Un cuento de Pablo Palacio, la Doble y única mujer, narra la historia de un esperpento de dos mujeres en una: Mi espalda, mi atrás, es, si nadie se opone, mi pecho de ella. Mi vientre está contrapuesto a mi vientre de ella. Tengo dos cabezas, cuatro brazos, cuatro senos, cuatro piernas, y me han dicho que mis columnas vertebrales, dos hasta la altura de los omóplatos, se unen allí para seguir robustecida hasta la región coxígea.
Como una parodia del cuento palaciano, una mujer también doble y única se presenta a las elecciones presidenciales ecuatorianas. Cynthia Viteri ha vendido la imagen de ser la única mujer, pero en realidad es la doble mujer de la lista presidencial. Doble en su condición social y doble en su representación política. Doble en su disrupción vital, ruptura brusca, entre lo que es y lo que dice ser. En ese laberinto de una suerte de otredad, subsiste por un lado la irracionalidad de su representación electoral y por otro, la extrañeza de su circunstancia social.
Cuando Cynthia Viteri fue presentada por su mentor Jaime Nebot, en rueda de prensa éste dijo “Cynthia es el hombre de la unidad”, en una clara alusión a una despersonalización de género, ante la cual la “única mujer” nada dijo en reclamo a la alusión machista del alcalde guayaquileño. Tiempo después, la propia y única mujer se encargaría de reconocer que “La Unidad como tal ya no existe”. En el camino quedaban Mauricio Rodas, alcalde de Quito (SUMA) y Paúl Carrasco, prefecto del Azuay (Juntos Podemos), a la cual se unieron después Marcelino Chumpi, de PK y prefecto de Morona; César Montufar, de Concertación y Ramiro González, de Avanza, adláteres que pretendieron secundar a la única mujer de la lista presidencial.
Doble y única mujer, Cynthia siguió sola en el camino, no obstante, su doblez se hizo cada vez más evidente, en contrapunto con las mujeres que dice representar. Los libretistas del guión de campaña habían diseñado para ella una historia conmovedora que hablaba de una joven vendedora de cosméticos, madre soltera a los 16 años y, finalmente, progenitora de cinco hijos con tres maridos. Hasta ahí, el guión fue hecho a la medida de la mujer que surgía políticamente en la costa y debía captar la adhesión de las mujeres de la serranía y de la región amazónica del país. Cynthia repitió el guión al pie de la letra: “Fui la mujer que vendió Yanbal, ropa usada, comida, la que se paraba con un charol fuera del local de dulces, la que fingía ser un maniquí detrás de las vitrinas; soy todas ustedes y todas ustedes están en mí”.
Fue entonces que surgieron los reveces. La doble y única mujer exhibía una fachada de madre aniñada que discordaba de su pasado, mientras buscaba identificación con las mujeres humildes del país: “Cinthya Viteri es la sumisa del febresborjismo y nebotismo que ataca a boca llena a la primera mujer en llegar a presidir el legislativo”, se alzó una voz de una mujer editorialista. “Que se identifique con el sufrimiento de Luz Elena Arismendi, madre de Santiago y Andrés Restrepo, quien sufrió hasta el final de sus días por la desaparición de sus hijos a manos del gobierno de León Febres Cordero, anterior líder del partido Social Cristiano, al que Viteri pertenece y representa. No basta con ser mujer para ser nuestra representante, lo que requerimos es preparación, humildad y coherencia”, concluyó la voz de protesta.
La realidad de la mujer
La Coalición Nacional de Organizaciones de Mujeres en el Informe sobre el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw, en noviembre de 2014), describe la situación social de las mujeres. Entre los datos que cita, por ejemplo, el salario de las mujeres es 14% inferior al de los hombres; el 95% de las mujeres rurales, las mayores productoras de alimentos del país, no accede a créditos; 2 de cada 4 mujeres asisten a educación superior; el 50.4% de las mujeres en edad fértil son pobres y se estiman en 5.000 los casos de trata de mujeres. En el informe del 2014 se establece que el 25,6% de mujeres son jefas de hogar y el 35,9% son parte del personal directivo en el sector público y privado. En el 2020, Ecuador tendrá un 51% de población femenina. En estas elecciones presidenciales las mujeres representan 6’432.597 votos de los 12’816.698 electores que están habilitados.
