” mi voto, o viceversa. Una falsa tendencia triunfalista influye en los indecisos que, además, no quieren perder las elecciones. En Ecuador no existe un ente con facultad legal para controlar si la información que las encuestadoras difunden es real, por tanto, la zona oscura es de alto riesgo.
Las decisiones de último momento también suelen influir en los procesos, y es lo que los expertos llaman, el voto útil. El país registra un histórico de ausentismo variable, cuyas cifras que oscilan entre 24,7% en el 2009, un 18,9% en el 2013 y un 16,9% en el 2014. Los electores suelen cambiar su decisión por pequeños detalles que son mal vistos en una campaña y que pueden significar un desapego de la ciudadanía a esa candidatura: cambios en las alianzas políticas, las desafiliaciones, la definición de listas o algún comentario o discurso desatinado pueden causar que un candidato pierda apoyo y eso se refleje en el resultado final. Una persona indecisa puede votar hoy por un candidato y mañana por otro.
De acuerdo al Código de la Democracia, en Ecuador sólo se consideran los votos válidos para los resultados finales. Esto significa que no se toman en cuenta los votos nulos ni blancos. Para que exista segunda vuelta, se debe cumplir una de las siguientes condiciones: Que el ganador de la primera vuelta obtenga menos del 40% de los votos válidos. Que la diferencia entre el primero y segundo sea a lo mucho de 10 puntos si el ganador obtiene entre 40% y 50% de la votación. El ganador será el que obtenga mayoría absoluta de los votos válidos, es decir más del 50% ya sea en primera o segunda vuelta.
Para las elecciones del 2017 el consejo Nacional Electoral autorizó a nueve encuestadoras para registrar y publicar tendencias de intención de voto. Las principales empresas tienen experiencia, tanto en lo técnico como en lo político, puesto que todas han respondido, directa o indirectamente, a los intereses de un cliente o institución política.
Perfiles de Opinión del argentino Hugo Barber. Ha trabajado con el ex alcalde de Quito, Paco Moncayo. Este último fue su primer jefe en el país cuando trabajó como investigador del Centro de Reconversión Económica de Azuay, Cañar y Morona Santiago (CREA). También ha realizado encuestas para Freddy Ehlers, Rodrigo Paz y Ricardo Noboa. Ahora efectúa el mismo trabajo para diputados, pero omite sus nombres. Ha trabajado más con partidos de la Sierra.
Informe Confidencial, la empresa que dirigen Santiago Nieto y Jaime Durán Barba, funciona en Quito y Guayaquil desde 1984. Durán fue asesor del gobierno de Gustavo Noboa y secretario de la Administración Pública de Jamil Mahuad. Sus detractores vinculan a la empresa con los socialcristianos, pues ha asesorado al alcalde Jaime Nebot y al legislador León Febres-Cordero. Ha brindado, también, asesoría política al alcalde de Quito, Paco Moncayo.
Cedatos, funciona desde 1974. Su director es Ángel Polibio Córdova, quien presidió el directorio del Banco Central en el régimen de Lucio Gutiérrez, de quien fue su asesor. Trabajó también para Jaime Roldós y Sixto Durán-Ballén. Ha realizado encuestas para el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot; antes, a los ex presidentes León Febres-Cordero y Rodrigo Borja. En 1992 asesoró a Sixto Durán-Ballén en su campaña presidencial y también hizo sondeos para el ex mandatario Fabián Alarcón.
Market de Blasco Peñaherrera Solah. Es Ana Manosalvas, una de sus colaboradoras más cercanas la que se encarga del área política. Entre sus clientes constan el alcalde Jaime Nebot y el prefecto Nicolás Lapentti, ambos socialcristianos.
Consultar, empresa del colombiano Augusto Bernal trabaja en exclusiva para Álvaro Noboa, desde la segunda vuelta electoral de 1998. Bernal vive en Colombia y viene constantemente a Ecuador a mantener reuniones con el candidato
Según los últimos sondeos publicados por diario El Tiempo, las cifras electorales registran: Moreno 46%, Lasso 24%, Viteri 14%, Moncayo 8%, Bucaram 5%, Zuquilanda 1%, Pesantez 1%, Espinel 1%. En cuanto a la tendencia para la elección de la Asamblea Nacional, la intención de voto se distribuye en 35% para Alianza País, 37% para el partido Social Cristiano, 14% para el partido Creo y el resto para otros partidos Respecto a la consulta sobre paraísos fiscales que también formará parte de esta votación, un 56% por ciento de la intención es por la opción del Sí, mientras que el 41% por ciento es por la opción del No.
Las encuestas de intención de voto, lejos de constituirse en un arma de promoción, sirven para que los postulantes conozcan cómo avanza su campaña. Las encuestas son más una herramienta para partidos y candidatos que para el electorado. Ellos puedan trabajar sobre esos pronósticos a favor suyo, para saber cómo están siendo percibidos por la gente y para mejorar su estrategia o cambiarla, de ser el caso. En la zona oscura habrá que tomar ciertas precauciones. Lo más recomendable es no creer que las encuestas producen milagros de última hora en los resultados finales. ¡Dios no lo quiera!