La doble y única mujer, segundona de rancias políticas neoliberales del febrescorderismo y delfina hereditaria del Partido Socialcristiano al que representa, poco dice en campaña sobre la realidad social de las mujeres. “La heredera de la represión que maquilla el vergonzoso pasado socialcristiano, Cynthia Viteri, debe dejar de victimizarse y asumir su rol como heredera de la tortura en este país, empezar a hablar de las victimas reales, si quiere ser empática con las mujeres”, se lee en un texto escrito por mujeres.
En mal síntoma de esquizofrenia política, Cynthia pretende representar a las madres, pero madre no hay una sola. Están las madres obreras, las madres campesinas, las madres indígenas, las madres estudiantes y humildes a las que Cynthia no representa desde su condición de madre privilegiada. Y están las mujeres víctimas del febrescorderismo que Cynthia encarna, la profesora Consuelo Benavides torturada asesinada; y tantas otras madres, compañeras e hijas de los jóvenes exterminados del grupo Alfaro Vive Carajo en los años ochenta en el gobierno socialcristiano.
En su discurso político, poco o nada ha dicho Cynthia sobre temas fundamentales como los derechos reproductivos de la mujer. Respecto al aborto Viteri ha expresado: “Respeto la vida desde su concepción y respeto la vida en todas sus expresiones. La planificación familiar, aunque parece un tema general es realmente intrínseco”. El aborto está relacionado con la violencia y con el embarazo adolescente. Se sabe que una de cada cuatro mujeres víctimas de violencia, también ha sufrido violencia sexual. La mayoría de los embarazos en menores de 14 años son producto de violación y las adolescentes no tienen una respuesta en este tema por parte del Estado. Cuando recurren a un aborto, se las penaliza a ellas y no a quienes las violaron. De igual modo las estadísticas hablan de que 6 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia de género; 1 de cada 4 ha sufrido violencia sexual, una realidad que poco importa a los candidatos hombres ni a Cynthia, la única mujer. La candidata del socialcristianismo no ha manifestado su opinión respecto de la mayor carga de trabajo, no remunerado, que tienen las mujeres: 31:49 horas a la semana versus 09:09 horas de los hombres.
Como guinda del pastel, sectores feministas han expresado su rechazo a las declaraciones manifestadas por Cynthia Viteri durante el recibimiento de los restos simbólicos de la prócer ecuatoriana Manuela Sáenz. Viteri habría abandonado la sala en medio del evento aduciendo, delante de las autoridades y ciudadanía presente, que ella no se quedaría a acompañar a “la moza de Bolívar”. La reacción femenina no se hizo esperar: “Quisiera que cualquier feminista real, me aclare un poco cómo estas palabras prepotentes contra la Libertadora del Libertador no son machistas y reproductoras de estereotipos sociales en contra de las mujeres”, han reclamado las propias mujeres.
En el trasfondo de los dobleces de Cynthia, subyace un discurso superfluo, sin capacidad de debate político, cuyo eje principal es tratar de generar empatía con las mujeres. Sectores sociales femeninos, han manifestado que el hecho de que “Cinthya Viteri sea mujer no le otorga impunidad para ser cómplice guardando silencio ante las aberraciones de ese pasado de vergüenza y el partido al que representa, de ese gobierno que nos dejó el miedo de que en lugar de darnos pan, techo y empleo nos asesinen, desaparezcan o torturen en las calles. Cinthya Viteri no me representa”.
En las próximas elecciones, como ha dicho Cynthia, habrá que buscarla como la única y doble mujer de la papeleta de candidatos a la presidencia de la República. Mientras su doble discurso no cuaje en la conciencia de las mujeres ecuatorianas, Viteri estará muy lejos de ser su defensora y representante.